Hace generaciones en este país buscamos las formas de sobrevivir a la violencia, heredada, transmitida, forzada, impuesta. Con el paso del tiempo cada generación tuvo su propia tragedia que tomó dimensiones políticas, o históricas. Para quienes caminamos en la temporalidad que abarca el siglo XXI la violencia tomó una cara más iracunda y quienes habitamos México tuvimos que hacerle frente en todos los rincones del país.
Con el paso de los años sobrevivimos a múltiples violencias, tratando de inventarnos una vida. Para inventar la vida, gran parte de la población tiene que hacerle frente al dolor del que hemos sido víctimas, pero hay muchas heridas que se sienten como llagas abiertas. Por ellas mana la sangre de la que brota la resistencia, pero también la que asfixia del dolor si no somos capaces de mirarnos a los ojos y a los corazones.
Hoy han pasado ocho largos años. No hay contabilidad temporal en días, horas, minutos o segundos que parezca razonable para interpretar el abismo de dolor donde han estado sumergidas familias y comunidades enteras donde todas somos daños colaterales. Ahí, del otro lado del abismo donde estamos sumergidas, se asoman los poderosos, vestidos de diferentes colores y aventándonos decenas, centenas, millares, de fojas, expedientes, fotos, videos, palabras, conferencias de prensa, discursos huecos, verdades históricas y mañaneras.
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Desde ahí arriba, parece que la solución pasa por su afilado dedo índice. El que hace unos años sentenciaba la verdad ahora es el mentiroso, y quienes ahora aplauden en un corro infame de retórica son quienes esgrimen la bandera de la supuesta verdad. Anuncian con bombo y platillo que hoy darán información relevante, acusan a muchos y otros tantos se les escabullen de su autoproclamada verdad. Más honorable sería no decir nada, agachar la cabeza y aceptar los reproches, pues no hay papel que aguante, video que ilustre o rueda de prensa que concluya con la búsqueda de los estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos.
Mientras escribo estas líneas pienso mucho en el simbolismo del dedo índice que nos dota de la capacidad de señalar pero que cuesta muchísimo trabajo voltearlo para que apunte a los verdaderos culpables. La búsqueda de la verdad pasa por la capacidad de los dedos flamígeros de los impartidores de justicia, porque dejen de apuntarse entre ellos y los usen para señalar cuál fue el paradero de los 43 y ya después de eso nos digan ¿por qué? Y ¿cómo ellos, cada uno de los funcionarios que integran e integraron el Estado, fueron parte de todo esto? No solamente los representantes en el 2014 sino los del 2022 porque cuando se señala a una institución, no cambia su responsabilidad mientras su existencia siga siendo exactamente la misma.
Fue el Estado.
Y el Estado ahora está representado todas las mañanas por Andrés Manuel López Obrador ¿cómo se irá a hacer responsable de la gran parte que le toca?
Fue el Estado.
Fue el Estado.
@RuloZetaka
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