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¿Quién soy?

Los jóvenes dependen emocionalmente de la cantidad de 'likes'
Foto: Fernando Eloy

¿Quién soy? No soy mi madre y sus expectativas, tampoco mi padre con sus temores de manifestar sentimientos; no soy mis hermanas ni mis tías con sus juicios y sentencias. No soy mis ancestros y sus deudas, su herencia de dolores y culpas; hoy, porque puedo, porque los conozco y acepto, elijo lo mejor de todos ellos. 

La semana pasada hablamos, sobre la importancia de darle sentido a nuestra vida, pero eso, únicamente será posible a partir del conocimiento que alcancemos de nosotros mismos. 

Antes, los padres temían que los hijos “se fueran a creer” y lo lograron: crecimos sin creernos suficientemente buenos, ya que ellos procuraban atropellar cualquier manifestación de autoestima que pudiéramos expresar con un fulminante: “Niña, no digas eso, deja que los demás lo digan”. Pero los demás, con madres con vocación semejante, eran incapaces de decir nada que no fuera alguna crítica o exaltación de nuestros defectos. Como consecuencia, aprendimos a manipular: “Como soy tan tonta…”, en espera de alguna reafirmación como “nooo, Chatita, eres muy inteligente”. Que las más de las veces se quedaba un: “Ahhh”. Que no era ni sí, ni no, sino todo lo contrario. 

En los últimos tiempos, los padres, a semejanza de las tendencias del país del Norte, exaltan todas las maravillas de los pequeños, en espera de que sus palabras los conviertan en ese Número Uno al que aspiran tener como hijo. La experiencia de los años me dicen que ambos grupos se enfrentaran con retos que los atropellaran: a unos, su baja autoestima producirán autogoles y el otro, porque al salir al mundo, descubrirá que existe una de infinidad de números Unos que no saben apreciar las maravillas que detectaban sus padres y que trataran de suplir con likes, haciendo lo que sea necesario para llamar la atención de los morbosos y anexas, como lo vemos en las entrevistas de los dizque famosos, que en su desesperación por mantenerse vigentes, están dispuestos abrir los cajones más tétricos con tal de llamar la atención. Nuestros jóvenes dependen emocionalmente de la cantidad de likes y su ausencia les provoca tomar decisiones dañinas. 

“Cuanto tienes, cuanto vales,” nos dijeron y hay quien vive con esa consigna que pesa como plomo y los llena de desconfianza de no saber si realmente los aman por quien son. 

“Ni tanto que queme al santo, ni tantito que no lo alumbre”, solían decir las abuelas. Sería muy sano educar a nuestros chiquitos con la invitación de: ¡Conócete! No compitas con los demás, sé lo mejor de ti mismo. ¡Quiérete! Disfruta la vida. 

Hace unos días estuve en Dzibalché, Campeche, con un grupo de mujeres que, a partir de la invitación de la promotora de lectura Blanca Alicia Pech Salazar en el Centro Cultural El Abuelo, buscan empoderarse a través de la literatura. Iniciaron como autoras del libro cartonero, Mujeres que NO callan, Campeche que edita Ruth Pérez Aguirre, quien continúa multiplicando la invitación a no callar más, a mujeres en otros estados. Ahora, con la invitación de la Dra. Candi May Novelo, preparan Carta a mi niña, Campeche. 

En esta ocasión, con el objeto de elaborar textos con la palabra “soy”, algunas de las empoderadas trajeron a sus cachorritas en proceso de empoderamiento y por los frutos que surgieron del taller, nos dice que ahí van… ¡se atreven! 

“Quien Soy… Soy […] la que no se reconoce cuando mira su reflejo / La que queda muda cuando escucha sus silencios / soy las palabras de otros que rebotan en mi cuerpo / la que escupe rabia cuando grita por dentro. [.] Soy quien soy / mi respuesta queda en suspenso”, fragmento del texto de Gabriela Pech Salazar 

¿Quién soy? Cuesta atreverse a enfrentar ese algo que se esconde detrás de este par de palabra; nos aterra que brinque algo… ¿marciano, tal vez? Por lo que optamos ignorarlas, decisión que nos impide tenernos. Y mientras no lo hagamos, no lograremos tender puentes de comunicación, transparentes y honestos, sin estar siempre a la defensiva, experiencias que construirán relaciones más sanas. 

Soy, más allá del envase que me contiene, de su edad, tamaño y color. Soy, más allá las posesiones y carencias. Soy lo que logro conocer, aceptar, apreciar, agradecer y compartir. 

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Lea, de la misma autora: Sentido de vida

 

Edición: Estefanía Cardeña


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