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Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 10 de febrero, 2017

Más que Irán, Persépolis, el imperio del sha, el París de Oriente. Ahí fue su primera encomienda diplomática. Antes de los ayatollahs, antes de la sharia. Recorrió Afganistán en una Land Rover que resucitó varias veces, ante las miradas, a lo lejos, de los mujaidines.

Fue la columna de Ban Ki Moon, el coreano sereno de la ONU. Fue la conciencia de César Gaviria, el colombiano inquieto de la OEA. Trabajó en la Commonwealth y fue parte del equipo que organizó los juegos olímpicos de Barcelona.

Durante treinta y siete años perteneció al servicio diplomático canadiense. Entre otras cosas, fue agregado cultural de la embajada de su país, en España. Ahí conoció a su esposa, también diplomática.

Nuestro hombre en Mérida sabe muchas cosas, tal vez demasiadas. Intoxicado por el subgénero de la literatura de espías, en una ocasión le pregunté cuál era el papel de un agregado cultural. Él sonrió, como sólo pueden hacerlo los que saben.

Su respuesta fue entrelíneas, en código. Coincidió con su hoy esposa Laura, en Madrid. Ambos encabezaban el área cultural de sus embajadas. La Feria Internacional de Arte Contemporáneo ArcoMadrid organizaba una tradicional comida con todos los agregados culturales en España.

Ahí, se sentó junto con su colega de la embajada de Israel. «Eduardo», le dijo el otro diplomático. «¿Ya viste a la agregada de México? Estoy seguro que ella sí sabe de cultura». El israelí, concluí torpemente, era de la Mossad.

En estos tiempos extraños, en los que las placas tectónicas del orden mundial bailan en surreal coreografía, sus opiniones son clarificadoras. Lo leo y escucho. Su columna en La Jornada Maya no sólo es un lujo, también es una excentricidad.

Su presencia en estas páginas hace especial a este periódico, ya de por sí único, pues es una rara avis de papel que ofrece información y análisis en tres idiomas: español, maya e inglés. Este hombre, hijo de una mujer nacida en Tánger y de un padre con sangre ibérica, habla un español perfecto. Además de la embajada en España, estuvo en las de Guatemala, Perú y México.

Es un abrevadero de anécdotas, no sólo en política internacional, sino en cuestiones de comunicación. Antes de él, los meridanos pensábamos que un manejo de crisis en los medios se resolvía repartiendo sobres manila, con billetitos de distinta denominación, dependiendo si son incisivos de leche o colmillos de mamut los que muestra el dizque periodista.

Nos ha quitado el miedo a los mercenarios, dándonos armas para defendernos; metralla contra periodicazos. Nos enfoca, tirando estrategias como general, reconfortando como confesor. Es filo y hombro, pólvora y pomada. Nada, nadie; nada, nadie te debe desviar de tu mensaje. Tú eres dueño y señor de tus declaraciones, que deben resistir, como espolón, la marea mediática. No cedas ni un ápice, pero hazlo con amabilidad y firmeza, que lo cortés no quita lo valiente.

Nuestro hombre en Mérida se llama Eduardo del Buey, y mañana, a las seis de la tarde, presentará su libro [i]Comunicología audaz[/i], en la librería Gandhi de esta ciudad. Tendré el honor de acompañarlo. El libro lo edita Tirant LoBlanch. En la introducción, Del Buey señala: «Hoy en día, la tecnología nos ha hecho periodistas potenciales. Para sobrevivir y progresar debemos aceptar que nos encontramos en una selva, que afuera hay una guerra en sentido figurado, y que debemos estar preparados para pelear como voceros usando todas las armas de nuestro arsenal de comunicación. De ahí el concepto [i]Comunicología Audaz[/i]. En este libro, exploraremos cómo podemos penetrar no sólo el mercado, sino también nuestras propias organizaciones, para fortalecer el compromiso que todos tenemos con la comunicación y convertirnos en comunicadores más eficaces».

En [i]Comunicología Audaz[/i] se aborda cómo, con los elementos siguientes, se puede contribuir a la eficacia de la comunicación y el trabajo del portavoz: la comunicación interna y externa, la elaboración de mensajes y relatos de apoyo y estadísticas, el uso eficaz de actividades y eventos, las redes de contactos, la comunicación en tiempos de crisis, el uso eficaz de la televisión, el video y la web y la adopción de políticas de responsabilidad social corporativa.

No es el primer libro de nuestro hombre en Mérida, pero sí el primero en nuestro idioma —[i]in our own language[/i]—. Sus otras dos obras son [i]Guerrilla Communications[/i] (2014) y [i]Spokespersonry [/i](2015), ambos sobre comunicación estratégica y editados por Friesen Press.

***

Motivos para no ver la televisión este fin de semana: la lectura de [i]Nuestro hombre en La Habana[/i], de Graham Greene. Ambientado en la Cuba prerrevolucionaria, este clásico es, a la vez, una recreación distanciadora de la historia de espías y una metáfora de una civilización en crisis. Lo puedes comprar en Gandhi, antes o después de la presentación del libro de Del Buey. No todos los días puedes escuchar a un «agregado cultural».


[i]Mérida, Yucatán[/i]
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