Aída López
A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en el mismo ataúd.
Alphonse de Lamartine.
Una amiga escritora visitó a su colega, quien por prescripción médica ya había abandonado el tratamiento para el cáncer, aprovechó la ocasión para que revivieran sus trayectorias de vida en común y recibir de la enferma algunas cartas que ella le había enviado durante sus viajes y estancias académicas. Me dijo que, aunque salió destrozada de la recamara, le reconfortó haber tenido la oportunidad de conversar con su compañera de universidad y sostener por última vez su mano frágil.
En ocasiones la muerte nos da permiso de despedirnos de los nuestros.
La Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL), define el Duelo como: “El estado de pensamiento, sentimiento y actividad que se produce como consecuencia de la pérdida de una persona o cosa amada, asociándose a síntomas físicos y emocionales”. Sin embargo, el duelo no siempre comienza con la pérdida física, en ocasiones inicia desde que el médico nos informa que ya no hay nada que hacer, más que esperar a que llegue el momento. El duelo anticipado es una oportunidad para darle el último adiós en vida a quienes tienen una enfermedad incurable, a la vez que genera paz en el paciente al no dejar pendientes.
A nadie nos gusta pensar y mucho menos hablar de la muerte. Aunque nos resignemos, nunca estaremos listos para afrontar la pérdida irrecuperable de esa persona amada, sin embargo, el proceso puede ser menos lastimoso si se cuenta con las herramientas y las habilidades físicas y emocionales para transitar el duelo.
La catarsis de las emociones es necesaria para mantener la estabilidad del individuo. Liberar la ira, la tristeza, el miedo, el llanto, auxilia en la disminución de la carga de angustia que genera la visita de la muerte. Es importante considerar no solo a los que se quedan, los que se van también pueden requerir de esa explosión que los ayude a aceptar su partida.
Las redes de apoyo de familia y amigos son indispensables para el acompañamiento, evitan que caigamos en depresiones y obsesiones; los espacios de soledad también son necesarios para procesar a nuestro ritmo el cierre del vínculo. Los desajustes pueden ir desde los físicos como la boca seca, sensación de ahogo e hipersensibilidad a los ruidos; los cognitivos como sentir su presencia o alucinar que lo oímos o lo vemos; hasta los conductuales que implican soñar con el difunto, visitar los lugares a los que solía ir y algunas temerarias que ponen en riesgo la vida, como conducir a alta velocidad.
Los médicos del dolor son una opción para los cuidados paliativos en algunos sistemas de salud. Mejoran el bienestar y la dignidad del paciente, adaptando y ajustando el tratamiento, consensuado por los especialistas, para evitar el sufrimiento físico, emocional y espiritual, no solo del enfermo, sino de la familia. Son una guía en las fases finales de las enfermedades no transmisibles, ya que van informando la evolución para ir gestionando los trámites funerarios e ir preparándonos al desenlace.
Hablar del difunto sin sentir dolor, es indicio de que el duelo ha finalizado y estamos listos para reconducir nuestra vida. Aunque en México celebramos la vida el Día de Muertos, cuando nos ronda es imposible evitar el desbordamiento de las emociones, a pesar de que sabemos que las únicas certezas que tenemos es nacer y morir, ya que el trayecto entre un evento y otro, siempre será un enigma.
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