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Óscar Muñoz
Foto: Tomada de web
La Jornada Maya

Miércoles 15 de enero, 2020

Es universal que las personas que le enseñan algo importante a alguien éste lo recordará toda su vida, quedará marcado por ese aprendizaje el resto de su existencia. También cuando alguien enfrenta en su vida un evento de gran impacto en su persona lo marcará en su vida. Y esto mismo sucede cuando un libro impresiona un lector: nunca olvidará el texto, la historia, la metáfora, el contenido, hasta su tamaño, los colores de las pastas, el olor, la textura.

Muchos guardan recuerdos gratos de sus maestros que les llevaron a aprendizajes que permanecieron en ellos toda su vida. De igual forma ocurre con la lectura: nunca son olvidados aquellos libros o cuentos o comics que les marcaron para siempre. Seguramente uno que otro recordará aquel libro titulado Fábulas de Samaniego, el cual algunos docentes solicitaban a sus alumnos, además de los libros de texto gratuitos. Si no, tal vez recuerden los cómics que los alumnos escondían en medio de un libro escolar abierto para leerlo y releerlo, para pasarlo de uno a otro compañero y compartir la lectura.

El cómic, considerado por mucho tiempo como subliteratura, en realidad fue un tipo de lectura muy apreciada y gozada por los niños en las escuelas. Eso sí, la leían a escondidas de los maestros y hasta de sus padres en casa. Su formato de revista facilitaba que el cómic fuera de consumo masivo, un consumo ciertamente subterráneo, escondido. Hasta pleitos podían ocasionar ciertas historietas por querer ser leídas por tantos cuando sólo había un único ejemplar en un salón o en una casa. Pero ¿por qué eran tan perseguidos estos materiales de lectura por todos los niños del mundo?

Algunas editoriales de hace muchos años lograron retomar el cómic para transformarlos en libros de lectura para los más pequeños. El ejemplo clásico de ello lo representa Astérix, las aventuras de un personaje galo en la época del imperio romano, que alcanzó la más grande popularidad durante los años sesenta en todo el mundo. Como éste, otros fueron apareciendo en diversos países, los cuales aseguraron el éxito debido al gusto extremo de los infantes, y no sólo comercial sino en lectura.

Sin embargo, como la historieta era vista como una literatura menor y sus lectores eran considerados de segunda, los maestros de grupo nunca se atrevieron a sugerir la lectura de estos materiales. En muchos casos, cuando algún alumno era sorprendido leyendo a escondidas un cómic, el docente podía llegar a destrozar la historieta y tirarla al bote de la basura. Y todo esto sucedía sin saber los grandes beneficios que ofrecía el cómic para incentivar la lectura entre la población infantil.

Años más adelante, por fin el cómic fue aceptado como material de lectura para niños y adultos. Y comenzaron a elaborar libros de cuentos con el lenguaje del cómic. A diferencia de las historietas, que incluía en cada fascículo un episodio que continuaba en los siguientes números, varias editoriales se dieron a la tarea de elaborar libros que incluían en un solo volumen una historia completa, y toda ella relatada a través del lenguaje del cómic.

Por si fuera poco, junto con esta alternativa editorial, también surgieron los cuentos ilustrados. Un caso ejemplar de ello fue la colección Benjamín, resultado de un esfuerzo entre distintas editoriales: Gallimard (francesa), Altea (española) y Promexa (mexicana). Eran libros de bolsillo para los más pequeños de la escuela y la casa. Incluso algunos títulos eran historias contadas con ilustraciones y sin texto. Otro caso lo representa la serie Para empezar a leer, del Consejo Nacional de Fomento Educativo. Y como éstos, muchos otros que ya no se ven tanto en las escuelas.

Sin embargo, a pesar de que el cómic logró introducirse en las editoriales y los creadores de libros para niños (tanto escritores como ilustradores), las escuelas siguen desperdiciando este maravilloso material de lectura, casi adictiva. Ya se verá, conforme los niños crecen y sus intereses van cambiando, cómo sustituirían las historietas por textos sin ilustraciones. Nadie debería tener prisa por nada. Los gustos y las necesidades de los niños irán cambiando y su gusto lector les exigirá otro tipo de materiales.

Por lo anterior, habrá que señalar la necesidad que deben enfrentar los sectores educativo y editorial para crear verdaderos materiales de lectura para niños, acordes a sus gustos y que resulten auténticos pro-motores de la lectura infantil y escolar. Uno de estos materiales deberían ser cómics. Y los que se dedican a la creación y producción de material de literatura infantil deben abrazar la idea de usar el cómic como un material maravilloso para despertar el gusto por leer.

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