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Alicia Ayora Talavera
Foto: Captura de pantalla
La Jornada Maya

Lunes 6 de enero, 2020

Luego de leer el diario de Irene Torres escrito hace treinta años, encuentro que sus dilemas siguen siendo los mismos por los que aun atraviesan miles de mujeres hoy en día, desde el temor de descubrirse dudando de su rol de madre y esposa como la única posibilidad en la vida, hasta reconocerse como persona con ambiciones profesionales, es más, reconocerse con toda la capacidad para hacerlo. Irene escribe el relato de su vida que comienza a los 37 años –antes le pertenecía a los demás– al principio como una forma de hablar con alguien sobre lo que no puede con nadie por temor a ser juzgada a pesar de que ella misma se juzgue; escribe en voz bajita –con temor– y con un aire de culpa por saber que piensa y pensar que siente, por estar harta, por querer estar sola, por desear que alguien se ocupe tan solo un día de ella, por desear tener tiempo para no hacer nada, por sentir enojo contra Ramiro, su esposo.

El vacío de su vida y porque no decirlo, el reflejo de la vida de Ramiro, la obligan a morder el fruto prohibido, que es la de pensar por cuenta propia. Por momentos desea que esos sentimientos no le pertenezcan, atentan contra con el papel de una buena mujer, madre y esposa, mejor repite una y otra vez en voz alta y también en silencio, ¡soy feliz! ¡no me hace falta nada! ¡Ramiro es el mejor marido y padre porque nos provee de todo a sus dos hijos y a mí! Sólo así puede evitar sentir que la vida que vive está vacía, porque Irene no existe más que para los demás.

¿Quién es Irene Torres? Es el diario de la mujer que renuncia a su tiempo, satisfacción sexual, a la independencia económica todo por el bienestar familiar, en un proceso de transformación y liberación que la misma protagonista desconoce, quizá tanto como la autora Margarita Robleda, desconocía el impacto de esta historia en las lectoras.

Entre la genuina cronología de sucesos, las reflexiones y cuestionamientos de la protagonista, es fácil irse con la idea de que Irene es real, quizá hasta creer que la autora es la protagonista del diario; no obstante, de no ser ni una ni otra, es una mujer quien le da vida a Irene y ésta a su vez representa a todas aquellas que aún viven o han dejado de estarlo, amarradas al grillete del rol de género femenino. No puedo dejar de pensar en el mito de La Caverna, de Platón, como el lugar dentro del que nacemos mujeres y hombres, pero no en el que todos nos quedamos. Abrir los ojos puede ser cuestión de tiempo, liberarse también por el enorme temor a lo desconocido.

Es un hecho que conocer la experiencia personal de reivindicación y superación de alguien, es siempre una de las formas más espontáneas de contagio a la conciencia, de saber que vivimos con los mismos miedos, que es natural desear libertad para ser y estar. Dar voz a nuestras vidas, experiencias, sufrimientos, luchas, y compartirlas con otros, nos conecta; es por ello que no dudo que la vida de Irene enganche con la de muchas mujeres para su propia reivindicación, y con la de hombres que se identifiquen con Ramiro, y estén dispuestos a acompañarlas.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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