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Francisco López Bárcenas
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya

Miércoles 15 de abril, 2020

En abril de 1520, hace exactamente cinco siglos, se presentó en el Anáhuac una pandemia de viruela que afectó profundamente a los pueblos originarios de la región y marcó su futuro inmediato y mediato. De acuerdo con los testimonios de la época, la pandemia apareció un año antes en la isla de Santo Domingo, de ahí pasó a la de Cuba, de donde se propagó a la península de Yucatán y Cozumel, transportada por los indígenas que Pánfilo Narváez llevó a esas tierras con la intención de apresar a Hernán Cortés, por órdenes de Diego Velásquez. De Co­zumel los españoles avanza­ron hasta Cempoala, adonde llega­ron en marzo de 1520 y la pandemia comenzó a propagarse entre sus habitantes; a ello contribuyó que Hernán Cortés fue al encuentro de su perseguidor, lo hizo prisionero junto con su gente y lo trasladó a Tenochtitlan. De ahí se propagó entre los pueblos del valle y para septiembre de ese año ya azotaba a sus habitantes.

La pandemia afectó más a los indígenas que a los españoles. En eso influyó el hecho de que para los primeros se trataba de una enfermedad desconocida, mientras los segundos tenían bastante información de ella. Como consecuencia de esto, mientras los españoles tomaron sus precauciones para evitar la propagación entre ellos, los indígenas quedaron paralizados por la sorpresa, dejando que avanzara libremente. Junto con estos efectos hubo otros, como el que mientras los indígenas consideraban que era un castigo de sus dioses, los españoles aprovecharon su desconcierto para fortalecerse como ejército de ocupación y someterlos. La pandemia de viruela, sin tener esos efectos, fue usada como instrumento de conquista por los españoles y al final marcó el destino de los pueblos invadidos.

Las conclusiones de la pandemia que azotó el Anáhuac hace 500 años, que deberían tenerse en cuenta ahora que la pandemia del COVID-19 azota nuestro país, son varias. Una es que se le debe tomar en serio, que no se puede andar jugando con ella; que se requiere de información verdadera y accesible para normar nuestro comportamiento ante ella, de tal manera que ni paralice ni provoque que se asuman conductas inadecuadas que permitan su propagación. También es importante evitar que grupos de interés manipulen las necesidades sociales que la coyuntura impone para alcanzar sus propios fines. Que la pandemia no sea usada por los grupos dominantes para perfeccionar sus mecanismos de control y profundizar sus efectos entre la población más vulnerable.

Lamentablemente entre los pueblos indígenas se notan acciones y actitudes alejadas de estas necesidades. Imbuidos por la falta o exceso de información, o por información falsa difundida en las redes, en algunas comunidades indígenas todavía se piensa que la pandemia es una invención política con fines políticos no declarados; los discursos oficiales, dirigidos a un público más urbano-mestizo que a uno rural-indígena no se entienden cabalmente. Los lingüistas y comunicadores indígenas han realizado una labor importante generando información acorde con la cultura de sus pueblos, pero aún son insuficientes, se necesita fortalecer esta actividad para que la gente tome conciencia de la gravedad del problema. La falta de ingresos económicos permanentes para satisfacer las necesidades de las familias y la ausencia de un programa de gobierno que los cubra si dejan de laborar, es un factor que impide que las personas se queden en casa, como es la recomendación oficial. La gente se mueve entre comer o protegerse y prefiere lo primero.

Urgen medidas oficiales acordes con la situación económica, social y cultural de los pueblos indígenas. Pero mientras éstas llegan, si llegan, los pueblos no pueden quedar paralizados, como sucedió hace 500 años, pues si así sucediera saldrían derrotados por la pandemia. Es importante que sus autoridades, las organizaciones a las que pertenecen y sus asesores volteen a buscar soluciones para enfrentar la pandemia en sus propios recursos. La solidaridad familiar y el trabajo colectivo para el bien común deben salir a relucir. Los profesionistas indígenas deben apoyar con nuestros conocimientos científicos adquiridos en las universidades pero sin asumir que son los únicos o los más importantes para tomar decisiones en el combate a la pandemia, sino combinándolos con los propios de los pueblos, que son muy importantes.

Información y acción colectiva es la fórmula. De que se tomen las medidas correctas y a tiempo depende que los pueblos indígenas remonten la crisis con saldos positivos y salgan fortalecidos de ella. Lo contrario los llevará a la derrota y profundizará la dominación colonial sobre ellos.

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[b]Edición: Ana Ordaz[/b]


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