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Festival A-Part 2022 en los Alpilles, Francia

Zumloh, artista bahameño, se incorporó para pintar en el evento
Foto: Joanna Martin Mardones

Joanna Martin Mardones

La edición del Festival APart 2022, en la que tuve el privilegio de participar como artista invitada, tuvo como una de sus sedes este año, el Silo Alpilles Cereales en SaintÉtienne du Grès a poco más de 90 kilómetros de Marsella, Francia. Mi posición como invitada, pero también mi extranjería desde un país tan distante, como lo es Chile, me hizo tener una perspectiva nueva no sólo del Festival por su originalidad y cómo ha sido concebido por su fundadora Leïla Voight, sino por la distancia cultural que aún persiste en relación a los países latinoamericanos.

La primera actividad a la que asistí, en el contexto del Festival, fue la exposición de la francesa Marie Piselli “OUI” en Les Baux-deProvence, último vestigio del Hotel de Glandevès, monumento histórico en 1904. Sus esculturas, rostros inocentes renaciendo después de la pandemia, hechos con polvo de piedra del mismo lugar, en tono blanco de pequeño formato, proponían una instalación montada en algo que sugiere una gruta dentro del espacio, incorporadas a la solemnidad del lugar, cuya síntesis y limpieza son elemento fundamental como telón de fondo.

Los primeros artistas que conocí fueron Sophie Benini, francoitaliana, que al igual que yo participaba con un mural. Sus configuraciones cotidianas recreaban escenas íntimas como sacadas de un cuento y, especialmente llamativo, lo meticuloso y la ingenuidad de su trabajo en el mural y en las obras de la galería efímera; y, a Giulio Pietromarchi, italiano, fotógrafo-cineasta, también con trabajos en la galería efímera y una propuesta audiovisual en Tarascon. Llamaba la atención en sus fotografías el color, la sutileza y elegancia tratados con exhaustivo cuidado y dominio de la luz, seguramente, por su formación en el ámbito cinematográfico; la atmósfera envolvente sostiene, acoge y abraza desde el fondo del territorio-paisaje que propone su mirada. Pienso en el círculo, el útero, la luna, configuraciones que, desde la profundidad del paisaje, agua-bosque, (con) tienen la figura que transita por ese universo. Luego se nos uniría Zumloh, artista bahameño, que se incorporaría para pintar las setas que cubrieron la parte superior frontal del silo. La secuencia contiene un relato cuya figura central va mutando y el erotismo se asoma misterioso y lúdico con colores puros y predominantes.

En la galería efímera participamos seis artistas, Agnès Mellon era una de ellas. Su propuesta pictórica, agresiva en su visualidad por el metal en desuso como soporte, sugiere formas humanas a partir de la oxidación del elemento, en una mezcla que neutraliza la dureza pregnante del soporte constitutivo de la pieza. Boris Jouanno y Claire Chapuis presentaron grabados en color y en blanco y negro. En Jouanno resalta el trazo de la gubia en una dinámica que privilegia la escena como motivo esencial; mientras que Chapuis, de trazos más suaves, privilegia la gestualidad expresionista con una paleta más variada y un dibujo que, aun guardando distancia con los grabados, persiste en el gesto expresionista.

Finalmente, en Tarascon, la actividad de cierre se inicia en la Plaza Crémieux con un gran picnic para los asistentes, para luego trasladarnos al Castillo de Tarascon, donde el artista Gilles Barbier presentó “El festín del rey René y la reina Jeanne”; perturbadora instalación que dialoga con dibujos y trozos de carne animal.  La tensión propone, desde la disección, la contraposición entre la pureza de las edificaciones arquitectónicas y lo grotesco de la carne en cuanto línea y color; y, la recreación de la abundancia en la realeza a través de la comida bajo el concepto festín, en un entorno que potencia las relaciones semióticas expuestas: el Castillo de Tarascon, fortaleza del 1400, situada durante la Edad Media en la frontera del Condado de Provenza. En audiovisuales, Chrystèle Bazin y Agnès Mellon presentan “Bandes à part”, propuesta inspirada en el movimiento que desarticula la escena fragmentando los espacios en un silencio que se apaga paulatinamente hasta la ausencia total; y, Giulio Pietromarchi presenta “Le Jardin des Tarots”, un paseo por el Jardín de los Tarots de Niki de Saint Phalle. Aquí, el ojo del artista demuestra que cada detalle puede constituirse en obra, pasaje efímero que se continúa-muta en otro, sin perder jamás el hilo del laberinto, urdimbre que teje silenciosa la mirada, discurso que amasa la obra, pieza clave de su propuesta.

* Artista Visual Investigadora y crítica de arte 

[email protected] 

Edición: Ana Ordaz


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