Cuéntame tu Cuento Científica: Primera parte, de niña a la Legión de Honor

La comunicación es una característica de los seres vivos, que necesitan comunicarse con su medio ya sea para alimentarse, reproducirse o evitar la depredación. Las plantas se comunican por moléculas. Además, en los humanos la comunicación, nos permite intercambiar sentimientos y construir opiniones mediante el habla, la escritura, la expresión corporal. La riqueza del lenguaje es el pilar de los desarrollos de la comunicación y cognitivo.

Los científicos, con nuestro trabajo cotidiano en laboratorios generamos nuevo conocimiento y este debe lo debemos comunicar por escrito (publicaciones, libros, tesis) y oral (conferencias, asesorías, clases). Sin embargo, la sapiencia científica frecuentemente no va de la mano de un lenguaje rico para comunicar su conocimiento. Esa limitación no sólo es verbal, sino también intelectual y de estructura. Yo he repetido, que “Ciencia que no se comunica no sirve” y qué hay que saber “Contar su cuento científico”. 

Para lo anterior, se requiere hablar bien, disponer de un habla rica y diversa, encontrar la expresión adecuada para cada idea que se quiere comunicar. Significa pensar, enseñar, aprender, dialogar, y también, sentir y emocionarse. Se aprende a hablar con propiedad, profundidad, rigor, intensidad y sutileza, gracias a la buena literatura, y sólo gracias a ella. Ninguna otra disciplina puede sustituir a la literatura en la formación del lenguaje. Una humanidad sin lecturas, sería una comunidad afásica. 

Por otra parte, sólo los humanos podemos hacer viajes mentales en el tiempo y escenarios mentales. Nada desarrolla tanto la inteligencia como leer, contar y viajar. Dicho lo anterior, Yo Científica te voy a Contar mi Cuento, el cual iniciará en “Había una vez una niña que llego a ser científica y premiada”, aprovechando que el día 18 julio recibí el máximo galardón que entrega Francia por una labor excepcional. En este caso mi contribución con la protección y conservación de la biodiversidad marina del Caribe.

Recibir la condecoración de la Legión de Honor me ha brindado la oportunidad de recordar mi camino, un camino hecho al andar. En la medida que nuestro maravillo cerebro, nos permite viajar en el tiempo y sus recuerdos nos llenan de utopía. “La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. Por mucho que camine, nunca la alcanzaré. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? para caminar.” (E. Galeano). He hecho camino en mi andar, como el de Machado “Caminante se hace camino al andar. Caminante no hay camino, sino estelas en la mar".

Queridos lectores, les voy a contar parte de mi camino. Mi primer contacto con Francia fue en la Escuela Primaria. Yo siempre fui a la mejor escuela. Es decir, la que estaba a la vuelta de la casa, pública y laica. Ahí me hablaron de la Toma de la Bastilla y lo que esa lucha significo para lograr justicia y libertad, derechos fundamentales de la humanidad. Dibujé un castillo (pienso que copie de algún lado, La conciergerie) y decenas de personas con azadones derrumbando y quemando las puertas de la Bastille, todos ellos son su frigio rojo (gorro), símbolo de Libertad. Hasta arriba, quedo plasmada la Bandera tricolor. Casi al mismo tiempo, México tuvo la visita del General de Gaule. En la escuela nos hablaban de que el presidente de Francia venía a devolvernos nuestra Bandera. Vivía en la calle de Echeveste, al lado del Colegio de las Vizcaínas y caminé de la mano de mis papás a 20 de Noviembre por donde pasaría el vehículo oficial. De ese evento aprendí, la cultura de la amistad y la colaboración entre los pueblos como la base de la comprensión humana. Mi niñez estuvo acompañada de las fábulas de la Fontaine con un libro bien viejito de mi Papá, de esos que las hojas se ponían amarillas, una parte era texto y la otra mitad una imagen para colorear. Mi favorita, la liebre y la tortuga. Desde ahí me gusta el papel y escribir.  Hoy, los aditivos químicos que se le ponen al papel hacen que ya no se pongan amarillas las hojas, si tienen hojas ocre, atesórenlas. Qué necesidad que todo sea “Blanco”, continuará…

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Edición: Estefanía Cardeña