de

del

Las batallas mágicas en la selva maya

En la obra el verde ya se había tornado en un café rojizo, pegajoso y yacían cadáveres putrefactos de monos
Foto: Raúl Angulo Hernández

La guerra comenzó con las lluvias; una noche, cuando concluyó la última jornada. La cuadrilla se dirigía al campamento: hombres y mujeres polvorientos, cabizbajos, obligados a robarle horas al reloj, en un frenesí de marchas forzadas. Al llegar, encontraron catres y hamacas destrozados, hechos jirones; sus maletas, destripadas, como si una jauría de minúsculas fieras hubiera enloquecido.

En silencio, recogieron el desastre; pusieron orden al caos bostezando, maldiciendo entre dientes su mala suerte, y, de paso, al capataz. No sabían que ese sería solo el inicio; no sabían que el asedio había comenzado. Simplemente, recogieron sus cosas, las empacaron de nuevo, y se acostaron a dormir. Nadie le dio importancia a ese primer suceso; cayeron como troncos, durmieron sin soñar.

La jornada siguiente comenzó al amanecer. Desde hacía tres meses, todas las cuadrillas doblaban turnos con el objetivo de concluir la obra en un plazo menor al que se había acordado. Ya habían cortado, con el escalpelo de los caterpilar, la densa selva; ahora tocaba aplanar la indómita laja para colocar el balastro. Sobre el balastro irían las rieles, y sobre éstas, al fin, el tren. 

Trabajaron en silencio, como sonámbulos; el verde ya se había tornado en un café rojizo, pegajoso, en donde yacían cadáveres putrefactos de monos. Todos ellos vestían chalecos naranjas, que en la noche espantaban a las luciérnagas extraviadas. Los grillos, esa misma tarde, dejaron de cantar; ya sólo se escuchaban las taquicardias de los martillos neumáticos. 

Al regresar al campamento, una lluvia de piedras arreció sobre ellos; a uno, la metralla le abrió una ceja, lo que le provocó un profuso sangrado. A otro, un certero tiro en la oreja le dejó el lóbulo colgando. Corrieron, poniéndose los cascos de nuevo, intentando buscar refugio de aquella sorpresiva ira. Con linternas buscaron, en vano, a los atacantes. 

La ofensiva se repitió durante siete noches seguidas, dejando más de veinte heridos, uno de ellos perdió el ojo derecho. Los capataces trajeron potentes reflectores, para iluminar la noche en la selva desvirgada. Aún así, los ataques no cesaron; al contrario: cada noche se intensificaron, hasta que los trabajadores, a pesar de las amenazas de los capataces, se negaron a volver a trabajar. 

Pidiendo protección, cerraron los tramos de la carretera paralela a las vías del tren que construían; en los medios se reportó que la huelga era para pedir mejores salarios, ya que los encargados de la obra evitaron que los verdaderos motivos se conocieran; ningún periódico o portal informativo dio cuenta del asedio nocturno al campamento; ninguno reportó los mutilados de aquellas batallas nocturnas. 

En este paréntesis, tregua que duró también siete días, un grupo de ancianos se internó, mintiendo, al monte; ni sus familias conocieron sus motivos. Dormían al salir el sol y despertaban en las tardes, y durante toda la noche, alrededor de una fiera fogata, moldearon con esa tierra rojiza un ejército de homúnculos, a los que le colocaron ojos de frijol y dientes y uñas de maíz, los bautizaron con cera de nueve colmenas, los ungieron con ba’alche.

Al alba del octavo día, los ancianos regresaron a sus casas, y retornaron a sus actividades habituales; nadie les preguntó a dónde habían ido. Ese mismo día, los campamentos volvieron a latir con sangre nueva: una legión de trabajadores provenientes de otros tramos e incluso un batallón del Ejército. La obra se reanudó, aún con mayor efervescencia. 

La noche cayó, y con ella llegó, primero, el silencio. Se habían dispuestos turnos nocturnos, pero el ruido de la destrucción se escondía en una suave brisa, hasta que veinticuatro certeros tiros, que parecieron disparos, cegaron las torres que pretendían suplir al sol. Unas nubes ocultaron la luna, los trabajadores y soldados escucharon a su alrededor cómo una multitud los rodeaba. 

Personas que estuvieron ahí y con los que platiqué meses después recuerdan que antes del ataque escucharon tres silbidos —dos cortos, cortantes, y uno largo, tan largo como la cuaresma. Ese ejército de las penumbras no se remitió a bombardear a los obreros con piedras, sino que corrían entre ellos mordiéndoles y arañándoles las piernas. A mí me lo contaron aún con miedo, contagiándome sus escalofríos, como si estos los generaran corrientes eléctricas. Después de esas pláticas, me invadieron las mismas pesadillas de los veteranos de estas batallas mágicas en la selva maya, y pueden que me hayan incluso invadido fantasías; hay momentos en los que no sé qué es real y qué no, como ahora. 

La última y definitiva ofensiva duró siete días, hasta que de nuevo los obreros se negaron a seguir trabajando. Los heridos, en esta batalla, fueron más de cien; uno aún convalece en un hospital, con pronóstico reservado. Los encargados de la obra amenazaron a los obreros para que regresaran a trabajar; sobre ellos pendía igual una espada: la del tiempo. Cuando vieron que las amenazas no surtieron efecto, suplicaron. 

El rumor de los ataques ya se había regado, como pólvora, entre todos los trabajadores de la obra, que comprende cientos de kilómetros, y ninguno quiso trabajar ahí. Los encargados, de espaldas ante la pared, decidieron cambiar la ruta de ese tramo. Como no podían revelar la causa real, señalaron que el motivo había sido un amparo promovido por organizaciones ecologistas. Mientras los medios replicaban esta versión, en otro de los tramos de este proyecto ferroviario se encontró muerto a un obrero, abrazando a la última ceiba del trazo que a su cuadrilla le tocaba cercenar; el muerto sonreía, sonreía con lujuria

[email protected]

 

Lea, del mismo autor: Habla la lengua de los aliens y eso es lo único que importa

 

Edición: Laura Espejo


Lo más reciente

¿Corren riesgos las candidatas?

Editorial

Enrique Galván Ochoa

¿Corren riesgos las candidatas?

La 'mañanera' de AMLO de hoy, 25 de abril de 2024

Ministro Luis María Aguilar ''guardó expediente'' de adeudo multimillonario de empresas de Salinas Pliego, dice el presidente

La Jornada Maya

La 'mañanera' de AMLO de hoy, 25 de abril de 2024

Con 258 votos a favor, diputados aprueban reforma a Ley de Amnistía

El pleno inició la discusión de 71 reservas, aunque 22 serán enviadas al Diario de los Debates

La Jornada

Con 258 votos a favor, diputados aprueban reforma a Ley de Amnistía

Acusan en Texas a más de 140 migrantes por intento de ingreso masivo a EU

No se reportaron heridos durante la supuesta entrada del 12 de abril en El Paso

Ap

Acusan en Texas a más de 140 migrantes por intento de ingreso masivo a EU