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Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

Yucatán es hoy un estado más libre que hace 25 años. A muchos puede no gustarles esa aseveración, pero si la analizamos veremos que es del todo cierta. Los cacicazgos pesan menos y están en franca retirada en Mérida y, sobre todo, en el interior del estado. Hace un par de décadas unos cuantos podían decidirlo todo en una pequeña comunidad, especialmente el rumbo político-electoral. 

Eso era posible porque la economía era tenue, los espacios de trabajo contados y todo estaba en manos de unas cuantas familias. Quienes no obedecían podían ser rápida y severamente sancionados. Para controlar un pueblo y ganar sus votos, bastaba reunirse con unos cuantos y asunto resuelto. Reunirse con los dueños del pueblo era ganar el pueblo. 

Sin embargo, Yucatán acumula un largo y sostenido periodo de crecimiento, uno que ha traído libertad a las comunidades, por lo menos la libertad económica básica frente a estructuras cuasi-coloniales de control político. En cada rincón de nuestro estado podemos encontrar nuevas fuentes de empleo en invernaderos, plantaciones de hortalizas, granjas, maquilas y plantas de manufactura, hasta el Tren Maya entra en esa ecuación. 

Los empleos ya no son monopolio del sector público o de las familias de siempre. Ahora el patrón de muchos es una compañía nacional o internacional que no está en manos del cacique en turno. Así, los ciudadanos pueden decidir lo que quieran en muchos aspectos sociopolíticos y de su vida, y nadie puede presionarlos dónde más duele: en la cartera del pago laboral. 

En ese contexto, uno debe preguntarse por qué muchos políticos en pleno 2023 insisten en esos eventos en los que se reúnen con la clase política de siempre en el interior del estado; esas reuniones con alcaldes, ex alcaldes, operadores políticos y demás. Esas fotos pareciera que se pudieran intitular reunión con “La Mafia del Poder”, pues muchos ciudadanos ven esas fotos como la reunión de quienes buscan el poder estatal pactando con quienes han ejercido el poder en sus comunidades, raramente para bien. La clave es reunirse con el ciudadano de a pie y con quienes producen de forma efectiva. 

Se ganan unas decenas o centenas de votos de quienes pactan y se pierden los sufragios de los miles que ven confirmado el discurso que -hay que reconocerlo- AMLO ha logrado sembrar en la conciencia social sobre la necesidad de sacudir y barrer a la clase gobernante. 

El país está en medio de una transformación -y no hablo de la Cuarta Transformación-, es una transformación global en la que hay una molestia universal contra las elites y los grupos gobernantes de siempre. Ese es nuestro contexto de humor social efectivo. 

En ese sentido, es increíble que en un estado que se ha modernizado radicalmente en los últimos 25 años, donde los ciudadanos producto de la expansión económica se han liberado de las ataduras más rígidas del cacicazgo, la apuesta de algunos de los posibles candidatos de la izquierda o la derecha ideológica sea por ir al interior del estado a pactar con las mafias del poder locales. Algo de verdad no están leyendo bien y se pueden llevar más de una sorpresa. Esa es una corrección para pensar. 

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Lea, del mismo autor: Tempus rerum imperator

 

Edición: Estefanía Cardeña


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