Las imágenes de la Estatua de la Libertad y el puente de Brooklyn en contraste con cielos rojizos son realmente hermosas. Tiene uno que abrir y cerrar los ojos para recordar que no se trata de una exhibición de arte, sino más bien, una de las facturas que tarde o temprano termina por pasar la Madre naturaleza.
Canadá está que arde. Noticias de los últimos días manifiestan que, de alrededor de 400 incendios forestales que siguen activos en el país, casi la mitad esta fuera de control. Y una parte del humo que generalmente se iba al océano, en esta ocasión se desvió para cubrir los estados de Nueva York y Pensilvania.
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El primer ministro Justin Trudeau manifestó que el país se encamina al peor año del que se tenga registro, pues se espera que las condiciones de cálido y seco persistan hasta el fin del verano boreal.
En fotografías desde el espacio se aprecia como las nubes de humo se esparcen también, rumbo a la parte sur de Noruega que se encuentra a ¡8 mil 401 kms de distancia!
Pareciera que el mundo se ha convertido en una serie de escenarios que los cineastas aprovecharan para llenarse imágenes y realizar sus películas de desastres que tanto gustan a la audiencia. Lo malo, es que estos saldrán del cine atascados de palomitas y refrescos, relajados del estrés con el que llegaron y sin conectar la de pensar, seguirán tirando en su camino, las colillas, chicles, el papel del caramelo y etcéteras, sin prever qué alcantarilla atascarán.
No tendremos los incendios tan pavorosos que padecen nuestros hermanos de América del Norte, pero de que producimos fuego, lo hacemos en abundancia. Los viajes que he realizado últimamente al interior del estado, me hicieron confirmar que actuamos por impulso. Abrimos la ventanilla del carro, combi, camión, o directamente desde la moto y tiramos lo que nos estorba. En muchas zonas de las carreteras se encuentran las orillas quemadas y exponen toneladas de envases de plástico y de vidrio que propicia la chispa.
Pensé en que los yucatecos que admiramos tanto al país del norte, tendríamos que aprender de ellos su trabajo en favor de la comunidad. En sus carreteras no es extraño ver letreros que dicen. “Las próximos tres millas están bajo el cuidado de los empleados del banco X”. Cada cierto tiempo van y recogen lo que los insensatos, que también los hay, tiran.
La educación no es únicamente una herramienta para adquirir bienes materiales. Tampoco es la capacitación para competir a morir, para ser el número uno.
La educación tiene que ver con el ensanchamiento del horizonte para ver mucho más allá de la punta de la nariz del mí, me, conmigo. Es el despertar de la conciencia del ser individuo, comunidad y Planeta.
Lo que yo haga o deje de hacer, afecta. Me duele Canadá, Ucrania, Haití, las mujeres de Afganistán, México… La lista es interminable. Aquí lo importante no es qué me duele, si no qué voy a hacer al respecto.
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