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Instrucciones para salir de Las Américas II

Historias para tomar el fresco
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

Es jueves. Es noviembre. Es 2021. Es la hora del sol más vil en Mérida. Es una de las zonas habitacionales más nuevas, con grandes avenidas y glorietas que tienen nombre de animal pero parecen proyectiles. Es el Fraccionamiento Las Américas y no hay forma de salir de aquí más que en auto propio.

En la página del grupo residencial Sadasi dicen que Las Américas es un lugar de descanso y tranquilidad para llegar después del trabajo. Aunque este fraccionamiento, como tantos otros, es la intersección del Diagrama de Venn donde el trabajo y la vivienda se mezclan. 

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

 

Comida rápida, comida casera, veterinarias, supermercados de todas las cadenas, vendedores ambulantes, emprendimientos, escuelas, tortillerías, farmacias, placitas, este sitio tiene todo para que te quedes pero nada para que salgas.  

Llevo meses cruzando el puente del periférico, rodeando el Jardín Jurásico y viendo de reojo el salvamento arqueológico de una de las avenidas, desde la falsa sombra de mi auto, para llegar a donde trabajo. Pero hoy no. Hoy soy la mujer que mira con preocupación la pantalla del teléfono que dice que no hay conductores. Que la aplicación de transporte particular muestra el mapa de este fraccionamiento por mera cortesía.

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

 

Mi compañero de la oficina me explica que sólo hay dos camiones, que un conductor le dijo, de hecho, que no se necesitan camiones porque todo el mundo tiene auto en Las Américas.

Primer consejo: Ten un auto. No dejes que te choquen, no lo lleves al taller. 

“Las Américas, ha sido desarrollado pensando en el bienestar de todos sus residentes; a través de un estilo de vida diferente”, dice ambiguamente la página oficial. 

Decido caminar junto a la ciclovía, aunque ahora que lo pienso ¿cuándo fue la última vez que vi una bicicleta por aquí? Sobre la avenida de la calle 59 se asoma un colibrí y dos perros se desparraman en la sombra, a unos metros: una iglesia improvisada con láminas y sillas Coca Cola. 

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

 

El listado de amenidades de Las Américas incluye un paisaje arqueológico. “El comportamiento humano es un fenómeno que se reproduce en el mismo espacio a través del tiempo” dice lo que queda de un cartel informativo en el Salvamento Arqueológico del parque San Antonio Hool. El sol ha quemado parte de la impresión y el comportamiento humano lo ha grafiteado. 

San Antonio Hool es un asentamiento tan importante como Dzibilchaltún y Komchen, de acuerdo con la información de la placa. En la época prehispánica esta región estaba densamente poblada “por lo que es probable que las estructuras que se registraron en este terreno, correspondan al área habitacional de las ciudades que hoy se conocen como Mirador I y Mirador II”. 

A 3 kilómetros de este sitio está la Hacienda San Antonio Hool que data de la época del henequén y continúa habitada. “También identificamos restos de una noria, corrales y bebederos de una probable estancia ganadera del siglo XVII o XVIII”.

Segundo consejo: No es recomendable hacerlo a estas horas, pero caminar para salir de Las Américas te permite conocer mejor el paisaje. Son 60 estructuras prehispánicas, plataformas rectangulares simples y compuestas con montículos chi’ch’, sartenejas y pozos que llevan siglos aquí comparados con su establecimiento ambulante vecino, el Porkyto Feliz. 

“El comportamiento humano es un fenómeno que se reproduce en el mismo espacio a través del tiempo”. 

Después de una hora de caminata, me acerco a la Plaza Akrópolis, casi en la entrada del fraccionamiento, donde hace tres meses se inauguró una ventanilla municipal para trámites de Catastro, Finanzas y Desarrollo Urbano.

El fraccionamiento fue uno de los más afectados por los huracanes y las tormentas del 2020. El agua entró en las casas, llenó de humedad las paredes, anegó las calles y se llevó parte del patrimonio de los vecinos. La prensa local reportó que muchas familias abandonaron sus casas en camiones de mudanza.

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

 

Una tercera forma, la más drástica, de salir de Las Américas.

Después de esa tragedia que se repitió varias veces durante el año de tormentas, la solución burocrática para atender miles de casas fue, faltaba menos, abrir una ventana. Un plan minimalista como lo fue asignar dos camiones para decenas de miles de personas que transitan por este fraccionamiento. 

Cerca de la entrada intento de nuevo: Hay un conductor cerca de Francisco de Montejo, a 18 minutos. 

Mi último consejo para salir de Las Américas es ser paciente. 


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Edición: Estefanía Cardeña


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