25N: Balance desde la gobernanza

Sara Esperanza Sanz Reyes y María de la Luz Delgado Gómez

El 25 de noviembre se establece como el Día Internacional para la erradicación de la violencia hacia las mujeres en memoria de las activistas dominicanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, asesinadas en 1960. Cada año, este día nos convoca a tomar un papel activo en la defensa de la vida e integridad de las mujeres a través de llevar distintivos, socializar información, manifestarse y en general, hacer un frente común que permita terminar con la epidemia de violencia basada en el género.  

En Yucatán no somos ajenas a esta convocatoria, por el contrario, en las últimas semanas hemos sido testigos de la publicación de programas de actividades rumbo al 25N tanto desde las instituciones del gobierno, sociedad civil y academia. Por parte del gobierno, se han entregado a diferentes instituciones el Distintivo Violeta como mérito por su compromiso y capacitación en el tema, se han realizado infografías y videos que se socializan a través de las redes sociales y hay un cartel interesante de actividades que incluye talleres, brigadas, ciclos de cine, mesas de trabajo y podcast. 

Desde la Sociedad civil organizada, se invita a la reflexión, al tejido de redes para la movilización y sostén en la memoria de problemas históricos, las brechas entre el derecho y el acceso a la justicia, así como las denuncias no atendidas por feminicidio o el caso Julisa. Desde la academia, se generan espacios de diálogo y difusión de investigaciones con perspectiva de género. 

No obstante, llama la atención, que estas fuerzas de activismo cada 25N aparecen desarticuladas, como si cada quien tuviera su opinión sobre cuáles son las demandas y las formas en las que estas deben visualizarse. Por otro lado, se encuentran las personas que no participan de ninguno de estos ámbitos y posicionamientos políticos como son las mujeres y hombres que transitan por cualquier calle de las ciudades y pueblos de Yucatán. ¿Por qué a pesar de tanta información, vías de concientización, protocolos de actuación o campañas de atención y prevención que ponen en marcha los gobiernos y la sociedad civil, la violencia a la mujer continúa en aumento? 

Quizá la respuesta nos la otorga un ejercicio etnográfico realizado recientemente: 1) Mientras caminamos por la calle 47 y Prolongación Montejo en el centro de la ciudad miramos fijamente un espectacular morado con una fotografía de una mujer adulta que lleva en sus manos artículos de limpieza para el hogar y la siguiente frase: “No seas parte de la violencia simbólica”. Dicho espectacular forma parte de la campaña Brigada violeta promovida por la Secretaría de las Mujeres y, 2) Apenas avanzamos una cuadra encontramos el monumento a Francisco de Montejo repintado y vuelto a repintar para borrar las denuncias públicas de decenas de mujeres que han sufrido violencia de género.

Para enredar un poco y desenredar después ofrecemos la definición de violencia simbólica del sociólogo Pierre Bourdieu: “La violencia simbólica es esa coerción que se instituye por mediación de una adhesión que el dominado no puede evitar otorgar al dominante (y, por lo tanto, a la dominación) cuándo sólo dispone para pensarlo y pensarse o, mejor aún, para pensar su relación con él, de instrumentos de conocimiento que comparte con él y que, al no ser más que la forma incorporada de la estructura de la relación de dominación, hacen que ésta se presente como natural”.  Estas dos experiencias y la definición en una corta caminata nos permiten explicar cómo las líneas de acción para erradicar la violencia de género en Yucatán se encuentran en caminos paralelos.

Por lo tanto, insistimos en convocar a procesos de retroalimentación para mejorar el desempeño y motivar la participación para promover la mejora de las políticas públicas con perspectiva de género. Por ejemplo, saber el avance en la instalación de los Institutos Municipal de las Mujeres o las Unidades de Igualdad de Género en las dependencias de la Administración Municipal y realizar jornadas periódicas de rendición de cuentas, que cuenten con el carácter de ser participativas y tengan la presencia de traductores. Asimismo, la información debe ser publicada en espacios públicos y contar con amplia difusión.

Eliminar la violencia de género nos convoca a todas y todos; quienes estamos involucrados debemos asumir una postura ética y respetuosa para tejer redes donde se conecten las demandas y se encuentren las vías de acción de forma conjunta. 

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Edición: Estefanía Cardeña