“Fuego, poder, energía
Que me da la pauta,
levantarme cada día”
Mexikan Sound System - Ritmo Mundial
Carbón Animal (Editorial Jus, 2018) es un libro de la escritora brasileña Ana Paula Maia que nos acerca a un pueblo que podría parecerse a muchos pero que no logramos descubrir en la primera mirada en que se diferencia de los demás. Cuando tomé este libro en mis manos por primera vez, fue a raíz de una recomendación cruzada, en el podcast de Antropocenistas de Mónica Nepote y Francisco Serratos. Hablaban un poco de otro libro de la autora, pero hicieron referencia a este y el enigmático título me atrapó, en seguida me lo encontré en la librería en línea y lo pedí.
Aun con el referente y el interés me doy cuenta que escribir esta invitación me cuesta: rescribo este texto más veces de lo normal pensando si es posible hacerle honores al primer gran acierto que me impactó profundamente desde el inicio de la lectura, pero al reflexionar sobre todo lo que sentí al estar con la mirada puesta durante escasos días sobre la breve novela mejor decido enlistar y presentar sus grandes aciertos que creo pueden, a diferente de toda la narrativa del texto, ser una bocanada de aire fresco.
Y es que el aire fresco escasea en el ambiente de la obra pues en general es sombrío, pareciera que en los parajes que visitaremos siempre está nublado, o al menos, con el ambiente grisáceo. Asistimos a un relato que sucede aparentemente en Brasil, pero con la intencionalidad de que se ambiente en diferentes lugares y bien podría parecerse al bajío mexicano. En ese lugar conocemos en primer lugar a Ernesto Wesley, un bombero con la piel encurtida que enfrenta con mayor valentía que sus compañeros el dolor porque, como descubriremos rápidamente, tiene una curiosa condición física que lo pone en diferente contexto que los demás apagafuegos.
Con él asistimos al primer gran acierto que hago referencia al principio, la autora tiene un conocimiento del fuego como nunca había observado en ningún texto. Nos enfrentamos a un curioso campo semántico que se desdobla mientas conocemos a Ernesto Wesley y aunque para él es contextual, pues su vida gira en torno a él, también observamos que alguna luz se cuela entre los nubarrones para alumbrar las emociones con las que se enfrenta al fuego calcinante de los incendios.
Es en el calor del texto conocemos inmediatamente después al segundo protagonista, Ronivon, que forjará eventualmente una hermandad en las altas temperaturas del dolor con Ernesto. El segundo personaje entiende el fuego de manera diferente, para él es una herramienta con la que se ha vuelto experto en incinerar cadáveres. Su trabajo, en el sótano de la funeraria, se concentra en convertir los cuerpos en cenizas para entregarlas a las familias que perdieron a sus seres queridos.
Estos dos personajes nos guiarán por las diferentes dimensiones del fuego, como enemigo, como calor, como amenaza, pero también como apaciguador espiritual, como analgésico emocional y, sobre todas las cosas, como la tragedia inmediatamente anterior a la dicha, aunque la segunda puede tardar mucho tiempo en llegar. Justo ese preciso instante, antes de que el último resquicio de material se consuma, Ana María Maia nos empuja a descubrir que detrás de la vida consumida también se oculta la vida que nace. El alimento de la muerte también es abono para la tierra de la que brotarán los rosales que sirven de setos de la funeraria que emplea a Ronivon.
Hacia la segunda mitad del libro descubrimos porque el enigmático título tiene mucho sentido, y me guardaré de señalar los giros de tuerca narrativos más pronunciados, pero si tengo que decir que la dimensión del fuego como abrazo ante el dolor es tan grande que uno no sabe si los personajes son resilientes, o simplemente son trágicos.
Para ir cerrando esta invitación, quisiera decirle a quien dedica unos minutos a leer mis invitaciones, que Carbón animal no me parece un libro fácil. A veces pudiera revolver el estómago por el olor que emana la lectura pues logró hacerle trampa a mi mente y sentir cómo me envolvía la humareda pero, por otro lado, también me ayudó a llevar el dolor que actualmente me acongoja, sentí que hay algo más fuerte que todo y es la reproducción de la vida y a pesar de que todas las cenizas de nuestros recuerdos se hayan esparcido en el viento, siempre habrá alguna que dichosa se mezcle con la tierra, para ser composta de un nuevo y luminoso atardecer.
@RuloZetaka
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