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Creo en México

¿Realmente nos independizamos o simplemente cambiamos de etapas y dueños?
Foto: David Rico

Hace unos días conmemoramos la Independencia de México. ¿Independencia? ¿Realmente nos independizamos o simplemente hemos ido cambiando de etapas y dueños?

Como quiera que sea, considero que para poder independízanos tendríamos que iniciar haciendo un recuento de lo que representa México para nosotros y lo que estamos dispuestos a comprometernos para lograr aterrizar el sueño. 

Hoy les comparto una rebanada y anexos de un poema que, en una fecha semejante, escribí.

Creo que 222 años de ser México son muy poquitos para cuajar en el país que hoy apenas vislumbramos.

Creo que el festejo de la Independencia nos invita a reflexionar sobre dependencias e independencias necesarias para liberar al ser humano que vive en nosotros.

Creo que el aniversario de la Revolución nos conmina a revolucionar toda cadena y rejas que limitan nuestras alas y nos roban la creatividad, identidad y risa compartida.

Creo que como país de apenas 222 años de intentar amalgamar los miles previos al dolor de la conquista, el atropello y rapiña de la misma, los primeros pasos vacilantes de la Colonia, dependiendo de un padre lejano y ausente, y la infancia de la Revolución, tiempos en que un ladrillo mareaba a cualquiera, hoy nos encontramos en plena adolescencia, que como su nombre lo dice, inmersos en la inconsciencia, consumismo, competencia y frivolidad, nuestro país aún adolece de claridad de pensamiento y autoestima; sobre todo del sentido común, el menos común de los sentidos, pero ahí va.

Creo que después de la noche más oscura, siempre amanece y al final del invierno más crudo siempre llega la primavera, después de la adolescencia más resistente se madura y que México florecerá a pesar de los gobernantes de miras cortas, los partidos políticos mercantiles, los comerciantes voraces y la indiferencia que nos carcome.

Creo que somos más los convencidos de que sólo juntos, remando en una misma dirección: el bien común, saldremos de este bache de tiempos inciertos, donde lo más fácil es quejarse, culpar, abusar, desconfiar, exigir apoyos, rumiar el desconsuelo y sentarse a esperar que mágicamente alguien arregle todo.

Creo que hoy, más que nunca, sigue vigente el consejo de los abuelos que nos dice: que dar un pescado al hombre, no le da las alas ni la dignidad que le ofrece el enseñarlo a pescar.

Creo en la herencia cultural que me legaron mis abuelas y abuelos de aquí y de a cuyá, hombre y mujeres trabajadores, solidarios y valientes que se crecieron ante la adversidad y supieron comprometerse con sus sueños.

Creo que este es un tiempo de privilegio para detener la prisa y aprender de lo vivido; de reconocernos para ser capaces de reconocer al otro; de tejer alianzas solidarias con nosotros mismos, con nuestra pareja, los colegas, los amigos: con la comunidad.

Creo que México merece que nosotros el 15 de septiembre más allá de ponernos “hasta atrás” en su “honor”, nos pongamos “hasta el frente” en su beneficio los 365 días del año.

Creo que en el recuento somos muchos más los hombres y mujeres de bien, que buscamos la belleza, la bondad y la justicia, el amor y la felicidad; creo que la luz siempre, siempre vence a las tinieblas.

Creo que nos encontramos en un tiempo maravilloso donde estamos aprendiendo a respetar y tolerar a las personas más allá del color y género de su envase, opción política, sexual y religiosa,

Creo que más allá de toda demagogia, trabajando unidos, produciendo, integrando a todas las piezas de este mosaico de diversidad que nos conforma, al medio ambiente que nos alberga y con respeto, honestidad y justicia, en comunidad, iremos bordando la nación libre y soberana que merecemos.

Creo que hoy es mejor que ayer y que, a pesar de los malos agüeros que enferman el alma, mañana será la consecuencia de este hoy con el que me comprometo.

Creo que la lectura abre ventanas, fortalece y ensancha horizontes, nos alimenta con información, ideales y sueños.

Creo que los hombres y las mujeres lograremos construir un puente de comunicación sin competencia ni sumisión, que nos permitirá apoyarnos para alcanzar a ser lo mejor de nosotros mismos. 

Creo en mí, creo en un nosotras, en nosotros… ¡Creo en México!

[email protected]

 

Lea, de la misma autora: Historias que se bordan en la memoria
 

Edición: Estefanía Cardeña


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