Aída López
“La última de las libertades humanas,
la capacidad de elegir la actitud personal
ante un conjunto de circunstancias”.
Gordon Willard Allport
Me resulta imposible imaginar mi adolescencia marcada con los estragos de una pandemia, estar insertada en una problemática mundial en donde no se vislumbrara una solución y la sociedad se estuviera desmoronando a la par de la economía. A esa edad, estudiantes de preparatoria, pensábamos que la vida era eterna, la muerte no figuraba en nuestro léxico cotidiano. Miro a los adolescentes, algunos próximos a entrar a una carrera universitaria, me pregunto qué pasara por sus mentes ante un futuro finito. Los centennials -generación z-, jóvenes entre 18 y 20 años, es la primera generación que vive en su totalidad la paralización de la existencia sin distingos ni prebendas para nadie. ¡Catastrófico! A veces los adultos no entendemos las decisiones de vida que toman, nos inquietamos cuando nuestros hijos millennials dicen que no se quieren comprometer con una pareja a largo plazo y mucho menos tener hijos. Nos causa conflicto a quienes venimos de otro período etario.
La generación z y los millennials van a liderar el futuro y a ellos les corresponden los retos de la “la nueva normalidad”. Por fortuna vienen equipados con el chip tecnológico y una conciencia de la realidad distinta a la que tuvimos generaciones anteriores. “La Encuesta Global de Millennials de Deloitte 2020” apenas concluía la primera semana del año pasado, cuando la Organización Mundial de la Salud anunciaba en las redes sociales algunos casos de neumonía que cambiarían vertiginosamente las prioridades. Tuvo que actualizarse de acuerdo al contexto pandémico notándose las afectaciones en ambos grupos de estudio, algunos habían perdido sus trabajos o estaban laborando horas de más con el mismo salario, generando buena dosis de pánico, inquietud y pesimismo. En el lado positivo manifestaron un mayor sentido de responsabilidad individual y su apoyo al comercio local. Así también mostraron prudencia en el ahorro frente al gasto y conciencia ecológica -tema central entre sus preocupaciones-, consideraron irreversibles los daños ocasionados a la naturaleza. Paradójicamente bajó el estrés con el trabajo en casa adaptándose sin mayor dificultad.
El siquiatra Viktor Frankl en su libro El hombre en busca de sentido ya hablaba en el siglo XX de la pérdida del sentimiento del significado de la vida, atribuía el vacío existencial al abandono de los instintos animales que nos dotaban de seguridad y las tradiciones que nos iban marcando lo que debíamos de hacer. La vida se convirtió en un ir y venir entre el tedio y la tensión. Influenciado por la filosofía de Friedrich Nietzsche: “Quien tiene un porqué para vivir encontrará casi siempre el cómo”, ponderaba la “voluntad de sentido”, algo por qué vivir o morir. En el presente siglo y con la pandemia se suman las preocupaciones financieras, atención de la salud, prevención de enfermedades, cambio climático, protección al medio ambiente, inseguridad, desigualdad social, acoso, entre varios motivos que están marcando con más intensidad las dos últimas generaciones.
El reto en la actualidad es que cada uno busquemos un sentido concreto en nuestra existencia ante tantas pérdidas. Zs y millennials son las generaciones resilientes a quienes les toca crear un mundo nuevo y a las demás solidarizarnos. A la Historia corresponderá evaluar a largo plazo los impactos de Covid-19.
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