Son los hombres, los machos, los ladrones del relato fundacional y, sabedora de ello, Carmen Boullosa se lanza heroicamente a reconstruir el relato verdadero en El libro de Eva (Penguim Random House, 2020). No sigue para hacerlo la lógica tradicional de la narrativa y sí, en cambio, la lógica del sueño. Es decir, escribe un poema.
Descree profundamente de todo lo aprendido y se lanza a la búsqueda de sus propios ecos, en las propias cuevas de montañas vedadas. En este caso, vedadas por ser mujer, es decir una criatura de quien se ha relatado que es inferior e incapaz de aspirar a las cimas dominadas por los hombres. Esos mismos hombres que han definido los límites no sólo a partir de ellos mismos sino, también, del miedo atávico que las mujeres les provocan con sólo suponerlas capaces de discernir.
Pues si los machos son los ladrones del relato, de los mitos originarios, Carmen Boullosa escribe la épica propia de las mujeres. Sabe, con José Lezama Lima, que “un mito es una imagen participada y una imagen es un mito que comienza su aventura, que se particulariza para irradiar de nuevo”. Se lanza a participar imágenes, a crear poesía desde ella misma, que es lo único de lo que no puede descreer. Y, de ella, lo indudable es su cuerpo, “mi propio cuerpo como único refugio para mis memorias”.
El primer mito a desmontar es el de la existencia de un paraíso perdido por la desobediencia de una hembra que fue creada desde el cuerpo de un macho y para servirlo. La Eva de Carmen Boullosa no recuerda ningún Él, ser creador, y el espacio que ocupaba con su compañero no era paradisiaco sino incoloro e insípido, hasta que Eva descubrió el sabor de una manzana original e irrepetible y partió, seguida por un macho asustado, a descubrir una Ella, generatriz, a la que llamó Tierra.
Antes de descubrir la sexualidad, ensayó con su disminuido compañero cómo dar a luz a partir de semillas que guardó de la manzana, y parió monstruos, hasta que descubrió su clítoris, su placer y el acto sexual. Dio a luz a Caín, Abel y a dos mujeres que habrían de poblar la Tierra.
Adán, a partir de su creciente envidia del clítoris, ya había comenzado a reconocerse. A inventar la violencia. A robarse el relato para oponerle el por todos ahora conocido. Eva “no quería imaginar la violencia entre los hermanos ni permitir marcara el nuevo día, me dispuse a borrar toda huella”. Pero la violencia de Adán fue heredada por un Abel que atacaba, mientras Eva moldeaba a un Caín que cuidaba de la Tierra.
Y a partir de este historial épico que opone a un santo Caín frente a un diabólico Abel, borracho y violador de su propia hermana, los relatos se bifurcaron. Creció el narrado por un Adán violento mientras el verdadero relato, el de Eva, cada vez más se ha visto condenado al silencio. Hasta que alguien lo recupere: objetivo del poema de Carmen Boullosa con su Libro de Eva.
Complejo, barroco como suelen ser los sueños. Como es el Primero sueño de Sor Juana, esa monja de la cual Carmen Boullosa se declara seguidora. Su Eva bien podría participar del mismo arranque onírico: “Piramidal, funesta de la tierra / nacida sombra, al cielo encaminaba / de vanos obeliscos punta altiva, / escalar pretendiendo las estrellas”.
Quienes suelen gozar con los mundos subvertidos que acostumbra proponer Carmen Boullosa no quedarán insatisfechos con esta concatenación de carmina, de cantos, que van desde la ritualidad de una oración pagana hasta la peregrinación a las fuentes tanto bíblicas como de otras tradiciones, con la furia de una feminista contemporánea que ha escrito sobre sí misma como La salvaja.
Edición: Laura Espejo
El empresario e inversor dejará la dirección de Berkshire Hathaway tras 60 años y propone a Greg Abel como sucesor
Efe
Se presume que el atentado la planeaba un grupo que difundía discursos de odio contra la comunidad LGBTTTI
Ap
El director ejecutivo de la escudería, Dan Towriss, dijo que hasta el momento no se ha fichado a ningún piloto
La Jornada
Velaban a dos hermanos quienes fueron asesinados en ese mismo lugar el pasado 28 de abril
La Jornada