Habla la lengua de los aliens y eso es lo único que importa

Las nubes que viajan por los cielos de Monterrey son bombardeadas, esperando que el yoduro de plata, el incienso de los meteorólogos, siembre ahí gotas de agua; el milagro de una ciencia aún chamánica, moderna danza de la lluvia. La sed del mañana, que hoy es noticia en Nuevo León, ha pasado a segundo, tercer plano, eclipsada por noticias y personajes que sacian nuestra necesidad de evasión de la realidad. Y así con los otros sucesos que marcan hitos y definen nuestro futuro. 

Un sistema de pensiones que está haciendo agua; Titanic que chocó con el iceberg de la desidia; un robo de veinte contenedores con oro y plata en Manzanillo, un hambre de poder que ha arrancado las hojas del calendario hasta dejarlo en 2024; avidez que ya nos robó un año, una nueva ola de virus, una oleada de migrantes; desesperados que se ahogan con préstamos gota a gota…

En Estados Unidos, la guerra en Ucrania y las masacres en las escuelas sólo lograron colarse un breve instante en el interés público; fueron rápidamente desplazadas por la consecuencia cimbreante a un chiste sobre la calvicie de una actriz y la escatológica vendetta en un lecho marital. Este es un dato real: Los eventos que mayor cobertura han dado los medios estadunidenses en los últimos meses han sido la agresión de Will Smith a Chris Rock en la entrega de los premios Oscar y el juicio por difamación entre Johnny Deep y Amber Heard. Todo lo demás se tornó intrascendente. Todo, incluso la vida, incluso la muerte. 

En México ha sucedido igual, tanto por nuestra tendencia a la caprofogia como a la tarea de quienes mueven los hilos de nuestra atención. Por ejemplo: el 24 de mayo se registró el día más violento del año y el segundo de este sexenio, con 118 asesinatos. Ese dato tan importante se ocultó en la bruma por el anuncio de la prohibición de los vapeadores. Una cortina de humo —útil, sutil metáfora— que se convirtió, ipso facto, en trending topic. 

Los titiriteros, en realidad, la tienen fácil. Una influencer de rostro deslumbrante y cabellos teñidos, de nombre Mafe Walker, comenzó a hablar en un idioma alienígena en vivo y en directo; miles, millones, de mexicanos hemos sido ya testigos de esta apóstol de un surreal pentecostés cósmico. Mafe Walker, en gracioso estado de gracia, logró sus migajas de fama, en cadena nacional, brindando las dosis de fantasía con la que nos desintoxicamos de la realidad. Sin embargo, y aunque aún no nos hemos dado cuenta, somos ya adictos a esos chutes; preferimos una dulce mentira que la dura verdad. 

Lo señaló ya el novelista Antonio Ortuño: “Pocos, en estos días, se sorprenden de que disparates así, es decir, la escenificación de evidentes falsedades, se transmitan como si nada en la televisión abierta. Pero en una época en que el rigor de los medios cruje por todos lados, bajo el peso de las incesantes noticias falsas y la manipulación de gobiernos, partidos y grupos de interés, la mesa está servida para que medre todo tipo de charlatanes. Y muchos lo saben, y convierten la credulidad y la desesperación para obtener respuestas de miles de personas en una máquina de hacer dinero. Porque nada es gratis hoy, ni siquiera en el espacio exterior”.

Pasarán de largo el génesis y el apocalipsis, alfa y omega; el amor de nuestras vidas, la cura del cáncer, la primavera y el verano y la sed; inadvertidas serán la muerte del genio y la ascensión del tirano, la tormenta creativa de un genio, la llovizna pertinaz de los malos gobiernos. Tú y yo, ese olvido que seremos. No nos enteraremos de nada: nuestros amigos y familiares no leerán nuestros obituarios; todos estaremos enganchados al escándalo, a ese nuevo circo de freaks en el que se han convertido los medios y las redes. 

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Lea, del mismo autor: Tres libros de poesía para ella

Edición: Estefanía Cardeña