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Itzimná, el eterno lugar de la calma

Historias para tomar el fresco
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

“En mi infancia no existía Mérida. La ciudad era Itzimná”, dice Pablo Cicero, periodista y espigador de noticias. Cuando era pequeño, se quedaba dormido entre el asiento y la cajuela de un Volkswagen y le decía a su mamá: “Despiértame cuando lleguemos a la ciudad”. 

Es viernes y no hay ruido en el parque de Itzimná. No hay prisa en el centro de Itzimná: alguien cruza a comprar pan de una panadería francesa, dos mormones juegan en una cancha vacía y la iglesia roja parece tener una misa en silencio. 

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

 

Itzimná es una colonia que tiene el aire y la calma de un refugio. Por alguna razón pienso en ese verso de Reinaldo Arenas: Sé que no existe el refugio del abrazo/ y que Dios es un estruendo de hojalata cuando -por fin- la iglesia se reanima y todos hablan al mismo tiempo mientras se ponen de pie.     

Pablo dice que hasta el tránsito cambia en esta zona, tan cercana a Paseo Montejo y el centro de Mérida (pero que en otro tiempo parecía otra ciudad), que el volumen de las cosas baja antes de que te des cuenta. Históricamente, Itzimná ha sido un santuario, un lugar de descanso y, ahora, es una colonia de densa calma. 

Antes de la evangelización, en la época prehispánica, este sitio pertenecía al cacicazgo de Ceh Pech, era el lugar donde se veneraba a Itzamná, personaje a quien se le atribuye "haber puesto nombre a todos los pueblos de la península, a todos los puertos de mar, cabos, esteros, montes, cenotes, lagunas, a todo lugar, en fin” según escribió Eligio Ancona en el libro Historia de Yucatán

Pero los españoles lo destruyeron durante la conquista a fin de acabar con lo que ellos llamaban ídolos y en 1572 construyeron una iglesia católica. Algunos historiadores dicen que quienes vivían en Itzimná terminaron huyendo a Chuburná. Eligio Ancona advierte en su mismo libro que si la conquista fue un hecho violento fue por razones respetables y no vale la pena fincar responsabilidad a los héroes de la historia.  

El poema de Arenas parece responderle te seguimos buscando/patria/ en las traiciones del recién llegado/ y en las mentiras del primer cronista. 

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

 

Muchos años después, en 1886, Itzimná fue el último destino de un tranvía que salía del centro para recorrer las casonas de las familias adineradas de Mérida. Los González, Cámara, Zavala, Poveda, construyeron sus casas de campo para reunirse los domingos pero un incendio destruyó varias propiedades y despoblaron la zona. 

Sin embargo, hoy todavía existen mansiones como testigos arquitectónicos de la opulencia de la ciudad. Una de ellas es precisamente la casa Cicero, el lugar donde Javier Bardem personificó al poeta cubano Reinaldo Arenas para la película Antes de que anochezca. 

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

 

Itzimná también es un referente histórico por albergar el primer parque de diversiones con montaña rusa en todo el país en 1893. La gacetilla de la Compañía de Tranvías de Mérida, la empresa que fundó el espacio de recreación, dice: 

"Antes no había a dónde encaminarse para solazar el espíritu y mover el cuerpo: pero en adelante el pequeño pueblo de Itzimná será el término de los paseos, el punto de cita de las familias y el recurso de los habitantes de la ciudad de Mérida”.

Y aunque es un lugar que hoy transmite paz, como casi todo en Yucatán, la historia de Itzimná está manchada de racismo. Uno de los juegos de esa feria se llamaba Tiro al negro, un juego "popular en todos los puntos de temporada de los Estados Unidos". En el centro de un teloncillo asomaba la cabeza de un negro “que parece estarse riendo de los concurrentes” a la que los asistentes debían golpear y el afortunado que le diera se "le adjudicaban muchísimos premios preparados para el efecto”. 

Quién sabe, quizá era por razones respetables y no debemos fincar responsabilidad, como dice Ancona.

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

 

La misa termina y el viernes también. Recorrer las calles de Itzimná sigue siendo recreativo. Hacia este lado han surgido espacios para las artes y la cultura: un cine alternativo, la galería Lux Perpetua, una residencia de artistas, el espacio cultural Casa Gemela. Poco a poco se forma un distrito cultural a la sombra de los árboles enormes y la arquitectura emblemática, una salida al polvo y al estruendo. El mismo poema de Arenas dice: Sé que no existe la zona del descanso/ que faltan alimentos para el sueño, que no hay puertas en medio del espanto/ Pero/ te seguimos buscando, puerta. 

 

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Edición: Estefanía Cardeña


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