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Chile ante una decisión histórica

Rechazar la nueva Carta Magna no significa el fin de la lucha por un nuevo país
Foto: Ap

El pueblo chileno acudió a las urnas como parte un largo e histórico proceso que puede remitirse a varias décadas atrás, y que, en los últimos tiempos, sobre todo desde los primeros años del siglo XXI, se ha acrecentado por su intensidad y trascendencia. La voz de millones de hombres y mujeres se plasmó con un SÍ o un NO para la propuesta de la nueva Constitución. 

La constituyente, su existencia y proceso que culminó este domingo, al menos en su parte resiente y preparativa de la que podría una nueva Carta Magna, es el resultado indiscutible de ese proceso largo que se originó con el fin de la dictadura de Augusto Pinochet -cuya Constitución promulgada en 1980 sigue vigente, representado un grillete que ha servido para mantener inamovible una serie de estructuras sociales, económicas y políticas arcaicas y antidemocráticas, estructuras a las cuales se ha enfrentado el pueblo chileno en los últimos años- y que con la rebelión de octubre de 2019, mostró a millones de seres humanos en las calles manifestándose y resistiendo la represión del entonces presidente Sebastián Piñera. Ese mar de gentes, de proletarios, estudiantes e integrantes de los sectores populares ha tenido la oportunidad-responsabilidad de sufragar para el posible el fin de uno de los últimos resabios de la inhumana dictadura.

 

Lee: Chile rechaza nueva constitución progresista

 

El proceso constituyente no estuvo exento de contradicciones, tanto al interior de quienes integraron la convención como representantes de los diversos sectores del pueblo, como por el inicio de un nuevo gobierno encabezado por Gabriel Boric, señalado como parte de una “nueva ola de progresismo”, aunque en los hechos y desde su comienzo, muchas de sus formas se han alejado de las alianzas de la izquierda continental y han puesto en duda sus alcances reformadores. Además, en las semanas previas, se han incrementado los conflictos con las comunidades Mapuches, siendo un sector social de su importancia y cuya actividad política de resistencia ha marcado también las últimas décadas.  

La propuesta de nueva Carta Magna tiene en su interior una serie de reformas que propician el camino legal para la restauración de muchos de los derechos elementales humanos violentados por las insanas décadas del neoliberalismo chileno, sectores como las mujeres, los propios pueblos originarios y la clase trabajadora podrían verse beneficiados con la implementación de los más de 350 artículos que integra la propuesta legal, por ello, se presentaron una serie de conflictos internos en la constituyente, ya que los grupos conservadores buscaron bloquear o invalidad reformas plasmadas a favor de los sectores sociales mencionados, esto, sin que olvidemos que la ejecución de las reformas propuestas en el documento constitucional a elegir, no evaden factores contradictorios por la lógica del capitalismo, que serían reformulados, pero no eliminados en su totalidad. Los conflictos con la comunidad Mapuche tienen su origen profundo en esas contradicciones, pues la lógica comunitaria de los pueblos originales es por naturaleza contraria en su totalidad a la voracidad acumulativa del capitalismo. 

El pueblo chileno ha tenido una oportunidad histórica de reformular varias estructuras de su sociedad, pero a la hora que este texto cierra su redacción, la tendencia en el escrutinio de los votos muestra una mayoría para el NO (más del 60%), un rechazo que de concretarse deberá ser analizado con la madurez política y la responsabilidad social que requiere. El porqué de esta decisión histórica debe afrontarse aunque incomode. En los próximos días comenzará a observarse el costo de esta inclinación, la sombra de Pinochet aún pesa y se deberán develar las razones. 

La decisión del NO –si es oficial su victoria- no significa el fin de la lucha por un nuevo Chile, pero si obliga al replanteamiento de sus formas y seguramente abrirá las calles al regreso de las movilizaciones sociales. La esperanza de una “hermosa plaza liberada” cargada de justicia sigue, a pesar de todo.



Edición: Estefanía Cardeña


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