A Víctor Gasca In Memoriam
José Luis Chávez
"Oh, I believe in yesterday..." Esta sencilla línea evoca, sin paradojas, el presente que muchos abuelos, padres e hijos viven cuando escuchan a los Beatles. Gabriel García Márquez recuerda un lúcido comentario del crítico e historiador de Cine Emilio García Riera en 1963: “Oigo a los Beatles con un cierto miedo, porque siento que me voy a acordar de ellos por todo el resto de mi vida”.
El posmodernismo hecho Pop de los Beatles dio voz a una generación que encontró en su música el sexo y las ideas en un mundo en el que todo estaba por hacerse. El tiempo convulso de Vietnam y las rebeliones estudiantiles, la crítica a la segregación racial y el advenimiento de la píldora. El paso del blanco y negro al technicolor. La añoranza de la niñez a través del caleidoscopio psicodélico y místico. No pocos nos empecinamos en regresar a ella en la era digital siguiendo la huella de lo posible, pues así la esperanza tiene un lugar. Basta una canción de ellos en la radio para detenernos y hacerla nuestra a manera de prenda personal. Un código que no tiene nada de secreto y mucho de profano, una música que parece haber existido aún antes que ella, como si siempre hubiera estado allí, sin tiempo que se le resista, o invente.
Ya John Lennon había insistido en que las letras no significaban nada, que eran meras palabras acomodadas a una melodía, y que quien buscara sus significados estaba destinado al fracaso. Y, sin embargo, en esa inocencia azarosa, las frases nos hablan íntimamente de ti y de mí, de nosotros, de circunstancias de la vida, nada más y nada menos. Son letras tan juguetonas e irreverentes que parecieran ser hechas para consumo personal, y ahí, está su valía: fueron productos íntimos que por su inocencia y frescura resultaron universales. Pero los Beatles no pudieron sino nacer en Liverpool, un puerto norteño inglés, didarachero, alburero y bravo, consciente de su singularidad y su lugar de avanzada en conceptos artísticos de todo orden. Un lugar único, que el fundador de la sicología analítica, el suizo Carl Jung soñó en 1927 (sin conocerlo), como un asiento de agua pequeño con un árbol iridiscente de magnolia surgiendo en su centro. A ese lugar lo nombró como “La poza de la vida”. Esta frase está inscrita en una placa en Matthew Street, a unos pasos de The Cavern, al lado del Río Mersyside.
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Durante la pandemia Paul McCartney encontró rollos y negativos de fotos que él tomó durante Diciembre de 1963 en Liverpool y Londres, Enero de 1964 en París, y Febrero del mismo año en Nueva York, Washington y Miami. Es decir, de cuando el fenómeno pasó de los auditorios ingleses a la escala mundial de la Beatlemanía. El día 28 de este mes, se abrió la exposición Paul McCartney. Photographs 1963–64. Eyes of the Storm. National Portrait Gallery, Londres, la cual expone estas fotos inéditas desde dentro de la burbuja Beatle. Fotos familiares, francas, ingenuas, de primera mano de quienes, ante la avalancha inédita de adulación y fama estaban ya atrapados, y que ante la posibilidad de perder el piso se apoyaban en los otros tres para no marearse al subir al ladrillo. Vemos retratos de cuatro adolescentes mirando al mundo y resistiéndose a creérselo, pero dispuestos a tomarlo. Jóvenes no muy inocentes después de sus orgiásticas temporadas en Hamburgo, fanfarrones y seguros de sí mismos, conscientes de su individualidad, pero también de su vulnerabilidad ante lo desconocido.
Es ampliamente conocido que los Beatles aprobaban a sus fotógrafos y que muchas de sus fotos profesionales no eran de su agrado, pero trabajo era trabajo. Por ello, esta exposición de McCartney revela la naturaleza de cuatro muchachos que sacudieron al mundo: una unidad compacta de músicos de pelo largo actuando como una falange sensorial, lista para el asalto, jocosa, sin miedo a nada, y con muchas preguntas. Cuando, en 1965, Roger McGuinn, de los Byrds, le preguntó a George Harrison si creía en Dios, quedó asombrado por la respuesta: “Bueno, de eso todavía no estamos seguros”.
La candidez de las fotos no oculta la alerta de las miradas del grupo. En blanco y negro ofrecen un panorama dinámico de familia y novias, fotógrafos de prensa, sus ayudantes y su mánager, Brian Epstein, viajes, fans y paisajes alternados: un mundo desconocido (para todos) en el acto de ser creado a escala mundial, sin Twitter. En Miami Paul cambió a película de color y el sol se hace presente para dejarnos ver a esos adolescentes después de su conquista: el verdadero cambio había comenzado. Ya nada sería igual. Los Beatles nos sorprenderían más tarde con otras tantas evoluciones artísticas en estilo e ideas, un camino que sigue sorprendiéndonos por su calidad y variedad.
Los Beatles nos acostumbraron a sus ventas navideñas y, a más de sesenta años, continúan asombrándonos. El libro catálogo de la exposición será un hit donde Santa Clos usará una peluca Beatle en la calva de los muchos que nos sentiremos jóvenes en este presente que aún continúan creyendo, felices, en el ayer. Pónganlo en su lista.
Edición: Estefanía Cardeña
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