Para el gran José Agustín, in memoriam
¿Quieres conocer a José Agustín?, me preguntó Margarita Dalton a rajatabla. Me quedé alelado, pero mi lento entender asoció lo debido: Margarita-José, dicen que fueron novios, no es tan improbable. Claro que sí, respondí después de una pausa más corta de lo que en ese momento imaginé. Ok, te espero a las ocho en las mesas del corredor del hotel Presidente. Ella era directora en Oaxaca de la cosa cultural, así que pude haber asociado la propuesta a la índole de nuestro trabajo, pero no, la llevé al plano personal, seguramente porque el nombre de José Agustín me remite a eso, por su forma de narrar, tan acá, tan en corto, tan te lo digo Chana para que entiendas Juana, tan acarnalado, tan de este lado, tan cerca. Pero también, por la envidia que suscitó ese escritor rompedor de formas que anduvo con la mismísima novia de México y al que se le atribuyen otras aventuras amatorias que luego me confirmó. El caso es que ahí estábamos en unos sillones como de la casa de mi tía Papayita que el hotel disque de cinco estrellas tenía dispuestos en su largo pasillo: Margarita, Abelardo, mi amigo inmediato que se había vuelto mi jefe y yo, frente a nuestro tótem iniciático de la lectura. La presentación fue más ligera de lo imaginado, pues José era de una sencillez avasallante: nada de protocolo, justamente una charla de primos en los sillones de la tía. Tras pactar un taller o conversación literaria sobre su obra, no recuerdo cómo ocurrió pero Margarita y Abelardo desaparecieron y nosotros nos enfrascamos en una conversación que nos llevó a su participación en el cine como guionista, hablamos de Ciudad de Ciegos, le comenté que mi amigo Pepe Elorza hizo la música y de inmediato exclamó: ¡No mames! ¿Lo conoces? Sí, supongo que tú también. No, Alberto Cortés es nuestro cuate común, pero nunca coincidimos en el plató (hizo sonar esta palabra con toda la pompa del que se da su taco al pronunciarla). ¿Cómo andas de ganas para echarnos otros tragos? Si te animas, vive aquí, igual lo encontramos y te lo presento. Va, ¿a dónde?. Vamos a Candela, es “el lugar”. Pepe estaba al otro extremo del salón: nos hicimos señas y nos encontramos: el más entusiasmado era José Agustín; los tocayos hablaron de los inconvenientes por los que nunca se toparon durante el rodaje que les dio Arieles y otros etcéteras. Luego subimos a la buhardilla de los exclusivos, donde Chalo, el absoluto dueño del antro hizo gala de su anfitrionía. Eran altas las horas de la noche, cuando José Agustín respondió a mi pregunta: “chance que para ser escritor uno debe de estar siempre perplejo”. Recordé a otro fraterno literato, Daniel Sada, quien por los tiempos del terremoto del 85 me comentaba azorado, en casa del poeta Héctor Carreto, con entusiasmo adolescente que había conocido al “gran actor Humberto Zurita”. Ambos se fueron, en distintos momentos, sin soberbia y reconociendo los méritos en los hechos ajenos. Me los imagino articulando: Se está haciendo tarde, vámonos de estas Ciudades Desiertas, huyamos de la Tragicomedia Mexicana hasta llegar a La Tumba, para ver, desde ahí, De Perfil, La Panza del Tepozteco, al fin que somos Juguete de Nadie.
Lee: Fallece el escritor mexicano José Agustín a los 79 años
Edición: Estefanía Cardeña
Esta es la octava ocasión en la historia de la organización que se tiene una seguidilla con ese número de encuentros ganados
La Jornada
El mexicano se impuso por decisión unánime al cubano William Scull y recuperó el cinturón de la FIB
La Jornada
El grupo de participación estatal mayoritaria integra a los aeropuertos de Palenque, Chetumal y Tulum
Gustavo Castillo García
Los afectados presentaron sintomas de intoxicación por fármacos tras consumir alimentos contaminados
Efe