México es un país lastimado gravemente por la corrupción que frena el desarrollo y condiciona la economía y la convivencia social, lo cual implica su nefasta presencia en instituciones públicas y privadas, así como en la administración e impartición de la justicia.
Forbes México publicó en Instagram el lunes 18 de octubre del año en curso que México es el quinto país más corrupto del mundo, sólo por debajo de la República Democrática del Congo que está en primer lugar, Camboya segundo, Camerún tercero y Uganda cuarto. Completan el top ten Guinea en sexto, Madagascar séptimo, Kenia octavo, Bolivia noveno y Haití en décimo. La revista cita como fuente un análisis del Índice Global de Estado de Derecho (WJP por sus siglas en inglés). México fue el peor evaluado en el indicador “ausencia de corrupción” de 32 países analizados de América Latina y el Caribe.
Si bien no todos los mexicanos somos corruptos, la presencia de la corrupción abarca todos los ámbitos de la geografía y la vida nacional. Hay que distinguir que se da en diferentes medidas e intensidades, con diferente impacto, aunque todos la hemos tenido en nuestro entorno alguna vez.
La corrupción es la acción de quebrar deliberadamente el orden ético y legal para obtener beneficios personales. Siempre ha existido, pero alcanzó niveles casi generalizados en México a partir del gobierno prianista de Carlos Salinas de Gortari, y llegó a su clímax con Enrique Peña Nieto, sin frenos éticos ni legales, con impunidad obscena, con el aparato de gobierno reducido a construir y avalar un andamiaje legal para proteger a los poderosos.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, sostiene que la corrupción es la causa de todos los males del país como son: la pobreza, la enorme desigualdad social, la violencia, la inseguridad, el deterioro ambiental y la falta de oportunidades.
Esa afirmación genera reacciones diversas, algunas de odio y rechazo, sobre todo de “las buenas conciencias” conservadoras que confiesan todo tipo de virtudes que no practican cotidianamente y viven en la simulación y la hipocresía. En este punto hay que dejar claro que “el pueblo bueno y sabio” también practica y se beneficia con la corrupción. Erradicar este mal es responsabilidad de todos. Hacen falta más personas íntegras en este país, esos que hacen siempre lo éticamente correcto aún cuando nadie los ve. Si bien el presidente López Obrador es un hombre íntegro y bien intencionado, no podemos decir lo mismo de muchos de sus colaboradores, amigos y parientes, que no se distinguen en sus acciones de los neoliberales.
En lo local
La diferencia entre gobiernos emanados del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) de Quintana Roo y los de sus opositores, debe estar en la aplicación del ideario político de su fundador, Andrés Manuel López Obrador: no robar, no mentir y no traicionar, así como su combate a la corrupción que significa en términos legales no cometer soborno, desvío de recursos, enriquecimiento ilícito, abuso de poder, tráfico de influencias, abuso de funciones, colusión, nepotismo, uso ilegal de información, obstrucción de la justicia y conspiración para cometer delitos de corrupción.
Los gobiernos municipales morenistas y sus aliados de Benito Juárez, Cozumel, Tulum, Lázaro Cárdenas, José María Morelos, Puerto Morelos, Felipe Carrillo Puerto y Othón P. Blanco, ¿aplican esos principios?
En fin, son cosas que pasan en nuestro país y en nuestro caribeño estado.
¡HASTA LA PRÓXIMA!
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