La historia electoral de México es un ciclo ininterrumpido de quiebres entre la clase política, conflictos que por lo general se dirimen en las urnas pero que no concluyen en un estado de paz, sino en el surgimiento de instituciones y partidos políticos, y también en la desaparición de otros.
El análisis de la sucesión presidencial inició con un libro de Francisco I. Madero: La sucesión presidencial en 1910, en el cual analizaba los logros del largo régimen de Porfirio Díaz y anunciaba una crisis política. El pronóstico de Madero era compartido por los porfiristas, quienes veían que el caudillo parecía ser el único capaz de unir a los distintos grupos que buscaban el dominio del gabinete; los reyistas y los denominados “científicos”.
Durante la era del Partido Revolucionario Institucional (PRI) como partido hegemónico, la sucesión presidencial tampoco fue tersa. Sin embargo, los inconformes solían disciplinarse, so pena de quedar totalmente excluidos de la vida política. No fue sino hasta 1988 -de nuevo por una tensión entre políticos y tecnócratas- que fue posible una vida después del tricolor. La candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas aquel año había abierto un boquete en la antes inquebrantable disciplina priísta, y dio pie a la fundación del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Desde entonces, cada partido ha intentado -por lo general sin éxito- llevar a cabo un proceso de selección de candidatos que garantice la unidad interna.
La sucesión de rompimientos ha sido visible en cada ocasión desde entonces. En algún momento alguien sugirió que las elecciones internas del PRD debían realizarse en la Arena Coliseo, dado que terminaban en batalla campal. En el todavía dominante PRI, para el año 2000, fue notorio que el candidato perdedor de la interna (Roberto Madrazo Pintado, quien había presidido el Partido) llegó a la ceremonia de presentación del triunfador, Francisco Labastida, con el brazo enyesado para evitar darle la mano. Ese año, por primera vez, México tuvo un Presidente salido de un partido de oposición: Vicente Fox Quesada, emanado de Acción Nacional (PAN).
Entre los panistas tampoco se consiguió garantizar una sucesión sin conflictos. Meses antes del inicio formal de las campañas de 2006 fue muy fuerte el rumor de que el PAN postularía como candidata a Martha Sahagún, esposa del mandatario. El blanquiazul optó por un proceso que incluía al entonces secretario de Gobernación, Santiago Creel; de quien se decía era el favorito, pero terminó imponiéndose Felipe Calderón Hinojosa. En esa misma elección llegó la primera candidata: Patricia Mercado, postulada por Alternativa, un micropartido en el cual el Instituto Federal Electoral debió intervenir para garantizarle la candidatura.
En 2006 el PRD postuló a Andrés Manuel López Obrador. El resultado oficial dio menos de 250 mil votos de diferencia a favor de Calderón Hinojosa por encima de AMLO, un resultado más que cuestionado y el conflicto postelectoral es todavía una enorme cicatriz en la democracia mexicana.
Seis años después, por fin un partido considerado grande postuló a una mujer: Josefina Vázquez Mota llegaba ungida por el PAN, aunque en campaña resultó más recordada por la sugerencia de aplicar el “no hay cuchi-cuchi” a los hombres que no votaran por ella. El PRI regresó unido, y con Enrique Peña Nieto se hizo de nuevo de la Presidencia. En el PRD se inclinaron por realizar una encuesta de la que salió triunfante de nuevo Andrés Manuel López Obrador, imponiéndose a Cuauhtémoc Cárdenas y Marcelo Ebrard Casaubón, quien reconoció el resultado a pesar de que Dolores Padierna, presidenta del partido, había señalado irregularidades en las encuestas.
Para 2018, varios “amarres” implicaron el desplazamiento de candidatos. En el PAN, su presidente Ricardo Anaya maniobró para hacer a un lado a Margarita Zavala Gómez del Campo, quien terminó postulándose como independiente. El PRI recurrió a José Antonio Meade Kuribreña, no sin un llamado del presidente Peña Nieto a la disciplina y en la selección resultó descartada incluso de una encuesta, la ex gobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega Pacheco.
El sexenio está por concluir y hasta el momento hay dos candidatas a la Presidencia -aunque en este momento se les llame “coordinadoras” de sus respectivos movimientos - surgidas de sendas coaliciones. El que por primera vez sea altamente posible que la jefatura del Ejecutivo quede en manos de una mujer no ha significado una transición hacia un proceso sin rompimientos en los partidos. En cultura política, aún seguimos en usos y costumbres del siglo pasado.
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