“Songo le dio a Borondongo
Borondongo le dio a Bernabé
Bernabé le pegó a Muchilanga
Le dio Burundanga
Les hinchan los pies”
Óscar Muñoz Bouffartique
¡La de veces que habremos bailado al son de burundanga, con la soberbia Celia Cruz y la Sonora Matancera! La hemos oído, hasta en sueños, toda la vida. Nos hemos reído con la letra, gozado de cada nota, hemos bebido a su ritmo, en fin… ha sido la pista sonora de infinidad de fiestas, veladas y jugadas de dominó. Pero lo cierto es que hasta ahora no le había puesto demasiada atención a lo que dice, y resulta ser mucho más que un simple bembé. Escucho hasta el hartazgo noticias acerca de la guerra desencadenada por Rusia en Ucrania; de la guerra en Palestina, que se extiende ahora a Líbano y Yemen, y nadie se atreve a predecir dónde va a parar, los conflictos que estallan una semana sí y otra también en cualquier país africano; las amenazas de acciones bélicas entre las Coreas, y los estallidos de violencia en Centroamérica, incluyendo por supuesto a México, y no dejo de escuchar al fondo a Celia la Grande, insistiendo en hacernos ver que todo el mundo parece haber consumido Burundanga, y ha perdido entonces toda voluntad y razón.
Aunque la burundanga no es otra cosa que escopolamina, una droga extraída de plantas como la Belladona y la Mandrágora, se le asocia con la violación, se le ha llamado “la droga de la verdad”, y se le conoce como “la droga Zombi” porque tiende a suprimir la voluntad de quienes la consumen; en la letra de la canción nos remite a un contenido aún más terrorífico, que remite a la irracionalidad de la guerra, y desnuda a quienes la alientan y la pretenden justificar, dándoles el carácter de destructores de todo lo que nos hace humanos. Esta idea de lo irracional de las guerras no es en absoluto novedosa. Aparece una y otra vez en casi todas las culturas. Otro ejemplo destacado nos remite precisamente a las diferencias que causan enfrentamientos violentos entre Sunnies y Chiítas, que Jonathan Swift caricaturizó magistralmente en el siglo XVIII, en sus Viajes de Gulliver, cuando describe los motivos de la guerra entre Lilliput y Blefuscu, reducidos a la forma en que cada una de esas dos naciones determina que debe cascarse un huevo: por la parte más ancha, o la más estrecha. Si Swift hubiese escrito esto en nuestros días, seguramente habría sido condenado a muerte desde alguna esfera de poder fundamentalista.
Antes de continuar por esta senda de reflexión, debo dejar bien claro que no pretendo justificar – ni me explico – ningún acto terrorista. Lo que hicieron los militantes de Hamas en Israel no es más que un crimen atroz, y no admite defensa alguna. Pero la respuesta que ha emprendido el gobierno de Netanyahu, y su postura intransigente, que no escucha siquiera las voces de los familiares de las personas secuestradas en Palestina, y confunde la legítima defensa con el exterminio indiscriminado, ya no puede calificarse solamente de desproporcionada. Es un crimen de lesa humanidad. Como pienso así, considero también que se deben apoyar y fortalecer posturas como las que han expuesto el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, António Guterres, el presidente del gobierno Español, Pedro Sánchez, o la Canciller de México, Alicia Bárcena Ibarra, entre otras personalidades, que pugnan por la suspensión de la lucha armada, y la búsqueda de una solución pacífica que parta del reconocimiento de la existencia de dos estados.
No quiero decir con esto que me quede tranquilo con la explicación histórica de la creación del estado de Israel en lo que fuera territorio palestino, a partir de un ejercicio de poder del Reino Unido y los Estados Unidos al finalizar la segunda guerra mundial. Tampoco creo que esta sea la explicación definitiva de un conflicto milenario. Creo además que ahora que nos aproximamos al centenario del holocausto (ya han pasado casi ochenta años), deberíamos asumir dos tareas: primero y sobre todo, recordarlo y deplorando; y segundo, evitar que el hecho de que haya acontecido se convierta en una patente de corso para que un gobierno, un estado nación, o una propuesta cultural o religiosa se sienta con derecho a exterminar a otra. Ya no hay primeras piedras, ni podremos saber cuál fue la pedrada originaria. Solamente nos quedan razones para dejar de tirarnos rocas a la cabeza como la forma preferente para enfrentar nuestras diferencias.
Vuelvo al bembé: en el mundo bélico, todos acabamos siendo Songo, y dándole a borondongo, y es inevitable que le toque algún golpe a Bernabé, que a su vez lo propinará a Muchilanga. Todos tendremos algo de cada uno de estos personajes, y a todos nos habrán dado burundanga, de modo que en las guerras se abandona la voluntad humana. Como dijo recientemente el presidente de Israel, Isaac Herzog, en Davos: “¡adivina qué!: a nosotros nos importa… nos duele que a nuestros vecinos se les esté causando tanto daño” Les importa, dice, pero no encuentran otra solución que matar. Víctimas de la Burundanga bélica, carecen de voluntad para buscar otra vía. También dijo que están haciendo la guerra a favor de todo el universo. Por favor, no en mi nombre.
Para Israel, Palestina, Rusia, Ucrania, Ecuador, México y un largo etcétera de naciones en guerra, o al borde de la guerra, vaya la plegaria que nos cantaba alegre Celia Cruz:
Abambelé practica el amor
Defiende a tus hermanos
Por que entre hermanos se vive mejor
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