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Óscar Muñoz
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Miércoles 8 de enero, 2020

En los tiempos actuales, las artes visuales no se reducen a lo estrictamente estético; el ambiente, principalmente urbano, incluye imágenes que corresponden a otros ámbitos, como la publicidad, las marquesinas, la decoración urbana y diversas imágenes recreativas. Todo ello conforma la llamada cultura visual, que debería ser el contenido fundamental de toda educación artística y no sólo aquello que considera el enfoque formativo tradicional, es decir, las artes visuales tratadas como manualidades.

Por lo general, el concepto de manualidades es identificado con la educación artística, particularmente la de las artes visuales, y la pedagogía tradicional ha considerado los procesos en los que intervienen las manos. Sin embargo, las artes visuales son un asunto que va más allá de esta simpleza. De ahí la necesidad de reivindicar la educación de las artes visuales y la cultura visual bajo un enfoque contemporáneo que incluya el conocimiento, la imaginación, el intelecto, los procesos mentales y la creatividad, y no sólo las operaciones manuales. Habrá que enseñar a ver, hacerlo con el pensamiento y la imaginación, aunque no sólo hacer algo con las manos.

A diferencia de las demás áreas de aprendizaje, la educación artística, en especial la pedagogía de las artes visuales, está basada en el lenguaje visual. Tal como sucede con el lenguaje oral y escrito en el contexto de la comunicación o el lenguaje matemático con las operaciones aritméticas, el visual está conectado con la cultura visual, que está constituida por carteles y demás imágenes del paisaje urbano. De ahí la importancia de que los alumnos aprendan, más que a ver, a mirar, que es la manera más minuciosa de ver, y en la que está implicada la observación como un proceso metodológico.

Por lo regular, el sistema educativo tradicional pretende fundamentalmente que los alumnos, y no sólo en educación artística, adquieran conocimientos a partir de saberes ya establecidos sin que tengan oportunidad de crear sus propios conocimientos. Además, la evaluación está centrada en los resultados y no en los aprendizajes. Respecto de los contenidos de aprendizaje, éstos son seleccionados sin tomar en cuenta los intereses de los estudiantes, y, si se trata de contenidos de las artes visuales, no son considerados aquellos que corresponden a la cultura popular.

En cuanto al aspecto metodológico, los procesos suceden sin que interese la participación de los estudiantes, y el manejo del método queda sólo en el docente. Si opera el análisis, parte de una lectura formal y casi siempre resulta superficial, sin que verdaderamente interese el descubrimiento de lo profundo. Y en las artes visuales, sólo se transmite la idea de que el papel principal del proceso estético está en el creador de la imagen y no en el espectador, cuando uno y otro tienen una participación preponderante en el fenómeno artístico.

Y en relación con la evaluación, ésta resulta el eje central del modelo tradicional al usar las calificaciones como una presión que es ejercida en los alumnos, lo cual genera un ambiente de competitividad con el propósito de que cada quien busque alcanzar la máxima evaluación y sin que importen realmente los aprendizajes logrados. Esta situación contribuye a crear una alta competitividad que relega a la mayoría y permite sobresalir a la minoría, en lugar de favorecer la cooperación y ayuda colectiva.

Éstas y otras circunstancias del sistema tradicional impiden el desarrollo de los aprendizajes en las artes visuales y en general de la cultura visual. De aquí que muchas veces la educación artística es reducida a las manualidades, lo que significa una simulación pedagógica. No se trata de hacer “trabajitos” en artes visuales, en realidad se trata de aprender, primero, a “mirar” imágenes y, luego, a expresar con imágenes lo que es posible imaginar, pensar, creer o desear. No siempre hay que terminar una clase de educación artística con un trabajo; es más importante descubrir lo que esconde una imagen o la manera en que fue creada.

No cabe duda de que los responsables de los sectores educativo y artístico-cultural tienen una gran tarea para enderezar las tendencias tradicionales del sistema educativo, federal y estatal, y reencauzar la pedagogía de las artes visuales, de la literatura, el teatro, la música y las demás expresiones artísticas, tanto de la “alta” cultura como de las culturas populares. No habría que cambiar nada más allá del enfoque pedagógico; lo demás es ajustable.

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