Desde 2018, en ningún lugar se vieron tanto los reacomodos de la clase política yucateca como en el Senado de la República. La representación estatal en la Cámara Alta resultó el mejor ejemplo de cómo en la entidad la ciudadanía está acostumbrada a escudriñar a cada candidato y vota en consecuencia. Si la gubernatura y la presidencia municipal de la capital, Mérida, quedaron en manos del Partido Acción Nacional (PAN), y en el Congreso yucateco fue notorio el aumento de curules para el emergente Movimiento Regeneración Nacional (Morena), el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se llevó la primera posición en el Senado, con Jorge Carlos Ramírez Marín.
A Yucatán le corresponden tres asientos en la Cámara Alta. Dos van para la fórmula que obtenga la mayor cantidad de votos, aunque la carga de la campaña electoral recae en quien ocupe la primera posición. En 2018, esta combinación resultó ser la de Ramírez Marín con Verónica Camino Farjat, impulsada por el Partido Verde Ecologista de México (PVEM). Como primera minoría quedó el PAN en alianza con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano (MC), que había postulado a Raúl Paz Alonzo y Ana Rosa Payán Cervera.
Hasta ese momento, podía decirse que la yucateca era una representación plural de los partidos de oposición. En septiembre de 2022, sin embargo, Paz Alonzo haría oficial su salida del PAN para integrarse a Morena. A finales del 2023, todos los senadores de Yucatán se habían incorporado al partido guinda, justo antes de la apertura oficial del proceso electoral y el lanzamiento de convocatorias para participar en los comicios de este año.
El panorama en las boletas electorales ha quedado reducido. De nueva cuenta habrá alianzas y Morena se ha perfilado con el PVEM y el PT como aliados. Sin mucha sorpresa, la fórmula que se vislumbra la componen sus mismos integrantes, aunque en posiciones invertidas: ahora será Verónica Camino quien encabece la lista, seguida de Ramírez Marín.
El desafío para Morena va más allá de si la fórmula impacta en el electorado yucateco, toda vez que Camino Farjat y Ramírez Marín traen “nuevo chip”, así sea en la misma carcasa, y si Morena puede ser un partido disciplinado en la promoción del voto por esta fórmula. En otras palabras, la militancia de Morena será el primer filtro para una fórmula ganadora, y no necesariamente el supuesto capital político con que ambos contaban antes de saltar hacia la nave de la Cuarta Transformación.
En la esquina contraria, en el muy golpeado PRI, el anuncio de que el ex gobernador Rolando Zapata Bello se haya registrado como aspirante a la primera fórmula del Senado por su partido y la Coalición Fuerza y Corazón por México (PAN y PRD) deberá tener repercusiones pronto. En principio, porque la campaña “Identidad priista” se está haciendo a ras del suelo, una práctica que históricamente le ha dado resultados a los tricolores. Agreguemos que Zapata Bello se retiró de la jefatura del Ejecutivo, relativamente bien evaluado por la ciudadanía y entregando obras concluidas, como el Hospital Materno Infantil, el Centro Internacional de Congresos y el Palacio de la Música. La gran diferencia es que será candidato a una posición legislativa y que todavía hace falta definir quién será su compañera de fórmula.
Electoralmente, el Senado puede resultar una elección que levante menos pasiones entre los votantes. Pero en el caso yucateco, es una que termina por equilibrar a las fuerzas políticas contendientes a partir del voto directo. Hoy, que Morena tenga las tres curules yucatecas en la Cámara Alta obedece a la operación política y la conjunción de intereses personales y no al electorado. Entonces, la participación en las urnas todavía tiene mucho que decir.
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Edición: Estefanía Cardeña
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