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La Jornada Maya
Foto: Notimex

Viernes 15 de mayo, 2020

La economía es expectativa. Mandar señales correctas y a tiempo. Así, por ejemplo, el gobierno federal ha mandado señales claras de su proyecto: le urge abrir la economía a la brevedad posible e iniciar obras públicas estratégicas e intensivas en la creación de empleo, por ejemplo, el Tren Maya. Un tren que, debido a la ausencia de iniciativas locales de verdadero calado, empieza a ser una especie de macro programa de empleo temporal para el Sureste.

En Yucatán, en donde hasta ahora su clase empresarial y gobernante se había vanagloriado de mandar las señales correctas para que el estado tuviera un desempeño económico por encima de la media nacional, las cosas de pronto se ven un poco grises y los sembradores de nubarrones habitan el Congreso local.

Los recursos económicos para reactivar la economía, los que debieron quedar asegurados esta semana, de pronto se escapan del mundo de la certeza y se van para una discusión hasta el próximo martes. El futuro puede esperar. Uno dirá que no pasa nada, que unos días más no significan mucho. Eso depende.

Si un inversionista, un empresario, un emprendedor, lo mismo en el sector privado que el social, está tomando -hora por hora, día por día- decisiones sobre el recorte de su nómina, reducción de salarios, el pago de la luz o la solicitud de un préstamo y pensaba llegar a la primera quincena de mayo con la certeza que la reactivación de Yucatán estaba amarrada, ahora resulta que debe pagar esta quincena y la raya de este sábado no con un pájaro en mano, sino con la promesa de recursos volando que prometen llegar algún día.

Pedir esperar y esperar, no es la señal económica correcta, ni aquí ni en ningún lado.

El estado ejemplar en la construcción de un milagro económico, de pronto ya no es tan ejemplar. Un proyecto de desarrollo que parecía estar consensuado más allá de un sexenio y de etiquetas de partidos, rápidamente pasan a ser un juguete de la política. Las decisiones que lucían fundamentales y a salvo de la contienda partidista ya en ciernes, ya no lucen tan sagradas o inmaculadas.

El rescate económico obvio y necesario, se pierde en los corredores del poder y el cálculo electoral. Ese no es el Yucatán paraíso para la inversión que se ha vendido con éxito en todo México y en el extranjero. Unos cuantos lo politizan todo y eso no puede salirnos gratis a la sociedad en su conjunto. Si ya se dijo que la economía reabrirá, por lo menos en parte el 1º de junio, urge que los recursos de la reactivación se inyecten en la fecha más cercana a esa reapertura, pateando el balón en el Congreso ese escenario óptimo se complica.

La clase política quiere tiempo, cuando hay muchas familias que se truenan los dedos tratando de averiguar de dónde vendrá el próximo ingreso para pagar el gasto de la casa y el recibo de luz con todo y su descuento. Sin embargo, para rescatar a Yucatán del “Huracán Económico” del COVID-19, como siempre, dice el refrán “en palacio las cosas van despacio”… en el palacio legislativo.

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Edición: Ana Ordaz


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