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Territorio y vida digna: ¿cómo elegimos vivir?

Gobernanza y Covid-19 en Yucatán
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

Yassir Rodríguez Martínez

El pasado 26 de marzo integrantes del rubro de observación pueblo maya del ORGA tuvimos la oportunidad de platicar y conocer a dos miembros -Valiana y Angel- del Colectivo Suumil Móokt’aan, quienes gustosamente nos recibieron en Sinanché, Yucatán. La plática giró en torno a su proyecto “Construyendo territorio. A través del solar maya, la milpa y el cuidado del agua” -Táan k beetik k lu’um yéetel soolar maaya, kool yéetel u kanáantbil ja’-, mediante el cual buscan mantener una forma de vida digna y que al mismo tiempo posibilite el cuidado del territorio.

Si algo tienen claro los colectivos y organizaciones mayas preocupadas por el territorio es que existe una diversidad de actores que lo entienden como un simple recurso para generar ganancias económicas, lo cual conduce a su explotación y contaminación. Para Valiana y Angel el territorio es algo más complejo, como nos indicó Valiana: “tiene varios sentidos, uno es cuando hablamos de territorio en su sentido legal, que es el territorio comunal, ejidal… el otro aspecto tiene que ver más con nosotros, con la comunidad, con cómo lo sentimos, abarca no solamente el territorio del monte, sino que abarca lo que hacemos, lo que habitamos, lo que caminamos, lo que vemos… el agua por supuesto, lo que está abajo, el suelo… pero ahí se complejiza porque también es nuestra manera de relacionarnos, la fiesta es territorio también, ahí se hace también el territorio si lo queremos poner en ese aspecto, porque es lo que permite hacer comunidad… para nosotros, nosotras el territorio es aquello que nos permite hacer comunidad y seguir siendo comunidad y en eso está todo ese entramado complejo de ceremonias, saberes, sabores, creencias, de todo…”.

Precisamente esta idea de que el territorio permite hacer comunidad quedó evidenciada durante la aún vigente pandemia. Valiana nos indicó que durante la crisis sanitaria la “economía local se fortaleció muchísimo”. Las personas se dieron cuenta de la importancia de intercambiar hortalizas, pescado, vender los productos a precios accesibles y así depender menos de la “gente de afuera”. También se dieron cuenta -por lo menos algunos- de que en las comunidades se puede vivir una vida digna, feliz. En sus palabras “… la vida digna es como esta manera que tenemos o posibilidad que tenemos de elegir realmente lo que nos da alegría ser, es algo que no tiene cabida en conceptos académicos, ni de instituciones… es el gozo de habitar un espacio”.

Valiana y Angel han elegido defender el territorio y luchar por una vida digna; una tarea que no han generado en aislamiento y que tampoco se quieren guardar sólo para ellos. Como nos comentó Ángel: “… desde el solar lo que nosotros estamos intentando es abrir este espacio a un espacio de aprendizaje, no solamente aprender lo que hay aquí, sino cómo podemos compartir los conocimientos y saberes que las personas tienen”.

Es una elección de vida que no es fácil, que implica romper con formas de vida establecidas, cuestionarse de dónde viene uno y hacia dónde se quiere dirigir, es una forma de vida que busca -como se indicó previamente- distanciarse de la mirada hacia el territorio como recurso eminentemente económico. En ese sentido es una elección de vida que se debe “tejer en conjunto” y, por ende, compartir con otros. Ángel señaló al respecto: “sí, es una vida de muchos retos, es una forma de vida que hemos intentado recuperar, que queremos compartir, que no es imposible, que no es imposible vivir como lo hacían nuestras abuelas y abuelos”.

Así, Valiana y Ángel, al mismo tiempo que defienden el territorio, construyen territorio. Construyen territorio iniciando por su hogar, en el cual y mediante el cual pueden comer bien y sano; territorio en el cual pueden sembrar y cultivar sin agroquímicos; territorio en el cual puedan cuidar el agua -mediante la adaptación de tecnologías como los sanitarios secos-; territorio-hogar que se edifica con los saberes constructivos de sus abuelos y abuelas, y en el cual se cuida de otras especies, como lo es el caso de la abeja melipona.

Acercarse al proyecto de Suumil Móokt’aan permite cuestionarnos sobre nuestras elecciones de vida, posibilita pensar nuestra posición ante el territorio y preguntarnos ¿cómo elegimos vivir?, si como partícipes en la reproducción de una forma de vida establecida que mira todo desde la lógica del mercado o si podemos descentrarnos de esa vida y comenzar a defender y construir territorios de vida digna. Síganos en: http://orga.enesmerida.unam.mx/https://www.facebook.com/ORGACovid19/; https://www.instagram.com/orgacovid19  y https://twitter.com/ORGA_COVID19/.

 

Edición: Laura Espejo


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