de

del

Wilbert Solís Concha* y Rita Helena Pasos*
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya

Jueves 7 de mayo, 2020

Los cambios en estilo de vida de las poblaciones han sido un factor indiscutible para la generación de condiciones que posicionan a las enfermedades infecciosas como un peligro latente. En la antigüedad los problemas sanitarios en masa eran atribuibles a “castigos divinos” y se explicaban con base en conocimientos astrológicos. No fue hasta que Hipócrates –padre de la medicina moderna– desarrollara el primer sistema basado en la observación y la experiencia para determinar las causas que hacían enfermar a las personas.

Las epidemias a lo largo del tiempo entre el viejo continente y la región asiática han sido originadas por los grandes movimientos e intercambios comerciales, las guerras y los vectores potencialmente peligrosos como ratas y garrapatas.

Grandes epidemias han comprometido la salud de las poblaciones, desde la peste en Roma hasta las siete pandemias de cólera de 1817 hasta 1961. Sin embargo, a finales del siglo XIX las anteriores fueron sustituidas en importancia por las de tipo respiratorio. Pese a los precedentes, la pandemia gripal de España en 1918 ha sido considerada la madre de todas, terminando con la vida de más de 100 millones de personas. Por su parte, en América Latina la única pandemia originada en la región inició en México durante el año 2009, conocida como H1N1 y con posible origen en los cerdos.

Actualmente nos encontramos ante una pandemia originada por una nueva cepa de la familia de coronavirus “SARS-Cov-2 causante de la enfermedad COVID-19”, el cual se ha extendido por todas las regiones y ha puesto “en jaque” al mundo. Su invisibilidad por ser asintomática, transmisión acelerada y letalidad, han dejado en evidencia la falta de capacidad y recursos de los sistemas de salud.

[b]La comunicación como herramienta protectora de la salud[/b]

Es posible que si los medios de comunicación –como los conocemos ahora– hubieran existido en el pasado, el número de contagios y defunciones fuera menor. La comunicación juega un papel fundamental porque a través de ella es posible la prevención, el manejo y la mitigación de un brote infeccioso. En otras palabras, las personas pueden conocer cómo evitar el contagio, qué medidas tomar si se encuentra enfermas y cómo disminuir el riesgo de contagiar a otros.

Entre las lecciones aprendidas de las estrategias implementadas durante la pandemia del H1N1, se encontraba que los medios de comunicación habrían ganado protagonismo y representaban una herramienta coadyuvante en situaciones de crisis. Los gobiernos y las organizaciones transmitieron información pertinente a la población para que pudieran adoptar conductas protectoras de su salud. Sin embargo, hoy en día la cantidad de información circulante y compartida en los medios electrónicos puede ser exagerada y manipulada con facilidad. Algo que puede convertirse en una debilidad de las sociedades contemporáneas, impetuosas por expresarse y compartir información y su punto de vista con otros.

[b]Infoxicación, estrés y su afrontamiento[/b]

Vivimos en la “era de la información”, donde a través de los medios electrónicos recibimos, generamos y distribuimos información infinita muy fácilmente. En el área de la comunicación, se usa un término conocido como [i]infoxicación[/i]. Esto significa que hay demasiados conocimientos para tomar una decisión o para mantenerse constantemente informado sobre algún asunto. Por lo tanto, no se dispone de un método para seleccionar y procesar diferentes tipos de contenidos. Actualmente la sobrecarga de información que recibe un usuario –en especial de Internet–, puede causar la sensación de no poder abarcarla. Una gran oleada de información puede causar diferentes reacciones a nivel poblacional e individual, generando en este sentido, altos niveles de estrés. Estos pueden incrementarse si se toma en cuenta que mucha de esta información no sólo es catastrófica, sino también falsa.

La respuesta al estrés puede entenderse como un desequilibrio entre la capacidad de la demanda física y/o psicológica y su capacidad de respuesta, que si no es atendida puede tener consecuencias importantes. Es por ello, que resulta importante reconocer las emociones a las que nos enfrentamos en estos momentos ante la pandemia del COVID-19. Es normal que existan reacciones estresantes ante un cambio drástico de nuestras rutinas como el aislamiento social, la saturación de información, el cambio de planes hechos con antelación y el distanciamiento de las personas que queremos. Sin embargo, es vital entender que gran parte de nuestra respuesta emocional, depende de la percepción que le demos al problema, es decir, que ante esta crisis sanitaria podemos detenernos unos minutos y hacer un análisis introspectivo de nuestras emociones. Sólo identificándolas podremos manejarlas de mejor manera.

No es lo mismo ser prudentes ante una enfermedad, que paranoicamente alarmistas. Esto último puede ser causante de histeria colectiva, conductas irracionales hacia el personal de salud y hasta desencadenar sucesos dramáticos y violentos como intentar incendiar un hospital. Lo anterior conduce a reflexionar que la comunicación tiene dos caras, una que permite el autocuidado de la salud y otra que la deteriora. Algo que podría estar ocurriendo en estos momentos por el COVID-19. Por lo tanto, elegir la información a la que accedemos cobra vital importancia.

[b]¿Cómo evitar la replicación viral de información falsa?[/b]

Seguramente habrás visto infinidad de noticias que circulan por tus redes sociales todos los días a causa del COVID-19. Ante esta cantidad de información resulta mucho más fácil darle compartir sin considerar el origen y la veracidad de la misma. Lo anterior puede ser una noticia falsa ([i]Fake News[/i]). [i]The Fact Check[/i], –organización de políticas públicas en Annenberg–, sugiere los siguientes pasos para detectar noticias falsas:

No leas únicamente el titular de la noticia. Muchas veces la información no corresponde con el encabezado, o bien, se contradice a lo largo del contenido.

Verifica quién la escribió o público. Es posible que los supuestos medios o los autores no existan.

Investiga el sustento. Verifica que la noticia se haya publicado en varios medios.

Visualiza la fecha. Algunas noticias pueden ser legítimas, pero manipuladas en tiempo.

Puede tratarse de una broma. Algunos títulos o encabezados suelen ser exagerados o en doble sentido, por lo tanto habrá que verificar que no sea el caso.

Consultemos con gente experta. Los académicos y columnistas reconocidos suelen escribir de los temas actuales. Esto excluye a las personas que graban videos o audios desde casa divulgando información falsa.

La problemática de salud pública que afrontamos no es un tema menor, y más aún, cuando le sumamos una paranoia colectiva. Antes de compartir una noticia o video con nuestros conocidos, habremos de desconfiar de ella e investigar su veracidad.

*Maestro en salud pública y consultor especialista en temas de promoción de la salud, desarrollo social y política pública

[b][email protected][/b]

**Maestra en psicología aplicada y asesora independiente en técnicas de intervención comunitaria

[b][email protected][/b]

Edición: Ana Ordaz


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