El 9 de junio la prensa dio a conocer que el Congreso de Colima aprobó la primera Ley de Agroecología en México. De acuerdo con Proceso (9/06/2023), “tiene entre sus objetivos fomentar y promover la transición hacia la producción y comercialización de alimentos saludables con sostenibilidad ambiental, tendientes a alcanzar la soberanía y seguridad alimentaria del pueblo colimense… Tiene también el propósito de proteger e implementar los saberes científicos, del sector productivo y tradicionales con un enfoque agroecológico que contribuya a lograr un sistema alimentario justo y sostenible”.
Esta Ley nace en un contexto interesante. El mundo está discutiendo cómo rediseñar los sistemas alimentarios para evitar los daños ambientales y sociales que ha creado (ejemplos recientes la Conferencia Wallace en Costa Rica; Conferencia RITI en Roma, y viene la III Conferencia Mundial sobre Agroecología en Oaxaca en unos meses más). Nuestro país tiene un proceso promovido por USA y Canadá sobre la adquisición de maíz transgénico, el cual México quiere evitar. Tenemos un excedente de maíz que ha afectado los precios y ha provocado fuertes manifestaciones de los productores en el norte del país. La práctica de la quema se ha visto prohibida en algunos estados por el mal manejo de esta, causado muy probablemente por la pérdida del conocimiento ancestral. La prohibición elimina un componente clave en los sistemas tradicionales, por lo que se verán afectados. Los jóvenes ya no se sienten atraídos para trabajar en el campo. Las quejas de los apicultores por la afectación a su medio de vida, las abejas mueren, y preocupados porque si faltan las abejas la agricultura también se afectará. Y un largo etcétera.
La agroecología, que nació en Tabasco en los años 1970’s, ha sido adoptada y adaptada ya en prácticamente todo el mundo. Incluso la FAO la ha considerado como la mejor alternativa a los grandes problemas que ha causado la agricultura convencional que descansa en el uso de productos químicos sintéticos como fertilizantes, insecticidas, fungicidas, herbicidas y productos derivados del petróleo para la maquinaria en los campos.
Agroecología no solamente ofrece herramientas conceptuales, científicas, sociales y políticas, sino también esperanza en los productores que buscan reducir o evitar el uso de agroquímicos, sin sacrificar sus rendimientos. Ofrece a los pequeños productores, indígenas o no, la validación científica de sus prácticas y la posibilidad de mejorarlas para que ellos también incrementen su producción por área. Ofrece una nueva percepción y visión de un mejor futuro ambiental, productivo, y social. En México reconocemos a muchas agroecologías. Por ejemplo, aquella que tiene un enfoque académico ecológico; aquella que se distingue por su aproximación feminista; aquella que enfatiza a los indígenas y sus saberes; la que reconoce las contribuciones de los empresarios o pequeños, medianos y grandes productores; etc.
Es muy posible que el ejemplo de Colima sea materia de inspiración para otros estados y para una Ley General de Agroecología. Ojalá que así sea, pero hay que prepararnos en muchos frentes también, no solo el normativo. Por ejemplo, no tenemos los suficientes ingenieros o licenciados en agroecología, mucho menos los suficientes doctores o investigaciones para enfrentar el enorme reto que implica el escalamiento de la agroecología. Y en esto también deben trabajar los gobiernos, estatal y federal. Si no lo hacen las Leyes serán letra muerta.
Es cuanto.
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