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del

Una ola de amor y de ternura

El oficio de vivir
Foto: Andrés Silva

Gracias a Marcela y Jazhiel, por este regalo de vida

A pocos días de que llegaste, me dispongo a escribirte unas líneas de bienvenida, para que cuando puedas leer te enteres de lo que estaba pasando en tu entorno mientras tu padre cortaba el listón de inauguración que, hasta ese momento, te mantenía orgánicamente unido a tu madre.

Me pongo a teclear hasta ahora porque te confieso que, aunque te esperábamos como se espera siempre a un nuevo miembro de familia, con una mezcla de ilusión y zozobra, al verte por primera vez me quedé sin palabras y sumergido en un mar de ternura desconocido e inmenso. Las palabras van llegando de a poco, como podrás ver. La ternura, va encontrando explicación.

Pero antes que nada te confirmo que naciste un sábado 2 de abril de 2022, en el trópico, a las 18:44, con 44 grados de temperatura en el ambiente, en un hospital de Lindavista, una colonia al poniente de Mérida, Eres mi primer nieto; te llamas, por decisión de tus padres, Andrés Trejo Silva. No sé si traías tu torta bajo el brazo, lo que sí me queda claro es que cubrebocas no trajiste y espero que no tengas que usarlo nunca.

Digo, sin temor a equivocarme, que eres un niño post-covid y espero que pronto, seas postguerra, porque has de saber que en una zona lejana de donde te tocó nacer algunos hombres se peleaban entre sí, por las mismas cosas absurdas de siempre.

Si te sirve de consuelo te diré que nadie llega a un mundo absolutamente bueno, ninguno de nosotros, ni de nuestros ancestros y eso no está del todo mal: ¿por qué tendemos a idealizar un mundo sin problemas, sin conflictos? ¿Tendría sentido que la batalla de esa simiente que culminó en la fusión de dos células para darte origen, al llegar encontrase un mundo de pura plenitud, puro placer, sin cosas por cambiar para conseguir cierta dicha de vez en cuando? Son preguntas que quizá tendrás que responder en algún momento; ojalá que yo esté aquí todavía para jugar a encontrar respuestas, también de vez en cuándo.

También te quiero decir que es importante saber de ese mundo siempre convulso, pero lo que más nos toca, en donde más podemos hacer es en aquello que tenemos a la mano, cerquita, en lo inmediato. 

Fíjate que después de muchos años de andar batallando y discutiendo con propios y extraños, me cayó el veinte sobre algo que debería ser muy simple distinguir: así como existe un mundo que nos concierne, en general, también hay una Patria de todos y hay una patria individual, ambas se entrelazan, se empalman, se pelean, chocan, se repelen y, muchas veces, se besan. 

Ambas, a veces, andan todas atolondradas y doloridas; la una ha sido violada constantemente por quienes se autonombran sus próceres; la otra, muchas veces la dejamos olvidada, abandonada, sola.

La una tiene mares, ríos, valles, montañas, pueblos, historia; la otra tiene manos, ojos, rostros, historias; las dos son la mirada y la sonrisa de nuestros hijos, la compañía de un amigo, el navegar del ser amado mientras duerme. Ambas son producto de nuestra lucha cotidiana.

Entonces, uno anda siempre en un ir venir que a veces nos confunde. Pero créeme, es más fácil de lo que imaginamos dejar esa confusión, sabiendo que ambas siempre son perfectibles; no son cosas dadas, no son dádivas, ambas se construyen todos los días, a cada minuto, a cada instante, pero lo que nos toca, de antemano, es cultivar la más cercana, con cabeza, corazón y mucha fuerza.

Encuentro la explicación de la ternura que produces justo en donde esos dos espacios que construimos se juntan: cuando un niño se va antes de haber vivido lo suficiente, se rompe el flujo generacional, por eso el dolor nos toca a todos, lo mismo sucede cuando llega alguien nuevo a formar parte de la especie: nace una generación de esperanza.

Pues eso es lo que me hiciste pensar y lo que pasaba en torno tuyo mientras nacías: el mundo hecho un relajo, pero qué crees: apenas se enteraron nuestros familiares y amigos de que ya habías aterrizado, se soltaron las llamadas, en una de ellas terminamos todos chille y chille de la pura emoción de ver en foto tu primer llanto; los hermanos por elección y los parientes más cercanos y más lejanos celebraron tu llegada.

Ahora que escribo pienso en cómo serás cuando lo leas. Tal vez sólo verás las parrafadas de un viejo medio orate, cursi y muy chechón; o, quizá, encuentres aunque sea un pequeño brillo que le dé fuerza a tu camino.

De cualquier modo, lo bailado nadie me lo quita: fue muy conmovedor saber que esa patria chica no lo es tanto y que, en la medida en que tú también la nutras, haremos este mundo, que a veces parece de locos sin remedio, cada vez mejor. 

Contigo ya lo es: recuerda siempre la ola de amor y de ternura que desataste.

 

Edición: Laura Espejo


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