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Foto: La Jornada

Partidos, organizaciones y personajes políticos de la oposición marcharon ayer del Ángel de la Independencia al Monumento a la Revolución para protestar por la iniciativa de reforma electoral que el presidente Andrés Manuel López Obrador envió recientemente al Legislativo para poner fin a los dispendios que tienen lugar actualmente tanto en el Instituto Nacional Electoral (INE) como en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), reducir el número de legisladores y la subvención pública a los partidos y, lo más significativo, elegir a los funcionarios electorales mediante el voto directo de los ciudadanos.

Los adversarios del gobierno afirman que tales medidas atentan contra la democracia y buscan “la destrucción del INE”, como lo dijo el único orador del acto, José Woldenberg, quien fungiera como primer presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), antecesor inmediato del INE.

De acuerdo con el ex funcionario, la iniciativa de reforma electoral ha sido “impulsada por una sola voluntad”, lo que atentaría contra el pluralismo político y representaría la alineación de la autoridad electoral con el gobierno.

Más allá del choque de posicionamientos, está claro que lo que se encuentra en juego es la disputa por dos conceptos muy diferentes de la democracia: el mantener una democracia representativa tradicional como la encarnada en el modelo del instituto, o avanzar hacia una democracia participativa que incluya verdaderamente a la ciudadanía en la toma de decisiones, desde la elección de quienes conformarán los órganos electorales hasta los temas de gran trascendencia que se someten a mecanismos de consulta popular.

Esta encrucijada supone probablemente el mayor diferendo entre el gobierno de la Cuarta Transformación y sus opositores, y sin duda alguna es el que les ha permitido a estos la mayor movilización y adhesión en los ya casi cuatro años desde que pasaron del poder a la oposición.

Debe destacarse que la marcha convocada por los adversarios del gobierno se efectuó en paz, sin ningún obstáculo en su recorrido, en plena normalidad democrática. No hubo represión, provocaciones o conductas alejadas del civismo, ni por parte de los manifestantes ni de las autoridades, y el proceso de la reforma electoral seguirá su curso, sean cuales sean los resultados, por el cauce institucional pertinente: el del Poder Legislativo.

 

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Al margen de las indudables y fuertes diferencias entre los asistentes a la movilización de ayer en el Paseo de la Reforma y la presidencia de López Obrador, hay que felicitarse de que en el México actual se viva este clima de libertades por encima de la crispación política, de la polarización e incluso de la degradación del debate público.

Cabe esperar que esta tónica se mantenga en cualquier futura manifestación en torno a desacuerdos políticos.

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Edición: Emilio Gómez


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