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Festividades y resistencias

Gobernanza y Covid-19 en Yucatán
Foto: Fernando Eloy

Julián Dzul y Abrahan Collí

Las fiestas de fin de año significan, para muchos colectivos, oportunidades de encuentros. Encuentros que se ven interpelados por memorias sociales que miran hacia atrás y hacia adelante. No es que sea una cualidad exclusiva de estas festividades, pero las de esta época se celebran particularmente recordando ayeres e imaginando mañanas. 

Los farolitos y “bombitas” de las infancias en las ramadas provocan nostalgia a adultos de Mérida de cuando podían salir a las calles en las noches de diciembre con mayor seguridad. En las letras y tonadas de los cantos de “la rama” es posible rastrear diversas tradiciones afromexicanas y caribeñas que los pequeños custodian en la memoria, a la par de tejer entre hermanos, vecinos y amigos, formas de intercambio, integración y participación social. Cabe señalar que no se canta igual de pueblo a pueblo. En Kanasín, por ejemplo, se puede escuchar, de pequeñas voces, melodías propias de poblaciones tabasqueñas, y que hoy enriquecen el paisaje sonoro de las navidades de la localidad. 

Así como las ramas, los novenarios, posadas, convivios son espacios de encuentros con los que muchos pueblos mayas se acompañan en resistencias frente a situaciones críticas, estrechando lazos comunitarios y compartiendo bienes y alimentos. Las visitas a los artísticos belenes domésticos en Teabo y otros pueblos del sur de Yucatán; o la danza enmascarada de Abraham e Isaac en Dzitnup, Valladolid, o el p’a p’úul en Mama y en Suma de Hidalgo, son algunas de aquellas prácticas de orden lúdico y celebrativo que conforman los complejos modos de resistir y hacer comunidad, en donde el trabajo de las mujeres, sus negociaciones y gestiones son imprescindibles.

Diferentes sucesos que acontecen durante la temporada festiva dan cuenta de lo anterior, que parece más latente tras la reactivación de las fiestas y los encuentros masivos tras la pandemia. Este año, a diferencia del anterior, se ve con mayor seguridad que fiestas tradicionales se lleven a cabo, cuidando las medidas sanitarias vigentes. No está demás señalar a los pueblos que vierten sus complejos celebrativos en estas fechas, tales como Tizimín, Espita, por ejemplo, o Xkanchakán, cuyos habitantes veneran un antiguo Niño Dios que, a decir de los creyentes, está hecho de “meollo de agua", o Cansahcab donde en la cabecera se festeja a los Reyes Magos de una antigua hacienda henequenera de la zona. 

Asimismo, las festividades de fin de año representan una oportunidad de ingreso económico para muchos. Desde los que manufacturan piñatas y decoraciones navideñas hasta de quienes se dedican a la preparación de alimentos.

Cuando hay ciclos que concluyen o reinician, tiempos que se cierran o que empiezan, asoman oportunidades que reactivan oficios particulares y economías distintas a lógicas comerciales o religiosas hegemónicas. Esto se advierte en las posadas vecinales con generosas reparticiones de máatan y t'ox, así como en las donaciones que los junteros y socios realizan para sus celebraciones gremiales. Todas estas prácticas festivas se tornan en dispositivos que forjan y construyen a diario comunidades políticas en resistencia, con las cuales es posible seguir enfrentando situaciones favorables y críticas. Síganos en: http://orga.enesmerida.unam.mx/; https://www.facebook.com/ORGACovid19/https://www.instagram.com/orgacovid19  y https://twitter.com/ORGA_COVID19/.    

 

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Edición: Laura Espejo


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