de

del

Mestizas, delfines, harakiris y gringas desnudas

Las razones por las que esas palabras fueron exiliadas del periódico eran diversas
Foto: Fernando Eloy

Al principio, había un librito azul. Te lo entregaban solemnemente; un supuesto manual de estilo, con principios básicos del periodismo y una lista de palabras en cuarentena, cuyo uso estaba prohibido. Las razones por las que esas palabras fueron exiliadas del periódico eran diversas: de supuestas connotaciones sexuales a simple aversión personal del autor. Del libro rojo de Mao al librito azul de Martiniano; como en todas, en esa peculiar dictadura no había libertad, mucho menos para escribir. 

Esos grilletes lo único que permitían era remar en las galeras de la redacción, siguiendo tambores que marcaban el ritmo. No pienses, te ordenaban todas las reglas escritas y no escritas de ese lugar de trabajo. Otros, más competentes, lo hacen por ti; sólo obedece. Y con esa filosofía, todas las notas publicadas parecían escritas por la misma persona, sin rasgos que las distinguieran. El mismo estilo, invariable, en un pie de foto de un bautizo y en una entrevista de la sección internacional. 

Sin embargo, ese desierto comenzó a florecer. Al principio, incluso causando el desdén de los censores de la creatividad, como el autor del librito ese, quien desbrozaba ideas como si fueran malayerba. Pero el genio es feroz, y logró abrirse camino. A muchos nos tocó atestiguar esa revolución, que comenzó con una imaginaria pira de libritos azules y con la publicación de crónicas inolvidables. Una de ellas la leí hace veinte años y no logro quitármela de la cabeza; trataba de mestizas, delfines, harakiris y gringas desnudas. 

La firmó Joaquín Chan, quien nunca ha necesitado inventarse algo para escribir historias fantásticas, ya que es de los pocos a los que la realidad les basta y sobra. En 2003, la gente acudía a los periódicos para informarse. Él era reportero, un oficio que sigue practicando. La noticia principal de esa época fue una cumbre que se realizó en Cancún, en la que se dieron cita diversos líderes del mundo. Por primera vez en México, irrumpieron los globalifócos, un grupo heterogéneo en el que coincidían diversas ideologías y causas: había desde ambientalistas hasta anarquistas.

Cancún fue blindado con miles de elementos de seguridad pero aun así las manifestaciones que ahí se realizaron fueron noticia en todo el mundo. Uno de los episodios más comentados fue el harakiri que un ciudadano coreano escenificó en la protesta. Aunque era parte de un perfomance que el mismo coreano ya había repetido en otras marchas, el de Cancún fue el último: finalmente logró arrancarse la vida. El asiático, un suicida sin vocación, murió lejos de su casa, destripado, en un triste hospital del caribe mexicano. 

También la nota murió: Poco a poco, las informaciones relacionadas con esa protesta fueron perdiendo espacio e interés. Sin embargo, Joaquín logró resucitarla. En la marcha participó una falange de mestizas que llevaba sombreros en forma de delfines. Las señoras caminaban sonrientes, saludando como si fuera un carnaval. A muchos les causó curiosidad esa estampa, pero sólo Joaquín logró responder las preguntas que otros se hicieron. Al fin y al cabo, hizo lo que lo define, según Scalfari: “Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”.

Y lo que pasó fue surrealista. Un grupo de activistas, con dinero pero sin brazos, contrató a las mujeres para que participaran en la marcha —desde entonces, hay quien paga para gritar consignas. En un camión, los activistas llegaron a un pueblo y ofrecieron un viaje a Cancún, “con los gastos pagados”. Ellas, más entronas o con más ganas de conocer el mar, fueron las que aceptaron. El camión se llenó y se dirigió, por la libre, al destino. Ahí, las mestizas se bajaron y recibieron esos sombreros de delfines; les dijeron que antes de ir a la playa tenían que integrarse a la marcha. 

Y ellas lo hicieron con gusto. Al principio, la gente les aplaudía, las saludaban, y ellas respondían con sonrisas; veían a los otros contingentes marchar, empapados de sudor, mientras ellas disfrutaban de la brisa del caribe. Sólo al final de la marcha se asustaron, cuando, como le contarían a Joaquín días después, vieron cómo se mató el chinito. Las cosas fueron poniéndose tensas, y ellas decidieron regresar al camión y pedir que las llevaran a la playa. Y así fue. En hipiles, se metieron a las aguas turquesas; la mayoría, sólo remojó sus pantorrillas, pero con eso bastó: caminar en la orilla del mar fue como caminar por el cielo

Joaquín cazó esta historia hasta el pueblo en el que las mujeres fueron reclutadas; ahí las entrevistó y narró posteriormente su historia. Hizo a un lado el librito azul y dejó a su talento en libertad, describiendo la odisea de esas ambientalistas por accidente. La crónica apretaba diversos interruptores del alma de quien la leía, desde la curiosidad a la ternura, y no dejaba escapar incluso la crítica social: Al regresar, varias de las mujeres fueron repudiadas por sus esposos, quienes las acusaron de ir a un lugar donde las mujeres se desnudaban en público.

Pero nosotros no fuimos, no nos desnudamos, le juraron a Joaquín. Fueron unas gringas locas quienes se quitaron la blusa y comenzaron a gritar en la marcha. El reportero realizó la entrevista al aire libre, en el parque del pueblo, tomando notas a mano. La imagen que ilustraba la entrega era la de Joaquín platicando con dos mestizas, ambas sonriendo con sus sombreros de delfines. Una de las características que mejor definen el estilo de Joaquín es su capacidad de poder transcribir diálogos: cuando los escribe, realmente escuchas la voz de la persona de la que habla. 

Así, Joaquín abrió brecha para que el estilo único del periódico conviviera con notas de autor, como las que ha firmado en su fructífera carrera, y han firmado muchos otros periodistas después —y gracias— a él. Muchos hemos aprendido más leyendo los escritos de este periodista excepcional que con el librito azul. Ahora, cuando a trabajos como los de Joaquín no sólo se les cuestiona sino que incluso se les critica, como alguien que los conoce y disfruta estoy obligado a asegurar que nunca he detectado en ellos falsedad alguna. 

Si hay algún periodista que dignifique el oficio es Chanito.

[email protected]


Lea, del mismo autor: Shakespeare en el Kremlin


Edición: Estefanía Cardeña


Lo más reciente

Estados Unidos promete seguir enviando armas a Ucrania

Kiev lanza un asalto masivo en Crimea; Rusia intenta avanzar por el noreste

Ap

Estados Unidos promete seguir enviando armas a Ucrania

América, a la final de la Liga Femenil; elimina a las campeonas Tigres

Las Águilas enfrentarán al ganador de la serie Monterrey-Pachuca.

La Jornada

América, a la final de la Liga Femenil; elimina a las campeonas Tigres

Liverpool confirma que Arne Slot será el sucesor de Klopp como técnico

El holandés de 45 años de edad firmó un contrato a largo plazo

Ap

Liverpool confirma que Arne Slot será el sucesor de Klopp como técnico

Sale continúa en senda dominante; Bravos y Padres dividen doble cartelera

Los frailes ganaron los primeros tres juegos de la serie

Ap

Sale continúa en senda dominante; Bravos y Padres dividen doble cartelera