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Cecilio Perera: ​​hombre y guitarra en un sólo ser

Saca sonidos de los rincones más recónditos del instrumento, mismo que pareciera una extensión de su humanidad
Foto: www.cecilioperera.com

Como decía el poeta: la tarde languidecía dulcemente… Eran las 17:15 cuando entró un mensaje a mi Whatsapp: Hola Jorge, tengo un boleto gratis para ti, en caso que quieras venir a mi concierto  esta noche, saludos… el mensaje era de mi admirado y querido Cecilio Perera. Claro que iría, cómo perderme un concierto de tan talentoso y hábil guitarrista, consolidado ya como uno de los grandes maestros del orbe en este hermoso pero difícil instrumento. 

A las 19:36 en punto llegamos mi chaparrita y yo al Palacio de la Música; la cola de gente era bastante larga; en lo que voy por los boletos mi compañera se va a formar hasta el final de la fila de los que entrarán al evento, ya en la taquilla pido el boleto de obsequio y pido otro para Adriana, terminado el trámite me dispongo a salir para formarme y me encuentro con Margot, la esposa de mi amigo Enrique Martín, se dan los saludos obligatorios y le digo: ahora nos vemos, me voy a formar; sorprendida, me dice:¿Cómo que te vas a formar?  No, espérate, ahora que venga Enrique entramos, él va a hacer la presentación de Cecilio y, bueno, gozando de ese privilegio entramos. Cuarta fila y al centro, que es mi lugar favorito para escuchar los conciertos de música; la gente empieza a entrar y a acomodarse, hay entre el público los protagonistas de siempre, los que van a lucir sus mejores galas, los que se sienten importantes y hacen los ademanes exagerados para hacerse notar, los que sólo se sientan y siguen con el adictivo celular; en fin, son muy diversos, a mi lado se sienta una señora y de inmediato empieza su whatsappeo que duró todo el concierto, la verdad no sé a qué fue, lo incómodo es que se sentó a mi lado y la sufrí, (un rato). 

Tercera llamada y Enrique Martín, hace la presentación de nuestro querido paisano. Como siempre sus textos son sobrios y muy certeros, muy ciertos; al terminar, el gran aplauso para recibir a Cecilio es estruendoso, nuestro artista sale con la guitarra en mano, paso firme, con esa solidez que da el camino recorrido, el conocer ampliamente lo que hay que hacer en el escenario, la solvencia que da el estudio y el profesionalismo. 

Cecilio porta un traje sin corbata, lo cual le da a su imagen un toque más relajado; de hecho eso transmite, lo cual se agradece. Pareciera tímido pero no, tiene una personalidad muy agradable, como de niño ingenuo. Al dar su primer acorde, empieza a surgir el otro ser, los arpegios de su guitarra van acentuados con el compás de sus movimientos corporales, sus gestos faciales acompañan a sus glissandos,  a sus armónicos, a sus pizzicatos, cada uno es un gesto en particular, sus rasgueados le dan otra imagen a su rostro: pareciera sufrirlos, al igual que sus trémolos: sus matices, cuando son suaves, le llenan el rostro de ternura y los fuertes le endurecen las facciones. A veces patea, tira su cuerpo hacia atrás y lo regresa, como diciendo aquí estoy. 

Cecilio saca sonidos de los rincones más recónditos del instrumento, pareciera que la guitarra es la continuidad de su humanidad y lo que ella siente se lo transmite y, entonces, se da la magia: hombre guitarra en son, un sólo ser; además imagínense a este par, interpretando a Mozart, Rossini, Bizet, Joaquín Rodrigo, Gerardo Tamez, Armando Manzanero, Consuelo Velázquez y otros, ¡tremendo! 

Y en la segunda parte, bajo la batuta, ondea la melena de Cecilio, frente al Cuarteto Yucatán que hizo un gran trabajo siguiendo las indicaciones a veces suaves, a veces violentas.

Cecilio marcaba la variedad de matices a interpretar; bellos y conmovedores los arreglos para las cuerdas. Marina Razumovskaja estuvo también en la parte complementaria, dando un toque aún más emotivo con sus coreografías y el sonido encantador de las castañuelas.

Los aplausos fueron interminables al concluir el evento, la ovación fue de pie y el conjunto nos regaló una pieza más y de nuevo el gran aplauso. A estas alturas me había olvidado de la señora de al lado, que por cierto seguía a todo lo que daba con sus mensajes, supongo que hoy estará presumiendo que estuvo en el concierto de Cecilio, claro, platicando con su comadre. ¡Sí fue! Se los juro, yo la vi, pero no estuvo, se lo perdió.

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Edición: Emilio Gómez


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