Con motivo del festejo del primer aniversario de la editorial cartonera Candy May, cuya vocación es propiciar: “un espacio para la resistencia, al convocar voces y narrativas antes reprimidas, silenciadas e invisibilizadas”, la doctora Candelaria May Novelo, fundadora del “Centro Cultural y de Derechos Humanos Casa Colibrí” y de la Sala de Lectura “Felipa Poot Tzuc”, en Valladolid, Yucatán, convocó a participar en la antología Carta a mi niña a la cual respondieron escritoras de Argentina, Chile, Colombia, Alemania, así como voces de mujeres de diversos estados de México: Yucatán, Hidalgo, Estado de México, Chiapas, Campeche y Baja California. De norte a sur las voces de mujeres adultas le hablaron a su niña del pasado u a alguna niña cercana a quien deseaban pasarle la estafeta.
Hace unos días, vía zoom, contando con la presencia de varias de las autoras y de la ilustradora y donadora de la espléndida portada, Kikí Suarez, alemana de nacimiento, chiapaneca por elección, la antología se presentó en sociedad, prometiendo circular de manera cartonera y a través de los medios tecnológicos.
Candy se vuelve la voz de tantas al compartirnos:
“A la Candy niña por todos los dolores, injustamente vividos, por todas las alegrías negadas, los silencios ante sus necesidades, por los abrazos ausentes y los besos que no llegaron. Por todos los no que la lastimaron. A todas las niñas que les negaron una niñez digna y libre de violencias. Y también para las que sí tuvieron la dicha de una infancia feliz”.
Gracias Candy, por invitarme a bordar el prólogo.
[…] “No digas, porque se va a enojar”, “no digas, porque se va a sentir”, no digas, no digas, no digas… y crecimos sin decir, sin preguntar, sin opinar, como las estatuas de marfil: “sin reír, sin cantar, sin una mano, sin la otra…” y, aun así, a pesar de todo, mudas… desde el inicio de los tiempos, sostenemos el mundo.
La antología ‘Carta a mi niña’, que hilvanó Candelaria May Novelo, incansable justiciera de las causas en favor de los más frágiles, en especial de las mujeres, nos propone escribirle a nuestra niña lastimada, para explicarle el porqué de los dolores y los miedos, de cómo los hemos ido venciendo y sanando las heridas. Cartas llenas de reencuentros, donde nos comprometemos con nuestra niña interior y la invitamos a ser ella misma, tal cual, sin candados ni tabús, sin los frenos que nos han impuesto las religiones, los gobiernos: el sistema del patriarcado que nos quiere en propiedad, a su servicio, bajo su control, amarradas por el miedo y la ignorancia.
Cartas, asimismo, llenas de esperanza y ánimo a las nuevas generaciones, intentando evitarles caer en nuestros errores […] a causa de ese enorme deseo que nos urge amar y ser amadas, como cuentan las historias de amores con las que alimentaron nuestra fantasía, en las que nos dijeron llegaría un príncipe azul a cuidarnos y salvarnos del dragón y que viviríamos felices por siempre… al final, tendrán que vivir la experiencia de crecerse ante la decepción y aprender que no existe el “me equivoqué”, que nos llena de culpas, si no, él, no era por ahí, que nos lleva a recuperar y zurcir nuestros pedacitos, hasta descubrir que nunca estaremos solas porque nos tenemos a nosotras mismas.
Crecerse en resiliencia y juntarse con otras que están también en camino para hacer alianzas sororas y sanar, apoyarse, empoderarse, acompañarse y crecer.
Carta a la niña universal que es promesa y luz que nos alienta, alimenta nuestra esperanza y nos borda en punto de cruz e hilo contado en un TODAS, para juntas, hacer puentes de comunicación, inclusión y justicia donde, al fin, tengamos cabida, TODOS.
Carta a mi niña, nos invita a cerrar el año haciendo presente a todas las niñas, grandes y chicas, que ya no están con nosotras y cuya muerte sigue siendo vergonzosamente impune. Y también, nos llega con la esperanza de que si nosotras fortalecemos a nuestra niña interior a través de este dialogo amoroso, el año que estamos a punto de estrenar, nos impulsará a querernos más, respetarnos, a entablar alianzas sororas y generosas donde, junto con los hombres consientes y libres podamos proclamar: ¡Basta! ¡Ni una más!
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