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Foto: UNAM / de la redacción

Cuando no existen ideales e ideologías, ni códigos de ética que rijan la conducta de manera estricta al interior de los partidos políticos, todo es negociable, prevalece el pragmatismo y cualquiera puede pasar de un partido a otro para ocupar candidaturas de elección popular, cargos de gobierno, e incluso carteras de dirigencia partidista.

El “chapulineo”, como se denomina comúnmente a la acción de “brincar” de un partido político a otro, incluso a los que son diametralmente opuestos en sus postulados, es una de las prácticas que más daño hacen a la democracia y a la credibilidad de las organizaciones partidistas. El chapulineo confunde a los votantes, atropella la meritocracia partidista, es una clara muestra del maquiavelismo imperante –el fin justifica los medios- y denigra la política al evidenciar que no existen ideales ni valores, solo ambición de poder.

Ese cambio de un partido a otro ocurre además, de manera ruin y grosera, sin que exista un lapso de tiempo razonable, sino de un momento a otro, por falta de valores universales como la lealtad, generosidad, honestidad, honradez, humildad, etcétera.

Los partidos políticos de manera general son considerados de derecha o de izquierda y sus postulados son muy diferentes, incluso opuestos en muchos casos. Después de la guerra de revolución mexicana y las asonadas caudillistas, surgió el PRI para gobernar más de 70 años ininterrumpidamente, con el ideario social del movimiento armado durante varios años, por lo que se consideraba de centro izquierda.

El enemigo histórico del PRI fue el Partido Acción Nacional, que seguía la tradición conservadora y los postulados de la religión católica con la prevalencia de los intereses de las clases opulentas. PRI y PAN se unieron y legitimaron en el legislativo a Carlos Salinas como presidente, para evitar que gobierne la izquierda con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano que habría ganado las elecciones de 1988. El PRD que agrupaba a la izquierda se pervirtió cuando “los Chuchos” controlaron el partido y lo hicieron orgánico al poder y legitimaron las Reformas legales de Enrique Peña Nieto que encarnó la dupla PRI-PAN para proteger y preservar el poder de las élites nacionales y extranjeras. Andrés Manuel López Obrador se desprendió del PRD para fundar MORENA. En la actualidad la alianza de la derecha conservadora PRI-PAN-PRD política y electoral, está consolidada. Su enemigo es MORENA y el presidente López Obrador, que además tienen que enfrentar la falta de formación de cuadros políticos propios y padecer los estragos del “chapulineo” con sus deslealtades, los arribistas de otros partidos que llegan directo al guinda o utilizan la puerta ancha del Partido Verde Mexicano que nunca ha sido, ni será, humanista ni de izquierda. La crisis de partidos es asunto de ideales, ideologías y valores o antivalores.


En lo local

El humanismo solidario de AMLO y su postulado de no robar, no mentir y no traicionar no “brilla” en la actuación de los diputados locales de Morena y sus aliados en Quintana Roo. Tampoco en los legisladores federales morenistas o en los funcionarios gubernamentales, ni en el poder judicial que es de su total filiación. La inseguridad está desbocada. Las más de 600 ejecuciones en lo que va de 2023 son fehacientes. Las condiciones de los municipios que gobiernan hablan de lo que son, más allá de filias y fobias. 

En fin, son cosas que pasan en nuestro país y en nuestro caribeño Estado.

¡Hasta la próxima!

 

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Edición: Emilio Gómez


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