La conclusión de los trabajos en el tramo 3 del Tren Maya, que va de Calkiní, en Campeche, a Izamal, en Yucatán, es un objetivo a muy corto plazo. De los 159 kilómetros que posee, apenas faltan siete por terminar y en cuanto a las obras paralelas, como pasos de fauna, peatonales y vehiculares, ya están acabadas 150 de las 153 proyectadas, según dio a conocer Javier May, titular del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) durante la conferencia presidencial de este lunes.
El avance en los trabajos del tramo 3 es también la promesa cada vez más palpable de que todo el circuito del ferrocarril, que unirá a cinco estados, será una realidad y que entrará en funcionamiento para el público en general, aunque haya atrasos en los demás tramos.
Por supuesto, cada tramo tiene su propia dificultad, pero éste fue el que encontró prácticamente todo a su favor. Por principio de cuentas, el derecho de vía estuvo claro desde el primer momento y, al haber sido un medio de transporte que no había caído en desuso, la idea de modernizarlo no halló la resistencia de grupos de ecologistas que operó en Quintana Roo.
Tampoco puede decirse que haya existido oposición de los vecinos que resultaron afectados por los trabajos. La negociación por la que residentes de las proximidades de la antigua estación de trenes condujo a que estos obtuvieran casas nuevas en el mismo rumbo, pero la obra que obligó a este cambio fue la construcción del Gran Parque de La Plancha, no el paso del Tren Maya.
Debe reconocerse también que el tramo 3 es el que encontró a las autoridades dispuestas a crear un ambiente de aprovechamiento al paso del Tren Maya. En Yucatán están en marcha la ampliación del Puerto de Altura, en Progreso, y en Mérida es notorio el cambio en el manejo del transporte público a partir de la entrada de los circuitos Va y Ven; mientras, va tomando forma el Ie-Tram, que augura la transformación y modernización plena del servicio.
Igualmente, las obras del Programa de Mejoramiento de las Zonas Arqueológicas (Promeza) han tenido acompañamiento de parte del gobierno estatal.
Es innegable que el paisaje al paso del Tren Maya se ha modificado en múltiples aspectos, tanto ecológicos como sociales y económicos. Sin embargo, esta transformación es también una oportunidad para aprovechar el objetivo final que tiene el ferrocarril y que como tal se anunció desde un principio por el gobierno federal: el reordenamiento del territorio. Si se quiere que de verdad sea provechoso debe ser utilizado para que la producción de comunidades aisladas llegue a mercados más amplios, y que el comercio directo resulte en beneficios a nivel local.
Pensar que se trata solamente de un tren turístico es dejar de ver todas las posibilidades que tiene el Tren Maya. Si en el tramo 3 no halló obstáculos fue porque también existió la visión de que sus efectos, puestos en una balanza, son de mayor beneficio que el perjuicio que puedan causar.
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