El término “ingeniería social” tiene sentidos absolutamente contradictorios, según el contexto en que se emplee.
En la informática, alude a la posibilidad de manipular a una persona obteniendo de ella información sensible en torno a su privacidad; en esos terrenos, la ingeniería social se vincula con el robo de datos a través de las redes sociales o de cualquier medio electrónico de comunicación donde un usuario tenga almacenada información sobre sí mismo o sobre la empresa o institución en que labora. (La estrategia también contempla estrategias para el conocimiento de los hábitos y rutinas de una persona, así como la revisión de su basura tanto real como virtual).
En los terrenos de la Ciencia Política y la Antropología, la ingeniería social busca transformar los hábitos de un conglomerado humano, para ir dando forma a un ámbito específico de la vida social desde una perspectiva ordenada y con objetivos claros.
En el fondo, la perspectiva antropológica de la ingeniería social busca ir más allá de la parálisis que en ocasiones generan las utopías en relación con problemas sociales concretos; muchas veces esas utopías cierran las posibilidades de solución de algún flagelo social al determinar que el mismo sólo podrá resolverse con el cambio estructural. La perspectiva científica, sin embargo, considera inútil su esfuerzo si finalmente sus afanes no tienen alguna repercusión en la vida cotidiana de los seres humanos y así, desde finales de la década de los setenta del siglo pasado, se comenzó a desarrollar la perspectiva de la Ingeniería Social, misma que se fundamenta en la obtención y sistematización de información en torno a la manera en que los individuos y grupos sociales se vinculan en el tiempo y el espacio. (Digamos entonces que tanto en la informática como en las Ciencias Sociales, la información es la materia prima del trabajo en ingeniería social).
La ingeniería social de cuño antropológico busca fundamentalmente construir vida comunitaria, es decir, estilos de convivencia, formas de resolución de conflictos, fundamentos para asumir la relación equitativa entre diferentes y desiguales y, sobre todo, formas de organización comunitaria. En palabras del Dr. Jesús Galindo, se trata de juntar las diversas escalas de conocimiento de lo social (desde las que provienen del sentido común y la sabiduría popular, hasta las que emanan del mundo científico-académico), para resolver problemas concretos de convivencia y / o instrumentar estrategias de desarrollo comunitario.
En ese sentido, un primer paso importante es la ubicación situacional del problema, es decir, la explicitación clara del tiempo y el lugar donde el problema se evidencia, lo cual nos permitirá ir determinando poco a poco sus antecedentes y sus consecuentes.
En el caso del bullying, a simple vista parece un fenómeno que se da en los pasillos y en los baños de las escuelas o en los sitios aledaños a las mismas, en horas de descanso o a la salida de las horas de clase. Estos datos, sin embargo, deberían confirmarse y afinarse para tener una mejor perspectiva de los hechos, pues estos deberán vincularse con el contexto general para determinar cómo se incrusta ese problema dentro de un sistema de información vigente y a partir del cual los individuos ordenan sus formas de convivencia.
Provisionalmente, podríamos decir que el bullying es una forma de interacción que ocurre dentro de un esquema de información en el que los signos de violencia ocupan un lugar dominante. Si nosotros logramos comprender la forma y el sistema jerárquico en que opera ese sistema de información que genera el bullying, entonces podríamos tener una oportunidad real para combatirlo mediante la estructuración de nuevas formas de interrelación humana.
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