Para muchos especialistas en lectura, la mejor estrategia para lograr la comprensión lectora en las poblaciones escolares es la práctica de la lectura. Sin embargo, surge la pregunta: ¿Cuál es la mejor lectura que conviene practicar? Y si son consideradas las actuales condiciones impuestas por la pandemia, habría que cuestionar si valdría leer en formato digital y si serían logrados los objetivos encaminados hacia la comprensión lectora. No habrá que olvidar los dos propósitos fundamentales de la lectura: el fomento de la actividad lectora y el aseguramiento de la comprensión de los textos.
Y si a ello son añadidos otros objetivos complementarios, como considerar a la lectura de información un recurso del aprendizaje y reconocer a la lectura literaria la fuente del placer que ofrece la literatura, no queda más que impulsar la actividad a como dé lugar. Para el primer caso, cuando la lectura es considerada como un medio de aprendizaje, será posible constatar si la comprensión lectora es amplia o reducida en los resultados de la evaluación académica. En el segundo caso, sólo habrá que confirmar que la imaginación del niño fue detonada y, posiblemente, materializada en el goce estético o la creación literaria.
Ante dichas expectativas de la lectura, habrá que saber cómo lograr tales objetivos, los básicos y los complementarios. Es sabido por muchos que la actividad, entre la población infantil, no ha sido impulsada como debe ser. Los docentes y padres de familia y, en pocos casos, los promotores de la lectura, han hecho diversos intentos para asegurar los propósitos que son perseguidos en torno de la lectura. Pero todos ellos no han conseguido la eficacia requerida en el fomento a la lectura. Por ello, habrá que buscar una transformación escolar y cultural que asegure una comprensión integral entre los niños.
El sistema ideal de promoción de la lectura tendría que tomar en cuenta actividades intelectivas de cada individuo, como el pensamiento crítico y la creatividad, por ejemplo. Resultará fundamental que el docente deje de ser el centro de las actividades escolares, el “sabelotodo”, y se transforme en un guía de las acciones y, en contraparte, los alumnos sean puestos en medio de las clases para que ellos mismos sean quienes investiguen información, la comprendan en detalle y la cuestionen, si fuera necesario, para que finalmente la compartan tanto a sus compañeros como a su maestro.
Al parecer, la estrategia pedagógica es sencilla si sólo se trata de cambiar de lugar. Sin embargo, no es únicamente intercambiar posiciones en la clase, sino de ofrecer a los alumnos autonomía y cierto protagonismo que les permita desarrollar su proceso de aprendizaje a través de la lectura. Por lo tanto, en la nueva circunstancia escolar, los niños o adolescentes, durante la búsqueda de información o ficción, enfrentarían la comprensión lectora hasta la máxima profundidad posible para valorar los textos y cuestionar el contenido si fuera necesario.
Por el contrario, si los alumnos no tuvieran una comprensión lectora amplia y segura, resultaría más que difícil propiciar la investigación a profundidad y mucho menos la crítica textual y, en consecuencia, el aprendizaje sería pobre y estaría limitado. Por otro lado, ¿qué tan conveniente son los textos literarios para consolidar la comprensión lectora? En este caso, nadie dudaría que este tipo de textos conlleva un placer, lo que será suficiente para asegurar la comprensión y más allá de ésta, como la creación. Además, no habrá que evitar otros géneros para leer, como la historia, la astronomía o la biología.
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