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¡Cuántas palabras!

Tantas maneras de responder y nosotros nos contentamos con un simple y mentiroso: ¡bien!
Foto: Enrique Osorno

Con un “¡cuantas palabras tiene!”, me sorprendió un pequeño visitante a la Filey, cuando les di la bienvenida en el pasillo, al mundo de los libros, los amigos, las aventuras y el conocimiento. Logré dominar el asombro que me provocaron las suyas, y pude responderle: Si yo te pregunto, ¿cómo estás? Lo más probable que me digas: “bien”. ¿Estás realmente bien? Las respuestas podrían ser mucho más ricas y variadas. “Estoy encantado de estar en la Feria de la lectura, es mi primera vez”. “Mira, rompí mi cochinito para comprar muchos libros de aventuras”. “Hoy es mi cumpleaños y vine a festejarme…” ¡Hay tantas maneras de responder! Y nosotros nos contentamos con un simple y mentiroso: ¡bien! Conformé hablaba, sus ojos se abrían más y más.

La sorpresa del niño me ha acompañado desde entonces. Comencé a observar con verdadero terror la pobreza del lenguaje a la que hemos llegado y lo peor, no veo signos de trabajos de recuperación. La pandemia y sus consecuencias aún no quedan claras. Se quitaron las restricciones y la gente se ha dedicado a reactivarse socialmente, con hambre atrasada y urgencia. Los adultos tenemos experiencia en socializar. Lo extrañamos. 

En cambio, en las primarias y jardines de niños, los maestros han visto que los niños regresaron a clases apagados, tímidos, pero que la cercanía de otros pequeños los ha ido reactivando.  Los jóvenes, en cambio, aún se encuentran en el proceso de descubrirse. Casi tres años de relacionarse a través de la pantalla, a veces apagada, hacen que muchos sigan escondidos detrás de tapa bocas, a manera de protección. La palabra y el análisis se han ido diluyendo engullidos por las imágenes que desfilan con prisa. Las respuestas son inmediatas en forma de caritas, así como el empoderamiento del ego, a través de likes, trampa mortal para muchos que fincan su autoestima en la voluntad de los otros.

La observación continuó y descubro que no son sólo los jóvenes, los adultos en las redes intercambiamos estampitas religiosas, memes políticos, saludos vestidos de colores y alegría, caritas y corazones que me llenan de más preguntas. ¿Quién los hizo? ¿Son gratuitas? ¿Qué esconden? ¿Qué tanto sabemos de los alcances de la inteligencia emocional que se ha colado a nuestras vidas observando, tomando nota, husmeando nuestra intimidad; miedos, fortalezas, tabús, secretos? ¡Ayyyy! Y nosotros, como niños chiquitos, intercambiando juguetitos sin medir alcances, por este lado y, por el otro, desperdiciando uno de los más grandes regalos que nos ha dado la humanidad a través de los siglos: el lenguaje.

¿En qué momento el hombre de las cavernas logró expresar que sentía sed? Seguro que pasaron muchísimos años hasta que pudo personalizarla con un: “Tengo sed”. Y después, ¿cuántos miles de años tuvieron que transcurrir para que lograra transformar la palabra “sed” a metáfora y así poder expresar la profundidad de su inquietud espiritual. “Oh Dios, mi alma está sedienta de ti” (Salmo 62).

Los adultos, ante la pregunta ¿Cómo estás? Invariablemente, responden: “bien”. Cosa que agradecemos porque si no, la retahíla de quejas desesperadas por salir no llegaría a su fin. No tendría que ser así. El lenguaje es mucho más rico que eso. En la maya chiapaneca, la respuesta a la pregunta: “¿cómo está tu camino?”, una respuesta es: “Estoy sentada en un corazón”. ¡En el gozo!

Me encontré a un par de jóvenes inmersos en su celular. Cuando les dije: “Oigan, ¿por qué están conectados con los lejanos en lugar de estarlo entre ustedes ? La respuesta me atropelló: “Ehh, estamos chateando entre nosotros”. ¡Gulp!

Hace años descubrí que la sección de tarjetas para distintas ocasiones ocupa un enorme lugar en los supermercados de USA. Felicitamos y enamoramos ¡con palabras ajenas! 

No sería más lindo escribir, aunque sea en una servilleta: “¡Me encantas!”, “Eres un regalo en mi vida”, “¡Tienes un no sé qué, no sé dónde, que me pone no sé cómo!”

¡Auxilio! ¿Qué hacemos? ¿Podríamos comenzar a ejercitar el lenguaje en el wasap saludándonos con palabras? ¿Respondiendo preguntas? ¿Inventado nuevas? ¡Conectándonos!  Sí, tengo muchas palabras y quiero más.

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Lea, de la misma autora: La paz es una opción personal


Edición: Estefanía Cardeña


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