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El traje del emperador

El cuento de Hans Christian Andersen le da cuerda a nuestras neuronas
Foto: Reuters

En medio de tanta noticia de pompa y esplendor, el cuento del gran Hans Christian Andersen nos regala un hámster para darle cuerda a nuestras neuronas y así, conectar la de pensar. 

 

 

“Había una vez un rey muy presumido. Nunca preguntaba: “¿Cómo estás?, ¿Cómo te sientes?; ¿Cuál te gusta?”. Únicamente hablaba de cosas como: “Mi carroza es la más grande... mi yate el más veloz, mi castillo es el más antiguo... Mi, me, conmigo.  

Las noticias vuelan y un par de pillos, que vivían en otro país, se enteraron de lo presumido que era el rey y decidieron burlarse de él y a la vez, sacarle algún dinero.

Con mucho cuidado prepararon su plan y le enviaron una misiva que decía: “A Su Excelentísima Majestad: 

Hasta París, Francia, nos ha llegado la noticia del exquisito gusto que tiene usted para elegir su vestuario. Es por eso que deseamos presentarle a Su Excelsitud, la tela más hermosa jamás soñada. Es tan bella y maravillosa, que únicamente los seres dotados, como usted, de una inteligencia superior, tienen la capacidad de verla.  Por lo que, si nos lo permite, nos gustaría diseñar, para usted en exclusiva, un traje único en el mundo que deje a todos boquiabiertos de asombro y admiración”.

Cuando el rey leyó la carta, inmediatamente mando su carroza a buscar a los modistos y les solicitó la confección de un traje ultra mega especial.  Le tomaron medidas mientras el rey se manifestaba verdaderamente complacido. Cuando llegó el momento de las primeras pruebas, los modistos le recordaron al monarca, que únicamente las personas inteligentes eran capaces de ver la tela, por lo que éste, a pesar de no haber visto nada de nada… aseguraba que era bellísima.

-¿Qué le parece señor Primer Ministro? –preguntaba el rey, esperando que éste le diera alguna pista sobre su calidad.

-¡Errrr! -tartamudeaba sin saber qué responder el señor Primer Ministro, para no manifestar su ignorancia. -¡Es maravillosa!

El bufón, para no quedar como un tonto, dando una maroma en el aire, respondió ¡Je, je…! Realmente tooooodo es una preciosidad.

El par de pillos se frotaban las manos y le pedían al rey “detallitos”, como: un kilo más de perlas, medio kilo de rubíes, tres cuartos de esmeraldas, tres carretes de hilo de oro, cuatro de plata y muuuchas joyas más para adornar el conjunto, mismos que como por arte de magia, aparecían en un tris tras.  

Por fin llegó el día donde el rey estrenaría su tan presumido traje.  

-Sólo los inteligentes son capaces de verlo -se decía. -Y yo soy tan astuto que puedo ver que está  ¡ma-ra-vi-llo-so!

El día del estreno, el par de pillos hizo la maleta desde muy temprano con las piedras preciosas y todos los regalos que el rey les había dado en agradecimiento. Con un poco de suerte, el rey estaría siempre rodeado de personas presumidas y mentirosas, por lo que no se daría cuenta de la trampa, y cuando lo descubriera, ellos estarían muuuy lejos disfrutando de su hazaña.

Vistieron al rey con mucho cuidado. Todos los presentes aplaudieron como si el rey estuviera magníficamente vestido y no en los calzones de bolitas como realmente se encontraba.

Cuando el monarca inició su desfile, no cabía de gozo: ¿yates? Hay muchos, coches caros… ¡Bah! Cualquiera puede coleccionarlos. En cambio, este ropaje, con esa tela tan maravillosa… ¿Quién sino él? 

La comitiva siguió su camino hasta que llegó frente Julio. Un niño curioso y observador; aprendiz de científico que todo lo pregunta, todo lo quiere saber. Y ese día al ver al rey y a todos aplaudiendo, preguntó:

-¿Por qué el rey está en calzones?

La banda dejó de tocar, el rey de marchar y la gente de gritar y aplaudir.

-¿Por qué está el rey en calzones? -volvió a preguntar el niño

Y entonces sí... todos comenzaron a aplaudir… ¿al rey? ¡No! Este cerró los brazos para cubrirse y salió corriendo hacia el palacio con la banda de música, el bufón y el Primer Ministro corriendo tras él. El público comenzó a gritarle vivas al niño que había tenido la valentía de decir la verdad, de no dejarse llevar por lo que dicen los demás”.

En el camino a casa, Julio vio los basureros rebosantes de objetos que habían costado un montón de dinero. Los pillos están por todas partes y saben vender ¿marear? Muy requete bien.

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Lea, de la misma autora: Mi niña curiosa se pregunta

 

Edición: Estefanía Cardeña


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