La turbulencia mundial en contexto

Adentrarse en las profundidades de los estragos causados por la pandemia es abrir la caja de pandora. Responsabilizarla de lo que está sucediendo en todas las esferas de la vida es justo y necesario. Hace unos días el Foro Económico Mundial (WEF) publicó el Reporte de Riesgos Globales 2022 en su decimoséptima edición, donde se puntualizan las amenazas ocasionadas por el Covid-19. Si bien algunas ya existían, otras se han agravado hasta el punto de volverse motivo de preocupación de los líderes del orbe. 

La erosión de la cohesión social es la mayor que se vislumbra de entre 37 amenazas, esto por la desigualdad producto de la pérdida de empleo, lo que ha profundizado el resentimiento que va a la par del deterioro de la salud mental con 53 millones de depresivos caminado por el planeta, la desilusión juvenil, la fractura de las relaciones, la desigualdad digital, entre la larga lista de afectaciones que incluyen también las amenazas ambientales en una segunda categoría como el clima extremo, pérdida de biodiversidad, crisis de recursos naturales, entre muchas más.

A nivel global las amenazas tienen diversos plazos. Se extienden hasta los 10 años para, quizá, ver la luz al final del túnel, ya que las enfermedades infecciosas son un riesgo latente que seguirá endeudando a los países y a las familias que ven afectados sus medios de vida. Enfrentar el incremento de la atención médica, apoyar a las empresas, así como la inseguridad alimentaria, elevan el gasto público. A los riesgos sociales y ambientales, se suman los políticos, económicos y tecnológicos. 

Mantener el equilibrio entre las cinco categorías evaluadas es un reto de los países que requiere de esfuerzo conjunto. Se calcula que a nivel mundial hay 97 millones más de personas en pobreza extrema lo que a largo plazo ocasionará la migración involuntaria, así como las confrontaciones geoeconómicas provocadas por las alertas para evitar los viajes y el control de las entradas y salidas de personas y productos. Las economías más fuertes han mitigado con más éxito los efectos en comparación con las emergentes que han visto mermada su capacidad de contar con las vacunas para inmunizar a su población y de esta manera atenuar los efectos de los brotes. 

Otra de las preocupaciones son los fallos en la ciberseguridad ahora que se ha acrecentado el uso de aplicaciones en todo tipo de transacciones. La transición energética a energías limpias también sufre afectaciones, a la fecha son sólo 10 de las principales economías las que han aportado 561 mil millones de dólares para combatir el cambio climático que está provocando el deshielo de los glaciares por lo que urge atenderlo. Los desastres naturales son cada vez más intensos y la pérdida de especies amenaza la biodiversidad. 

La totalización de los efectos intensifica el desequilibrio mundial y debilita, aún más, a las economías emergentes cuyo endeudamiento per cápita aumenta ante la incertidumbre del fin de la pandemia por la aparición de nuevas mutaciones. Se esperan frecuentes “sustos inflacionarios” a los que tendrán que resignarse los sobrevivientes. 

Las decisiones de los gobiernos requieren de cautela para enfrentar las múltiples amenazas que podrían llevar a la catástrofe. El alcance de una política errónea puede tener el efecto mariposa e impactar el resquicio más remoto. Por fortuna sigue guardado el espíritu de la esperanza que ayuda día a día a sobrellevar todos los males que liberó la nueva década.

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Edición: Estefanía Cardeña