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La educación por competencias: incertidumbres e inquietudes

Buscar alternativas a una pedagogía que perpetúa la desigualdad: un reto moderno
Foto: Enrique Osorno

Cada sociedad necesita modelar un ser humano que esté en disposición de reproducir la estructura funcional que da pie a formas objetivas de relación entre sujetos. Dicha reproducción se da a partir de diversas modalidades de acción pedagógica por las que se configuran los saberes, las destrezas y las mentalidades necesarias para la manutención y ajuste de una cotidianidad.

En tanto que las sociedades divididas en clases o en estratos verifican una violencia estructural, las acciones pedagógicas también funcionan mediante formas de violencia simbólica pues buscan —necesariamente— perpetuar la desigualdad y sus causas.

Así, las sociedades de la información y el conocimiento tienen en las diversas líneas del constructivismo (y en los modelos de formación “por competencias”) las estrategias pedagógicas congruentes con una sociedad individualista en la que prevalece una lucha feroz por la supervivencia, donde el ser humano debe habituarse al manejo cotidiano de la incertidumbre. La parte dramática de ello es que carecemos de alternativas más allá de los mecanismos de resistencia y de algunos paliativos que pudieran aliviar las carencias de ese enfoque educativo.

Con un eslogan propagandístico que afirma que el alumno es el centro del proceso educativo (¿alguna vez no lo ha sido?), el modelo por competencias parece colapsar en sociedades cuya política impulsa la educación de masas, y sus resultados deberían movernos a la reflexión: analfabetismo funcional, casi nulo desarrollo del pensamiento lógico-deductivo, apatía y desinterés en el aprendizaje, incremento de la violencia, etc.

Como quiera, la educación por competencias es exitosa si consideramos que no busca formar seres humanos solidarios, racionales, con sentido crítico y deseo de conocer, sino ciudadanos que con un mínimo de saberes y habilidades sean capaces de resolver problemas con un alto sentido de pragmatismo. De hecho, el profesionista competente no es el que tiene un acervo amplio de conocimientos, sino el que es capaz de “desaprender” y, por tanto, de adaptarse a un mundo en constante transformación asumiendo que cualquier conocimiento es desechable, lo que implica vivir en plena adaptación al cambio.

 

 

Foto: Enrique Osorno

 

 

El problema, sin embargo, parece profundizarse cuando los modelos no responden a las necesidades y marcos de referencia de los contextos, algo que en países como Suecia se percibió hace más de veinte años cuando la educación por competencias fue sometida a escrutinio después observar un aumento (si bien no escandaloso, sí atendible) de los niveles de violencia en ese país. Un estudio descubrió que haber restado relevancia a la labor del maestro como guía del proceso educativo trajo como consecuencia que los compañeros de clase o amigos de edad similar se convirtieran en los principales agentes socializadores de niños y jóvenes, lo cual aproximaba todo al caos.

Sin abolir el modelo, los suecos intentaron matizarlo y dieron mayor peso al docente, buscando, además, desarrollar actividades que promovieran el sentido comunitario y la acción solidaria.

Y es que, aunque la educación por competencias habla constantemente de innovación, lo curioso es que quienes promueven el modelo acusan —generalmente— poca creatividad y parecen más bien trabajar con recetas de cocina, repitiendo mecánicamente afirmaciones sin sustento (es común, por ejemplo, escuchar a muchos decir que la educación “de antes” era “memorística”, mas los que hicimos una vida escolar con el modelo anterior sabemos que no es así).

 

 

Foto: Enrique Osorno

 

 

Circunstancialmente, no hay alternativas al modelo y ello es una desgracia salvo si hacemos lo pertinente para incrustar en él aquellos elementos que permitan responder a nuestras necesidades históricas. Debemos, pues, hacer un esfuerzo oneroso de creatividad, algo que la educación por competencias —lamentablemente— tiende a inhibir.

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Lea, del mismo autor: Festejar a mamá

 

Edición: Fernando Sierra


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