Ecos del congreso de mujeres de 1916

El bicho me regaló tiempo y espacio para aterrizar un sueño: bordar la novela Mi abuela tenía razón, con retazos de sus cuentos, notas que pepené de aquí para allá y la historia de la península que investigué en libros varios.

Conforme me adentraba en el tiempo, me llamaba la atención la falta de conocimiento que padecemos sobre nosotros mismos. Probé preguntando si conocían a Salvador Alvarado, las respuestas fueron únicamente dos: “que era el nombre de un estadio deportivo o que mandó a quemar la catedral”. Nadie mencionó que luchó contra la esclavitud, ni que estableció una biblioteca en cada municipio y hacienda y que, al terminar su gestión en 1918, se habían construido más de mil escuelas que eran atendidas por 2 mil maestros y con un presupuesto de 2 millones y medio de pesos equivalente al 40 por ciento del presupuesto total de egresos del gobierno estatal. 

Sorprende encontrar un gobernante capaz de comprender que la educación es el sustento de una sociedad sana. Quizá esto no sea conveniente.

La curiosidad se fue acrecentando. Hay que tener elementos para poder emitir juicios. Y es así, como encontré que el General Alvarado llegó a Yucatán en 1915, enviado por el presidente Carranza, cinco años después del inicio de la Revolución Mexicana, y que al encontrarse con la realidad que padecían las mujeres de todos los estratos: unas morían de hambre y otras de tristeza, antes de cumplir un año al frente del gobierno, inauguró el Primer Congreso Feminista  de Yucatán el 13 de enero de 1916  que se realizó en el Teatro Peón Contreras en Mérida, con Consuelo Zavala como Presidente del Comité Organizador, siendo el primero de su tipo en México y el segundo en América Latina, 

Entre los considerandos del Congreso, encontramos su propósito:

(…) “es un error social educar a la mujer para una sociedad que ya no existe”.

(…) “que no se le reivindica colocando sobre su tumba el epitafio romano “cuidó de su casa y supo hilar la lana”, pues la vida activa de la evolución exige su concurso en la mayoría de las actividades humanas”.

(...) “es necesario que la mujer obtenga un estado jurídico que la enaltezca, una educación que le permita vivir con independencia”.

600 mujeres llegaron desde todos los rincones del estado. La organización de semejante evento, fue realmente una hazaña: invitaciones, transportes, alimentación, hospedaje, y todos los etcéteras que puedan surgir en algo nunca antes visto. 

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Puedo imaginar esa calle 60 retumbando con el eco de cientos de castañuelas provocadas por los tacones presurosos de mujeres henchidas de preguntas, ilusiones, temores y alegría. Encuentros, en la entrada del teatro, de miradas y sonrisas cómplices, curiosas, gentiles, tímidas, sororas, sin saber que algún día así habrían de llamarse.

Si bien, la visión y realización del General Salvador Alvarado es de reconocerse, el Congreso Feminista en Yucatán que en pasados días festejamos su 106 aniversario, no hubiera sido posible sin una Rita Cetina Gutiérrez, quien en 1870 publicó la revista para señoras y señoritas La Siempreviva, con cuyo nombre abrió una escuela para ofrecerles a las niñas materias esenciales para su formación intelectual, más allá del piano y el bordado de manteles y de la Normal para señoritas de donde surgieron maestras que se diseminaron por toda la península, permitiendo que Alvarado tuviera la tierra fértil para desarrollar infinidad de proyectos en beneficio de la mujer.

Este reporte al presidente Carranza nos sorprende por su sensibilidad: 

“El servicio de las casas ricas y acomodadas se hacían por docenas de pobres mujeres, indias o mestizas que vivían encerradas, trabajando incesantemente, sin más salario que el techo, la ropa y la comida, inútiles para la vida libre, estériles para el amor, muertas para la esperanza. Esta especie de enclaustradas silenciosas y resignadas, pasaban su existencia monótona y triste, sin protestar siquiera, sin poder ser oídas por nadie, sin tener noción cierta de una vida mejor”.

Hoy, 106 años después, aún quedan muchas materias pendientes que tienen, a hombres y mujeres, como Salvador y Rita, para solucionarlas juntos.

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Edición: Estefanía Cardeña