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La belleza contrastada de Vergel

Historias para tomar el fresco
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

A Lourdes le gustaría abrir las ventanas y ver un paisaje hermoso, casas arregladas y calles limpias. No basura, no abandono, no mantas de vecinos enojados que advierten que están vigilando. Lourdes Magaña es comerciante, tiene 58 años y vive en Vergel desde octubre de 1989. La suya es una casa impecable, con flores en la terraza y el árbol de navidad intacto, donde vive con su perrita y una de sus hijas.

“Mi mamá nos enseñó que, hasta como terapia, es importante dejar bonito tu espacio. No digo que el lujo, ni riquezas materiales, pero con poco se puede tener un espacio lindo”, dice. 

La palabra vergel significa “huerto con variedad de flores y árboles frutales”. También es el nombre de una colonia del suroriente de Mérida que tiene cuatro etapas. Hace 33 años, a Lourdes le asignaron una casa con el crédito Infonavit en la calle donde por muchos años hubo una placa con el osito de Bimbo: casi todos los hombres de la cuadra eran trabajadores de la empresa. Para entonces, la fundación de Vergel II era muy reciente.

Ella vive cerca de la primera calle principal de la zona, la 10 B. En esa época, lo que hoy es Avenida Pedagógica era monte, pero cuando construyeron Vergel III esa avenida se convirtió en la calle principal, el crecimiento se enfocó en esa zona que conecta con la salida al municipio de Kanasín y la otra avenida, la Quetzalcóatl.

“Toda la colonia perdió la vida que tenía y se trasladó a ese lado”, dice.  

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzamán

 

Un mosquito revolotea en la sala y Lourdes se adelanta a decir que esto no es nada. En la calle hay un pozo donde las personas vierten el agua sin dejar que se seque y eso forma nubes de mosquitos que terminan por entrar a todas las casas. 

“A mí me da gusto cuando las casas están arregladas, hasta te vas de buen humor al trabajo. Lo otro es contaminación visual. Yo lo entiendo, cuando no hay recursos no tienes ánimo, te enfocas en lo que es importante. Pero hay personas a las que se les ve el ímpetu de tener algo bonito, bien cuidado, porque te ayuda”, explica.

Vergel tiene un paisaje de mototaxis y bicicletas; tiene más árboles que muchas otras colonias; casas despintadas o muy estridentes (algunas conservan las luces y adornos de navidad); y calles con grafiti sobre los muros grises que resaltan las esquinas apagadas. 

Algunos murales son verdaderas obras de arte urbano y una expresión de la cultura pop. Datoer, un popular artista del grafiti en Yucatán, tiene una obra hiperrealista de Bad Bunny y otra dedicada a las mujeres del sector salud por su trabajo durante la pandemia. Hay rostros, animales, frases, caricaturas y garabatos. Unos estallan de color el paisaje, otros lo afean. 

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzamán

 

Así es Vergel un poco: lo que en otro lugar podría pasar desapercibido, resulta más bello o feo sobre el contraste. Por ejemplo, el acuaparque.

El acuaparque o “la aguada” era una sascabera enorme de donde se extrajo el material de construcción, “el sascab” o “tierra blanca”. El hueco se convirtió en un verdadero vergel: tenía piscinas, lago, cascada artificial, puente, muelle para hacer picnic, canchas, ciclopista, tobogán, estacionamiento, flora y fauna. Hasta que las últimas tormentas lo inundaron todo. 

Una cinta amarilla acordona el lugar que todavía conserva la belleza de un parque frondoso. Otros días no sé, pero este miércoles por la noche hay varios coches estacionados en la entrada de piedra, en uno de ellos una pareja platica, alumbrados por la luz de un celular. Desde aquí no parece abandonado, la laguna está tranquila pero inaccesible, se alcanza a ver el techo de una palapa y los barandales del puente casi flotando. Todo lo demás es agua. Como la sascabera es enorme, hay otro ángulo oscuro y más cercano a las casas, donde no hay ninguna cinta que impida asomarse. Desde ahí, el acuaparque parece un pantano del terror. El agua es espesa y hay ramas secas y basura. Vergel y sus contrastes.

“La aguada en algún tiempo fue novedad. Pero murieron varias personas ahogadas, parece que quedaban enclavados y no podían salir. Luego se abandonó, después le pusieron toboganes y un muelle, volvió a ser novedad. Después con los huracanes se volvió a abandonar, y ya está”, dice Lourdes.

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzamán

 

El estereotipo de Vergel, como muchas otras colonias del suroriente, la dibuja como una colonia insegura. Alvar Buenfil lleva casi toda su vida ahí desde que su familia se mudó hace 29 años. Sobre la percepción de que en Vergel hay bandas delictivas dice que es algo que sucedió hace muchos años.

“Un par de veces hubo balazos, pero eso fue cuando yo tenía siete años, como en el 97 o 98. Luego esas personas crecieron, se empezaron a casar o se fueron. Con decirte que yo puedo salir a las tres de la mañana con mi novia y no pasa nada, nadie te dice nada. La colonia es más de gente mayor”, dice.

A sus amigos de la infancia no los ha vuelto a ver, las fiestas en la colonia cada vez son menos. Recuerda que antes los niños salían a la puerta a platicar, cerraban la calle con piedras para jugar fútbol o iban al parque de las tumbas:

“Lo que extrañaría de Vergel es más ese tipo de convivencia, algo que veo que no sucede y ha cambiado en la colonia. Los chavitos están ahora sentados en bolita pero mirando el celular, ya casi no salen”. 

 

Foto: Rodrigo Díaz Guzamán

 

El Parque de las Tumbas en realidad se llama, por alguna razón, “Bodas de plata” y hoy está vacío. Debajo del nombre rotulado en azul con el logo del gobierno municipal, aparecen tres números para llamar a Emergencias. 

Es un sitio arqueológico de vestigios habitacionales con características del estilo Puuc. Una placa presume que aquí hubo presencia humana del año 600 al 1,100 después de Cristo y se encontraron objetos domésticos como ollas, platos, objetos de obsidiana, piedra caliza, jade y conchas. 

Los vecinos lo llaman así porque presenciaron el hallazgo de los entierros de mayas prehispánicos cuando se realizaron las excavaciones arqueológicas. Encontraron 19 cuerpos con sus respectivas ofrendas. En la placa informativa puesta por el mismo Ayuntamiento, se explica que la composición espacial y las ofrendas son indicadores de la condición social de las personas enterradas aquí.  

“Dicen que en Día de Muertos no puedes sentarte ahí porque salen las almas”, dice Alvar riendo. 

Hace cuatro años se mudó de la casa donde había vivido siempre para irse cerca de la Macroplaza, 8 kilómetros más al norte. Pero volvió porque Vergel se siente más familiar. Le pregunto cómo imagina a la colonia en el futuro y, como Lourdes, habla de la belleza: “Yo lo imagino como es ahora. No creo que cambie porque siempre ponen algo bonito y como que en seguida lo echan a perder”.   

Ambos han pensado irse de Vergel, pero ante la pregunta de ¿a dónde se irían?, los dos responden: No muy lejos. 

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Lea, de este mismo autor: La colonia México Norte o el Líbano en Mérida
 

Edición: Estefanía Cardeña


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