En los años ochenta fue conformado un equipo nutrido de especialistas en cada una de las áreas de aprendizaje de los programas educativos de aquel tiempo, así como relevantes pedagogos de la época. En este grupo de colaboradores, participamos la académica yucateca Sara Poot Herrera y yo mismo, entre muchos otros, como el ilustrador Carlos Dzib, oriundo de Progreso. Y la intervención de todos permitió la configuración de unos programas adecuados a las condiciones sociales y culturales del país en ese momento, así como el diseño de libros de texto gratuito derivados de los planes de estudio y los programas educativos.
En el principio de todo, hubo que iniciar una revisión y evaluación de los planes y programas vigentes, así como sus libros de texto gratuitos. Junto con ello, fueron recogidas las opiniones de docentes, pedagogos y psicólogos educativos acerca de los necesarios ajustes que sería conveniente realizar. Al final de estos procesos, fue posible determinar la elaboración de nuevos programas y el diseño de libros de texto en los dos primeros grados. Y, en tanto el equipo de trabajo recién integrado nos avocábamos a la configuración de los nuevos programas y libros de texto, la Secretaría de Educación Pública (SEP) continuó revisando y evaluando los programas y libros de los otros grados de la educación primaria.
Durante la elaboración, primeramente, de los programas de los primeros grados escolares, nunca se dejó de pensar en las necesidades de los alumnos y los maestros en cuanto al proceso enseñanza-aprendizaje. A la par, tampoco se dejó de pensar en la obtención de libros de texto como materiales didácticos adecuados al nivel de desarrollo de los alumnos de primero y segundo; que tales materiales les resultaran interesantes y de fácil manejo en el salón de clase; que los incitara a participar activamente en el aprendizaje y, así, propiciar una formación integral, equilibrada y armónica.
Cabe destacar que, desde los años ochenta, los libros de texto gratuitos han sido diseñados como una derivación de los programas educativos. Asimismo, los libros de texto han sido desde entonces sólo un recurso didáctico entre muchos otros que decida el docente, juntos con sus alumnos. Es importante destacar que los libros de texto han sido sólo una sugerencia de actividades que conducen al logro efectivo del aprendizaje de los niños. Por ello, el maestro de grupo puede tomar en cuenta los textos y los ejercicios de los libros para que sus alumnos los lean y los realicen tal como aparecen en estos materiales o elija otras lecturas y diseñe otras actividades diferentes.
Entre los libros de texto gratuitos de los años ochenta y los que son distribuidos en el país actualmente, no hay ninguna diferencia en cuanto a su función: un recurso didáctico como cualquier otro. Ciertamente, en el enfoque que conllevan los textos y los ejercicios siempre hay una ideología, y no precisamente política, sino filosófica. Si los ejercicios de los libros de texto conducen a los niños al aprendizaje efectivo de los contenidos educativos del programa, habrá futuros ciudadanos con sus capacidades intelectivas desarrolladas. Entonces, las actividades sugeridas en los libros contendrán, efectivamente, una ideología filosófica y social favorable para una sustentabilidad nacional.
Aquellos colaboradores de los libros de texto gratuitos de los ochenta estuvimos conscientes de que estos materiales didácticos son sólo eso, recursos que apoyan los aprendizajes a través de sus textos y ejercicios. Y está en las manos de los docentes si su labor la fundamentan directamente en los libros de texto o únicamente los toman como base para generar sus propias actividades. Así que resultan ridículas las actuales protestas en contra de los libros de texto gratuitos, si estos son sólo una sugerencia de trabajo escolar. Vaya espectáculo tan penoso.
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