Kuala Lumpur Summit, una guía para ser musulmán en el siglo XXI

Hugo Castillo
Foto: Ap
La Jornada Maya

Jueves 2 de enero, 2020

¿Cómo se resuelven las crisis que azotan al mundo islámico? Esta ambiciosa interrogante es la guía de la Kuala Lumpur Summit (KLS), un prestigioso encuentro internacional que anualmente se lleva a cabo en la capital malaya. Inicialmente, la cumbre fue planeada como un foro de diálogo en el que líderes, intelectuales y académicos de diversas nacionalidades discutirían la raíz de los problemas a los que se enfrentan hoy en día los creyentes musulmanes y plantearían soluciones comunes.

Pero, contrario a sus objetivos originales, la edición de este año se convirtió en una arena de conflicto debido a que colateralmente tocó delicados intereses políticos. Los debates iniciados por la ausencia de los dirigentes de varios países, entre ellos Arabia Saudita, así como el rumor de que lo que buscaba la cumbre era crear un cuerpo que reemplazara a la Organización para la Cooperación Islámica (OCI), pronto eclipsaron aquellos centrados en encontrar alternativas para mejorar la calidad de vida de la ummah (comunidad musulmana global).

En contraposición a la idea comúnmente promovida por los medios de que todas las crisis de los musulmanes se deben a su religión, el atolladero político internacional en el que se vio envuelta la KLS 2019 hizo evidente una realidad que Occidente muchas veces ignora: la mayoría de los conflictos del mundo islámico no nacen de las enseñanzas del Corán, sino de los caprichos y posturas de gobernantes que pretenden secuestrarlas para su beneficio.

[b]Malasia y el conflicto por el otro islam[/b]

El gobierno de Malasia fundó en el 2014 la Kuala Lumpur Summit como un foro global en el que actores de todos los sectores, nacionalidades, etnias y antecedentes pudieran proponer iniciativas para mejorar la calidad de vida de los musulmanes, sin importar su locación ni filiación. Según sus fundamentos, la reunión no sólo es incluyente (en ella toman parte todas las facciones y sectas islámicas); también es ajena a cualquier autoridad aparte del Corán.

Este interés malayo de mejorar la situación global de la ummah emana de un precepto clave contenido en el texto sagrado musulmán: [i]Rahmatan Lil’alamin [/i]o el aspecto tolerante y pacífico de la fe. A través de esta ideología, que Kuala Lumpur ha establecido como su programa religioso nacional, el reino busca mostrar al mundo otro islam, uno alejado del terrorismo, sustentado en el desarrollo económico y social y que fomenta la convivencia con las demás naciones, sin importar su religión.

Para Malasia, llevar a cabo cada año la KLS le sirve para cumplir con las metas del [i]Rahmatan Lil’alamin[/i], pues permite promover internacionalmente su ideología pacífica.También contribuye a generar un contrapeso global a las corrientes extremistas musulmanas, pues abre una mesa de diálogo interestatal en la que distintas propuestas para hacer frente a este segmento religioso pueden encontrarse y complementarse. De esta manera, la cumbre es una oportunidad para que el Estado y sus ciudadanos contribuyan a mejorar la calidad de vida de la ummah mientras cumplen sus compromisos religiosos.

Pese a que la postura oficial malaya respecto a la cumbre es claramente religiosa y que ésta se ha llevado a cabo por lo menos en cuatro ocasiones sin mayor inconveniente, la edición de este año despertó recelo. Arabia Saudita y otros Estados, influidos por los conflictos de poder que atraviesa el Medio Oriente, vieron en la KLS 2019 un intento de Kuala Lumpur de apropiarse la autoridad ideológica musulmana y una afrenta directa al status quo imperante en el islam. Por diversas y particulares razones, para sus gobernantes el foro dejó de ser en esta ocasión un espacio para la paz y se convirtió en un microcosmos de la arena geopolítica global.

La confirmación de que Arabia Saudita no acudiría a Malasia y el anuncio que el primer ministro malayo hizo negando la supuesta escisión con la OCI, acciones con una fuerte carga política pero sin ningún peso religioso, tuvieron la suficiente fuerza para sepultar el carácter original del encuentro. A partir de éstas, todos los discursos, discusiones y acuerdos de la cumbre perdieron su matiz islámico ante la opinión pública. El llamado a promover una fe tolerante y pacífica se difuminó y la KLS 2019 trascendió globalmente como una lista de inasistencias, sin que nadie prestara mayor atención a los verdaderos problemas que enfrenta la ummah. La cobertura de las verdaderas crisis musulmanas quedó una vez más en segundo plano.

[b]Un manual para entender el caos[/b]

Más allá de sus elevadas ambiciones originales, la Kuala Lumpur Summit 2019 trascendió por erigirse como una guía para comprender al mundo islámico actual: La base ideológica del encuentro (la promoción al islam tolerante) y las disputas que se desataron pese a ésta, demostraron que, contrario a lo que comúnmente se cree, la falta de paz entre los musulmanes no se debe a las enseñanzas del Corán, sino a las decisiones políticas de sus líderes.

Ni la KLS, ni ningún otro encuentro o ideología, por más piadosos que sean, tienen la capacidad de cambiar una realidad social tan compleja como la del mundo islámico. Al final, lo que la cumbre de este año dejó en claro es que, para poder alcanzar verdaderamente la paz, los musulmanes necesitan hacer a un lado las diferencias que los separan, y empezar a trabajar para conformarse como una comunidad que trascienda las barreras políticas que actualmente la dividen.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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